Un gesto ELVIRA LINDO
"Cuando viste que mi padre era negro hiciste un gesto, s¨®lo un gesto, pero a m¨ª ese gesto me lo dijo todo". Son las palabras de una mujer mulata, casi blanca, a su antiguo amante, un joven polic¨ªa, al que abandon¨® por presentir que aquel gesto (?de incomodidad, de profundo disgusto?) dec¨ªa mucho m¨¢s que las palabras de buena voluntad que la correcci¨®n pol¨ªtica ha ense?ado. Es la historia de polic¨ªas corruptos, homofobia, y racismo que se cuenta en una pel¨ªcula tan buena y dura como desconocida: Preguntas y respuestas se llamaba en ingl¨¦s, y aqu¨ª en una alarde imaginativo se tradujo como Distrito 34: corrupci¨®n total.Y es cierto, hay veces que cuando algo nos incomoda nos cambia el gesto, se nos escapa, como un tic, y ese acto involuntario est¨¢ describiendo la mezquindad de lo que pensamos. Hace poco, en un viaje a Bilbao, hablaba con una mujer razonable, dulce, inteligente; habl¨¢bamos con pesadumbre del fin de la tregua, antes de que ocurriera el atentado contra el teniente coronel Blanco, ¨ªbamos hacia atr¨¢s en el tiempo y me hablaba ella de la impresi¨®n profunda que le hab¨ªa provocado el asesinato de Miguel ?ngel Blanco, una impresi¨®n profunda y colectiva de repulsa. Bueno, esa repulsa, le dec¨ªa yo, ?la sentir¨ªas tambi¨¦n cuando un terrorista entr¨® en la Facultad para meterle un tiro en la cabeza a Tom¨¢s y Valiente? Claro, claro, y con el de Gregorio Ord¨®?ez, me dec¨ªa ella. Y yo iba notando que el gesto de pesar que ten¨ªa al principio, cuando hablaba de aquella muerte que por fin le toc¨® el coraz¨®n, iba atenu¨¢ndose as¨ª, que sin poder evitarlo, segu¨ª ahondando: "?Y cuando viste a Ortega Lara salir como una aparici¨®n de aquella tumba, no te toc¨® la fibra de la misma manera?". La mujer abandon¨® su dulzura para decirme: "Bueno, es que hay que tener en cuenta que aqu¨ª, en el Pa¨ªs Vasco, tambi¨¦n ha habido mucho sufrimiento". Yo esperaba simplemente un s¨ª y esta fue la respuesta que me encontr¨¦. No s¨¦ cu¨¢l era el significado real de la frase, no s¨¦ c¨®mo se puede medir el sufrimiento de un extreme?o en paro en comparaci¨®n con un nacionalista insatisfecho, no lo s¨¦, pero de lo que s¨ª estoy segura es que en el insconciente de aquella mujer no todas las muertes son iguales, y lo que me preocupa es que haya un insconciente colectivo, y no hablo por supuesto de la totalidad de los vascos, en el que no todas las muertes sean de la misma categor¨ªa.
Se escuchan palabras de repulsa, se condena, y es desde luego un avance, pero uno a veces encuentra ese gesto, ese cambio de rictus, que indica que hay quien todav¨ªa tiene una lista de preferencias en su cabeza. Es ese momento en que alguien te dice: "Es que en Madrid no entend¨¦is lo que aqu¨ª pasa, el conflicto". Hace dos a?os me hubiera callado, me hubiera salido ese complejo que ten¨ªamos los madrile?os, un complejo que nos dej¨® en terrible herencia el franquismo, de ciudad oficialista, burocr¨¢tica, centralista. Pero uno ha de luchar para que ese complejo desaparezca y utilizar la libertad para hablar sin miedo, para decirle a esa gente a la que se le escapan malas maneras, que les hace mucha falta hablar con personas del otro lado de esa frontera interior que tienen en el alma, les hace mucha falta saber que tambi¨¦n en el resto de Espa?a hubo sufrimiento, durante el franquismo y la transici¨®n, en cualquier parte del pa¨ªs, en lugares donde hab¨ªa muchas m¨¢s pobreza que en el Pa¨ªs Vasco, donde la desigualdad social era mucho m¨¢s terrible; que el dolor estaba instalado en los familiares de muchas v¨ªctimas del terrorismo que no recibieron el consuelo que la sociedad proporcion¨® a los padres de Miguel ?ngel Blanco, que el dolor ha visitado muchas veces mi ciudad, en mi Puente de Vallecas, donde qued¨® despezada la alegr¨ªa de seis familias, que el dolor se instal¨® el otro d¨ªa en el barrio de Virgen del Puerto.
Vi en la televisi¨®n las caras de dolor de la viuda y de los hijos del ¨²ltimo hombre asesinado. Nadie volver¨¢ a verlos, no dar¨¢n ruedas de prensa, no le har¨¢n pagar a nadie por su terrible desdicha, el dolor se mostrar¨¢ s¨®lo en su peque?o entorno familiar y vecinal. Mientras, otros proclamar¨¢n su dolor a los cuatro vientos, un dolor que parece que justifica todo, hasta esos peque?os gestos en los que se les escapa el mensaje: "T¨² que eres de Madrid, no eres de los m¨ªos".
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