Lo posprivado
Tras la Gran Depresi¨®n de 1873, la concentraci¨®n industrial y bancaria se hab¨ªa acelerado tanto que dos economistas norteamericanos, J.B. Clark y J. M. Clark, escribieron esto: "El tama?o de las actuales fusiones es alarmante. Si regres¨¢ramos al periodo Carbon¨ªfero, cuando se repobl¨® la Tierra por los dinosaurios, las modificaciones que se registraron en la vida animal apenas ser¨ªan m¨¢s espectaculares que las provocadas por esas corporaciones monstruosas en el mundo de los negocios". Este p¨¢rrafo incluido en The Control of Trust fue escrito en 1912. Pero ?qu¨¦ les parecer¨ªa a este d¨²o de Clarks c¨®mo est¨¢n hoy las cosas? Walther Rathenau, fundador de AEG, se escandalizaba en 1913 por que unos trescientos hombres de entonces, conocidos entre s¨ª, estuvieran decidiendo el porvenir de Europa. Actualmente, esa ¨¦lite se ha reducido a 150.Los fines del siglo XX y el comienzo del XXI contemplan las mayores fusiones absolutas y relativas del capitalismo. En 1996 se produjeron 211 megaanexiones, con un volumen total de unos 200 billones de pesetas. Tres a?os m¨¢s tarde, su n¨²mero pas¨® a ser de 476, con un total de 550 billones de pesetas. ?Est¨¢ agot¨¢ndose ya el proceso? Las previsiones son que la tendencia no ha hecho m¨¢s que empezar.
Hoy mismo se re¨²nen en Davos (Suiza) grandes representantes del capitalismo internacional en el m¨¢ximo meeting anual para sopesar el estado general del mundo y la previsible marcha de las cosas. Para algunos observadores se trata de una nueva cumbre al modo de Seattle, la segunda congregaci¨®n de los protagonistas econ¨®micos mundiales ante los cuales ha nacido una activa desconfianza social. El mundo de las grandes empresas no es ya, efectivamente, un departamento de la realidad. La efectividad de su imperio convierte las mayores multinacionales en decisivos reinos del planeta.
Un estudio de Fre¨¦deric F. Clairmont publicado en Le Monde Diplomatique el pasado diciembre dec¨ªa que las 200 sociedades de mayor capitalizaci¨®n burs¨¢til superan ya la suma del producto interior bruto de 150 naciones. Congruentemente, los consejos de administraci¨®n de esas compa?¨ªas ostentan m¨¢s poder que numerosos jefes de Estado, pero incluso m¨¢s que las coaliciones de varios jefes de Estado. En consecuencia, ?c¨®mo no coligarse tambi¨¦n en contra de esos conglomerados capaces de determinar el sentido y el destino de la humanidad?
Las manifestaciones de Seattle, contra las malas consecuencias de la globalizaci¨®n, fue una se?a de la subversi¨®n respecto a los abusos de las macrocorporaciones, pero la oposici¨®n hab¨ªa empezado tiempo atr¨¢s gracias a las organizaciones de consumidores, las asociaciones ecol¨®gicas y las ONG. Shell, acechada por Greenpeace, se vio obligada a adoptar un c¨®digo ¨¦tico y difundir anualmente un informe de sus efectos sobre el entorno. Nike, acusada de explotar mano de obra infantil en pa¨ªses del Tercer Mundo, publica ahora una meticulosa relaci¨®n de sus centros de trabajo. Coca-Cola, como consecuencia de sus contaminaciones en B¨¦lgica, ha destituido a su presidente Douglas Ivester en diciembre, y ha transformado su pol¨ªtica de control descentralizado. Nuevas compa?¨ªas, como Cisco Systems, ocupada en Internet, han donado ordenadores a las escuelas, han entregado ayudas a Netaid para ?frica y han postulado la condonaci¨®n a la deuda del Tercer Mundo. As¨ª, hasta cientos de expedientes. De hecho, cada vez m¨¢s, las grandes empresas se ven obligadas a responder, como si de poderes p¨²blicos se tratara, a la opini¨®n p¨²blica y necesitan atender a los ciudadanos, clientes o no, con la atenci¨®n que los partidos prestan -supuestamente- a sus electores. ?Se moderar¨¢ de esta manera su poder? ?Se corregir¨¢ su fuerza? Es posible que tampoco, pero un nuevo fen¨®meno empieza a insinuarse: tras la oleada de privatizaciones de empresas p¨²blicas surge ahora, como un bucle, una posprivatizaci¨®n o la necesaria publicitas de lo privado.
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