Chile: Regreso al futuro
El resultado de las elecciones presidenciales chilenas, con la victoria del socialista Ricardo Lagos sobre el pospinochetista Joaqu¨ªn Lav¨ªn, podr¨ªa parecer, a primera vista, un regreso o un reencuentro con el pasado.Lagos, aparentemente, empalma con Allende, el ¨²ltimo presidente socialista de Chile, derrocado y asesinado por el golpe del general Augusto Pinochet en septiembre de 1973; y Lav¨ªn, candidato perdedor pero por un margen brillantemente estrecho, es un representante de la derecha pinochetista, que, si hubiera ganado, ser¨ªa hasta cierto punto el sucesor del general. El cambio de siglo, que se produjo entre 1989 -ca¨ªda del muro- y 1991 -ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica- ha hecho, sin embargo, que esos reencuentros lo sean con el futuro mucho m¨¢s que con el pasado.
No s¨®lo Lagos no es Allende, sino que el socialismo tampoco es ya el socialismo, y, por a?adidura, el presidente electo es quien es porque el marxista del palacio de La Moneda fue quien fue. De igual forma, Lav¨ªn puede ahora negar a Pinochet, porque el general trabaj¨® tan bien desde su deplorable punto de vista, como Allende lo hizo mal, desde el de la idea universal de progreso.
El mundo al que llega ese peculiar reencuentro es, por a?adidura, aquel en el que se ha producido la convergencia inevitable entre lo que queda de socialismo -o de lo que parece posible bajo la advocaci¨®n del socialismo- y la pujante versi¨®n de la derecha, con toda seguridad neoliberal, y veros¨ªmilmente democr¨¢tica. Es lo que, entre otras cosas, se llama hoy mundializaci¨®n.
Tras el hundimiento del marxismo-leninismo, el arco pol¨ªticamente viable de lo que se denomina a s¨ª misma izquierda se extiende de Blair a Jospin, de una u otra tercera v¨ªa a la socialdemocracia de la posguerra, aquella que Allende -y tambi¨¦n Lagos en su d¨ªa- observaba con la conmiseraci¨®n que merec¨ªan unos t¨ªmidos compa?eros de viaje de los que cab¨ªa esperar cualquier traici¨®n; y la derecha, sociol¨®gicamente pinochetista, por su parte, es la que ya no necesita desplazar violentamente a nadie del poder, y puede permitirse el lujo de actuar de manera democr¨¢tica. Es, en ambos casos, no el recuerdo de su propia historia -que los dos quieren olvidar- lo que les ha servido para estar donde est¨¢n: a Lagos para obtener la presidencia chilena, y a Lav¨ªn para hacerse con el mejor resultado electoral de la historia de la derecha en su pa¨ªs.
Por ello, el presidente socialista no se ha apoyado en su apretada victoria en que hubiera una vez un presidente Allende, sino en que hubo un general Pinochet, que, como la estatua del comendador, ha acampado estos d¨ªas en la mente de todos los chilenos, aunque ambos l¨ªderes acordaran dejar la menci¨®n expl¨ªcita del general fuera de la campa?a; y, de la misma manera, Lav¨ªn contaba para engrosar su cuenta de votos mucho m¨¢s con que una vez existi¨® Allende, que con que a ¨¦ste le sucediera por la fuerza el ahora ya impresentable Pinochet. El recuerdo del pasado, pero no del propio sino del ajeno, les hac¨ªa el av¨ªo a ambos para este aterrizaje en el futuro que, si es verdad que prolonga el gobierno de los partidos de centro izquierda integrantes de la actual concertaci¨®n, no es menos cierto que deja a Lav¨ªn admirablemente colocado para optar dentro de unos a?os a la presidencia del pa¨ªs.
?Estamos ante una s¨ªntesis de la historia chilena, de la misma forma como se dice que De Gaulle recogi¨® los flecos pendientes de la Revoluci¨®n Francesa y de la contra-revoluci¨®n? Chateaubriand escribi¨® que lo que hab¨ªa que hacer en Francia, a la restauraci¨®n de la monarqu¨ªa con Luis XVIII, "no era una contra-revoluci¨®n, sino lo contrario de la revoluci¨®n". Eso es, quiz¨¢, en lo que se halla el mundo en este fin del siglo XX, que tambi¨¦n viene a ser lo contrario de la revoluci¨®n de la izquierda desarrollada en los 50 a?os anteriores, y en la que podr¨ªamos incluir desde el Estado-Providencia de la socialdemocracia hasta los excesos del llamado socialismo real. Por eso, Lagos y Lav¨ªn, aunque se ojeen con mal disimulada incomodidad, pueden hoy estar de acuerdo en algo que por lo menos es esencial: Pinochet, nunca m¨¢s.
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