?Nacionalismo contra nacionalismo o izquierda contra derecha?
Lo peor que nos puede pasar es que la pr¨®xima campa?a electoral se acabe convirtiendo en un rifirrafe de insultos y peleas fundamentalistas sobre el ser o no ser de nuestro pa¨ªs y sobre la bondad o la maldad de nuestras identidades colectivas. Que a estas alturas nos desga?itemos sobre la espa?olidad o la antiespa?olidad, metiendo incluso a las Fuerzas Armadas en el l¨ªo y convirtiendo la Constituci¨®n en una especie de sudario inmaculado, sagrado e intocable, que haga de "detente, bala", frente a los envites del enemigo interno o, al rev¨¦s, en un trozo de papel inmundo que hay que quemar en la hoguera del centralismo, es llevarnos a mil millones de kil¨®metros de distancia de los problemas y las aspiraciones reales de la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos y las ciudadanas de este pa¨ªs.Pero ah¨ª estamos. O, m¨¢s exactamente, ah¨ª est¨¢ el PP, intentando llevar a todos los rincones de Espa?a un mensaje elemental cuyos t¨¦rminos son, m¨¢s o menos, los siguientes: "Nuestro partido est¨¢ dispuesto a defender en solitario la unidad y el ser de una Espa?a gloriosa amenazada de muerte por todos los dem¨¢s partidos y grupos pol¨ªticos, unos mediante la violencia, otros mediante la desidia y la descomposici¨®n". Todo complementado con una visi¨®n oscura del pasado, que ha llevado incluso al ministro Piqu¨¦ a repudiar en p¨²blico, con golpes en el pecho, su terrible pasado de antifranquista en las filas del hist¨®rico PSUC para demostrar a sus colegas de ahora que por fin ha encontrado la recta v¨ªa de la espa?olidad de siempre.
En definitiva, se trata de llevar a toda Espa?a la estrategia de bipolarizaci¨®n que el PP ha puesto en marcha en Euskadi, que ha ensayado ya en Ceuta y Melilla y ha seguido ensayando con homenajes a una Constituci¨®n que muchos de sus dirigentes cuestionaron o repudiaron hace veinte a?os -empezando por el propio presidente del Gobierno, Jos¨¦ M. Aznar- y con proclamas de fidelidad a figuras hist¨®ricas, como un Ortega y Gasset fuera de contexto, que, sin duda, seguir¨¢n sacando impunemente de sus mausoleos.
Naturalmente, en una sociedad democr¨¢tica todos tienen derecho a expresar sus opiniones. Pero ¨¦ste no es un problema de opini¨®n. El verdadero problema es que el PP est¨¢ absolutamente solo en el espacio pol¨ªtico espa?ol y no tiene ninguna posibilidad de forjar alianzas estables con alguna otra fuerza. Por esto intenta definir este espacio pol¨ªtico como un terreno en el que s¨®lo hay dos adversarios reales: los que defienden la verdadera Espa?a, o sea el propio PP, y los que est¨¢n en contra de ella, o sea, los nacionalismos radicales. Los dem¨¢s, o est¨¢n fuera de juego o vagabundean de un lado a otro sin ideas ni propuestas. Todo su mensaje se basa en esta supuesta bipolaridad y, por consiguiente, toda su estrategia electoral se plantear¨¢ y se desarrollar¨¢ como un combate entre dos nacionalismos, el centralista y los perif¨¦ricos, con un PSOE y otras fuerzas moderadas m¨¢s o menos ninguneados en la ancha estepa de la confusi¨®n.
Este programa chocar¨¢, desde luego, con muchos escollos en sus propias filas. Uno de ellos es que en los ¨²ltimos cuatro a?os el PP ha gobernado gracias al apoyo de algunos de los nacionalistas que dice querer combatir a fondo.
Otro es que estos mismos nacionalistas en Catalu?a y las islas Canarias han gobernado, a su vez, gracias al apoyo del PP. Por esto asistiremos a una prolongada ceremonia de la confusi¨®n en la que, para hacer olvidar estos pactos esp¨²reos, mientras dure la campa?a electoral, unos y otros intensificar¨¢n el ruido dial¨¦ctico y se cubrir¨¢n de unos insultos m¨¢s fuertes que los acostumbrados.
Pero ¨¦sta es s¨®lo una parte del asunto. Desde su atalaya solitaria, y con este escenario rocambolesco de grandes tensiones patri¨®ticas y de encontronazos violentos, el PP intenta, adem¨¢s, eliminar o difuminar la otra l¨ªnea divisoria, la aut¨¦ntica, la real y concreta, que es la divisoria entre la derecha y la izquierda. ?sta es la que se disputa de verdad, con una l¨®gica diferente de la otra, la de los nacionalismos enfrentados.
En las elecciones de 1996, que gan¨® el PP casi por los pelos, hubo de hecho una mayor¨ªa de izquierda que no se materializ¨®, entre otras cosas, porque era el momento absurdo de aquella "pinza" en que se meti¨® la direcci¨®n de Izquierda Unida, con los resultados conocidos. Desde entonces, la izquierda ha aumentado sus posibilidades, tanto en el n¨²mero de votos como en la gestaci¨®n de acuerdos y alianzas, y el resultado est¨¢ ah¨ª: el PP ha perdido el gobierno de tres comunidades aut¨®nomas -Asturias, Arag¨¢n y Baleares-, ha perdido tambi¨¦n el gobierno de un n¨²mero importante de ayuntamientos y ha visto c¨®mo sub¨ªa la izquierda plural en las elecciones europeas.
Si el PP no tiene posibilidad alguna de forjar alianzas s¨®lidas con otras fuerzas, la izquierda ha demostrado que es capaz de crear alianzas m¨²ltiples entre sectores muy diversos de izquierda o de centro, regionalistas o nacionalistas. Y esto es lo que el PP teme por encima de todo. Cuando el propio presidente Aznar criticaba violentamente la reuni¨®n entre Joaqu¨ªn Almunia, Narc¨ªs Serra y Pasqual Maragall sobre las posibles alianzas del PSC con Esquerra Republicana e Iniciativa por Catalunya, lo que de verdad hac¨ªa era expresar su angustia ante una estrategia de la izquierda que avanza, sin que el PP pueda frenarla m¨¢s que con gritos patri¨®ticos del pasado.
Esta izquierda es, ciertamente, muy plural, incluso contradictoria en tal o cual punto program¨¢tico, pero es una izquierda que se enfrenta a una derecha y que frente a la reivindicaci¨®n de una Espa?a dispuesta a levantar las banderas tradicionales y a combatir identidades plurales en nombre de una identidad ¨²nica lo que intenta no es romper unidades, sino organizar de otra manera un Estado descentralizado y federal, que es lo que pretend¨ªa casi toda esta misma izquierda cuando se elabor¨® la Constituci¨®n.
Estamos, pues, ante dos l¨ªneas pol¨ªticas. Entre ellas se mezclan, ciertamente, otras propuestas, como las de unas fuerzas nacionalistas que intentan mezclar las dos l¨ªneas en una sola y otras que, mediante la violencia, pretenden romper toda la baraja. Pero lo que de verdad est¨¢ en juego en las pr¨®ximas elecciones es si nos meteremos en una confrontaci¨®n bipolar, como la que busca desesperadamente el PP, o si la izquierda, que pretende modernizar la estructura de nuestro Estado en un sentido federal y abierto al reto de la nueva Europa en construcci¨®n, derrotar¨¢ o no a una derecha agarrotada en su soledad.
Jordi Sol¨¦ Tura es diputado por el PSC-PSOE.
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