Juez y/o espa?ol
Un lamento, la pasada semana, del ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, puede resultar chocante. Apel¨® a la existencia de un Tribunal Penal Internacional (TPI) para evitar "que sea la pol¨ªtica exterior de un solo pa¨ªs la que pague las consecuencias de la aplicaci¨®n de justicia internacional". M¨¢s all¨¢ de que en todo este asunto del largo caso Pinochet el Gobierno espa?ol haya tratado, sin ¨¦xito, de satisfacer a todos y todo sin pagar coste alguno, esa reflexi¨®n es tambi¨¦n reflejo de un intento de conciliar dos principios que han estado enfrentados desde un principio: los dictados de esa relativamente nueva justicia internacional (y nacional) con los del inter¨¦s nacional.Independientemente de que razones de salud u otras puedan dejar vac¨ªo el proceso de extradici¨®n de Pinochet a Espa?a, probablemente el caso hubiera podido casar estos dos principios si en vez de iniciar la demanda de detenci¨®n y de extradici¨®n un juez espa?ol lo hubiera hecho un juez franc¨¦s o suizo, o si Garz¨®n hubiera desistido a favor de ¨¦l. Pues, aunque el derecho internacional est¨¦ de su parte, Espa?a, pese a ser m¨¢s sensible y estar m¨¢s cercana a lo que ocurri¨® en Chile, estaba en la peor posici¨®n pol¨ªtica, social e hist¨®rica -no judicial- para juzgar a Pinochet: por nuestro pasado; porque nuestro general muri¨® de muerte natural casi cuarenta a?os despu¨¦s de su golpe, y no cay¨® (como tampoco Pinochet), pese a que algunos se les escape tal expresi¨®n; y porque nuestra transici¨®n se hizo desde el olvido pol¨ªtico-judicial, que no hist¨®rico, del pasado, mientras la de Chile arranc¨® supervisada por el propio Pinochet.
No es que no pueda, sino que Pinochet no debe ser juzgado en Espa?a. Por estas razones, y por esas relaciones con Am¨¦rica Latina, esenciales para Espa?a, pues m¨¢s all¨¢ de la ret¨®rica y de la econom¨ªa definen el ser de este pa¨ªs, incluso m¨¢s que la inversa. Pero la inversa tambi¨¦n cuenta. La detenci¨®n del ex dictador en Londres a instancias de un juez espa?ol ha coincidido con la entrada en masa de capital espa?ol en Am¨¦rica Latina, y concretamente en Chile, donde Telef¨®nica tuvo recientemente que cambiar algunos mensajes grabados pues los hab¨ªa importado con acento de Valladolid en vez de hacerlos de nuevo all¨ª con voces locales. En 1999, Espa?a le ha arrebatado a Estados Unidos el primer puesto como inversor empresarial en Am¨¦rica Latina. Justamente en estos momentos m¨¢s que nunca desde el XIX, Espa?a debe cuidar, no proyectar, una imagen imperial, justicia incluida, en una Am¨¦rica Latina que, sin embargo, tambi¨¦n debe empezar a asumir el cambio de mundo y la erosi¨®n de la sacrosanta idea de la soberan¨ªa nacional. Pues el caso Pinochet ha puesto de relieve que hay una jurisdicci¨®n internacional, reconocida en las propias leyes chilenas.
En el ¨²ltimo tramo, en la carta que Garz¨®n pidi¨® la pasada semana que el Gobierno espa?ol trasladara a Straw, el juez espa?ol lleg¨® a afirmar que actuaba por una "obligaci¨®n no s¨®lo legal, sino ¨¦ticamente irrenunciable". Pese a toda la simpat¨ªa que genere el caso, en el ejercicio de sus funciones un juez no deber¨ªa mezclar legalidad y ¨¦tica. A pesar de todo, hay que agradecer al juez Garz¨®n lo hecho. Acabe como acabe, ha sentado un precedente contra la impunidad de los que han perpetrado cr¨ªmenes contra la humanidad. Y ha puesto de relieve la necesidad urgente de que lanzar el TPI, cuyo estatuto est¨¢ en un proceso de ratificaci¨®n en Espa?a, no completamente exento de problemas, pues la nueva legislaci¨®n puede llegar a cuestionar la inmunidad de los parlamentarios. Adem¨¢s, ha impulsado el di¨¢logo y la revisi¨®n del pasado en Chile.
En Espa?a, el caso tambi¨¦n ha llevado a retratarse a alg¨²n fiscal, como Fungairi?o, que lleg¨® a justificar el golpe de Pinochet contra Allende. Antes de dar lecciones fuera, no cabe olvidar que la casa propia no est¨¢ completamente limpia. Claro que si en los pr¨®ximos d¨ªas Pinochet vuela de Inglaterra, la pregunta cargada de tragedia no ser¨¢ ya tanto qu¨¦ hacer con ¨¦l, f¨ªsica y moralmente derrotado, sino c¨®mo reparar a sus v¨ªctimas, a las que se les habr¨¢ negado la justicia. Si al menos sirviera un ?Nunca m¨¢s!
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