Capriati regresa a la ¨¦lite tras pasear por los infiernos
La vida de Jennifer Capriati, ahora ya con 23 a?os, ha dado un vuelco espectacular las dos ¨²ltimas temporadas. Fue una ni?a precoz, la m¨¢s coreada por los medios de comunicaci¨®n estadounidenses, y hasta los 15 a?os atesor¨® un buen n¨²mero de r¨¦cords hasta que Martina Hingis se los fue desbaratando. Sin embargo, su estrella comenz¨® a languidecer cuando ten¨ªa solamente 17 a?os e, incapaz de sorportar la presi¨®n a que se ve¨ªa sometida, descendi¨® de los cielos para deambular por los infiernos que se concretaron en una detenci¨®n en un oscuro motel en posesi¨®n de algunos gramos de marihuana.Ahora, 10 a?os despu¨¦s de su debut en el tenis profesional, Capriati est¨¢ de vuelta. Ayer consigui¨® eliminar a la japonesa Ai Sugiyama por 6-0, 6-2 y alcanz¨® las semifinales del Open de Australia, las primeras del Grand Slam que disputa desde que era una ni?a (15 a?os), en 1991 en el Open de Estados Unidos.
"S¨ª, lo recuerdo", constata una Capriati que ha superado ya con ¨¦xito la etapa de la pubertad. "Fue contra M¨®nica Seles. Un partido realmente cerrado que no pude ganar. Desde entonces nunca jugu¨¦ bien con excepci¨®n de los JJOO de Barcelona . Todo aquello me parece ya muy lejos. Pero ahora vuelvo a estar ah¨ª".
Antes incluso de cumplir los 14 a?os y de debutar en el circuito profesional de tenis, Capriati, aconsejada por su madre Denise, hab¨ªa ya firmado dos contratos publicitarios que le supusieron un ingreso de unos cinco millones de d¨®lares (m¨¢s de 700 millones de pesetas). Era ya una jugadora perseguida por los agentes de mercadotecnia, simplemente porque a los 13 a?os se hab¨ªa convertido ya en la m¨¢s joven campeona de la historia de la prueba j¨²nior de Roland Garros (luego Hingis le arrebat¨® el r¨¦cord) y del Open de Estados Unidos. A los 14 a?os, fue la semifinalista m¨¢s precoz en la historia del Grand Slam, cuando alcanz¨® esta ronda en Roland Garros en 1990. Despu¨¦s fue tambi¨¦n la m¨¢s joven en entrar en el grupo de las diez primeras del mundo.
Su universo lo constitu¨ªa una gran habitaci¨®n multicolor en la que acab¨® por sentirse aprisionada. Le llov¨ªan los contratos, pero tambi¨¦n las obligaciones. Se mov¨ªa s¨®lo entre las habitaciones del hotel y las pistas de tenis, y ella quer¨ªa recuperar un mundo infantil que se dio cuenta que estaba perdiendo. Pidi¨® un receso. Pero su padre, Stefano Capriati, no estaba en disposici¨®n de escuchar sus ruegos, deslumbrado por toda la parafernalia y el brillo del dinero que le rodeaba.
En 1993, Jennifer ten¨ªa 17 a?os y dijo basta. Se enfrent¨® a su padre cuando descubri¨® que hab¨ªa cambiado de residencia y de entorno sin comunic¨¢rselo, con el dinero que ella hab¨ªa ganado. Capriati quiso recuperar el tiempo perdido. Regres¨® a la escuela, se independiz¨® de la familia y su vida se convirti¨® en un torbellino imparable. Entre 1994 y 1995 fue denunciada por haber robado un anillo en unos almacenes en Florida, y despu¨¦s acusada de tenencia de droga. La imagen de ella que dio la vuelta al mundo era pat¨¦tica: una joven sobrepasada de peso, mal vestida, abandonada.
Pero ah¨ª toc¨® fondo. Ayudada por sus padres y por su hermano, Jennifer se rehabilit¨®. Intent¨®, a¨²n sin mucha convicci¨®n, regresar al mundo del tenis, pero fracas¨® en sus primeros intentos. Hasta que en marzo de 1999, alguien la puso en contacto con el ex jugador Harold Solomon. "Empezaba a sentirme desesperada porque no encontraba a nadie que pudiera ayudarme, cuando le comentaron su nombre a mi padre", explica Capriati. "Me pregunt¨® al respecto y respond¨ª que no ten¨ªa nada que perder. Que iba a probar de trabajar con ¨¦l".
Antes de pegar la primera bola, tuvieron una larga conversaci¨®n en la que Solomon se interes¨® por su estado, sus sentimientos, sus ganas de trabajar y sus aspiraciones ten¨ªsticas. Despu¨¦s le dijo: "Creo que puedes llegar donde t¨² quieras, incluso tal vez a ser n¨²mero uno. Pero debes estar dispuesta a luchar por ello". "Es exactamente lo que yo quiero", respondi¨® Capriati. Y comenzaron a andar. Al final de 1998, Jennifer estaba por encima de las 100 primeras jugadoras mundiales. Al t¨¦rmino de 1999 ocupaba el puesto 23? y hab¨ªa ganado ya dos torneos. Ayer, en Melbourne, lleg¨® la confirmaci¨®n de su regreso definitivo. Lleg¨® a las semifinales, donde se enfrentar¨¢ a su compatriota Lindsay Davenport.
Para conseguirlo s¨®lo necesit¨® 55 minutos, los que le dur¨® en la pista la japonesa Ai Sugiyama, aunque menos tiempo necesit¨® Davenport, la n¨²mero dos mundial, que despach¨® a la francesa Julie Halard-Decugis en s¨®lo 47 minutos y tres juegos en contra (6-1, 6-2).
Davenport alcanz¨®, as¨ª, su octava semifinal en los 10 ¨²ltimos torneos de Grand Slam que ha disputado.
Curiosamente Davenport, una de las grandes fuerzas ten¨ªsticas de los ¨²ltimos a?os, tiene exactamente la misma edad que la Capriati. As¨ª lo recordaba ayer. "La de Jennifer es una de las mejores historias que el tenis femenino ha sido capaz de acoger en su historia", dijo Davenport. "Cuando yo ten¨ªa 13 a?os, ella se hizo profesional y enseguida se convirti¨® en mi ¨ªdolo. "Lo hac¨ªa tan bien todo... Era incre¨ªble, ese nivel a los 13 a?os... Y luego, la historia oscura que ha tenido que superar, los a?os en los que nada le sali¨® bien. Y ver que lo ha superado, y que est¨¢ aqu¨ª de nuevo..."
Capriati sigue con la intenci¨®n de continuar escribiendo su historia m¨¢gica en las ¨¢ridas pistas australianas. Ante la jugadora japonesa, que arrastraba una lesi¨®n producida cuando elimin¨® a Mary Pierce, Capriati se apunt¨® los 10 primeros juegos de forma incontenible. "Es alucinante, soy tan feliz, no me lo puedo creer", exclam¨® la jugadora norteamericana, que entre 1994 y 1998 s¨®lo fue capaz de ganar un partido en un torneo del Grand Slam.
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