M¨¢rtires
J. M. CABALLERO BONALD
Seg¨²n nos ense?a la Iglesia cat¨®lica, la categor¨ªa de m¨¢rtir es el primer pelda?o para acceder a la santidad. O sea, que despu¨¦s de esa primera inscripci¨®n en el martirologio, se puede optar en su d¨ªa a la beatificaci¨®n y, finalmente, en casos muy selectos, a la canonizaci¨®n. A partir de ah¨ª, ya no hay posibilidad de reconocer mayores virtudes en una persona, con lo que ¨¦sta pasa a formar parte imperecedera del canon de los santos. Pero no es a ninguna subida a los altares a lo que ahora quer¨ªa referirme, sino al censo de m¨¢rtires propuestos por la Iglesia espa?ola para la conmemoraci¨®n ecum¨¦nica que tendr¨¢ lugar en el Coliseo de Roma, tras los fastos inaugurales del Jubileo 2000.
He le¨ªdo con el natural asombro que Espa?a aporta a ese proyecto de cat¨¢logo martirial nada menos que 10.000 nombres, siendo con enorme diferencia el pa¨ªs de m¨¢s espectacular exuberancia en este sentido. Basta se?alar que M¨¦xico ocupa el segundo lugar, con 200. Resulta de veras abrumador el simple hecho de reunir semejante multitud de espa?oles merecedores de esa primera escalada hacia la santidad. La mayor¨ªa de ellos se hizo acreedor al martirio durante la guerra civil y, naturalmente, todos proceden de las zonas que segu¨ªan siendo republicanas. Ignoro c¨®mo se ha verificado el escrutinio ni en qu¨¦ testimonios se ha basado el rastreo de candidatos, pero me imagino que la Iglesia, tan inquebrantablemente adicta al Movimiento nacional, ha sabido mantener en muy buen estado los archivos de la memoria. De todos modos, documentar 10.000 presuntos m¨¢rtires, am¨¦n de desorbitado, es tarea que exige una rebusca casi enfermiza por las feligres¨ªas todas del pa¨ªs. Supongo que no ha tenido que ser nada f¨¢cil distinguir entre los que dieron la vida por su fe y los que murieron porque pasaban por all¨ª.
Recu¨¦rdese que, entre otras clarividencias, P¨ªo XII nos hizo saber, a rengl¨®n seguido del triunfo de la cruzada, que Espa?a era la "naci¨®n elegida por Dios" para atajar al ate¨ªsmo materialista. No se equivocaba. El nacionalcatolicismo constituy¨®, en efecto, una barrera inexpugnable contra cualquier atisbo de menoscabo religioso, a la vez que propiciaba en el bando enemigo una cantera potencial de m¨¢rtires. Todo eso est¨¢ ya escrito en el catecismo de la historia. Pero me sigue pareciendo inaudito que esos m¨¢rtires formen legi¨®n y vayan a ocupar ahora esa inmensa antesala del Vaticano donde se negocian los integrantes futuros del santoral.
Por supuesto que no estoy aludiendo para nada a las atrocidades impl¨ªcitas en toda persecuci¨®n religiosa, s¨®lo trato de explicarme ese renovado acopio de m¨¢rtires que afecta corporativamente a nuestros obispos. Si no fuese una redundancia, dir¨ªa que a santo de qu¨¦ viene todo eso. En cualquier caso, ante esos 10.000 aspirantes al martirologio, no puedo evitar cierta curiosidad malsana y alg¨²n particular enojo comparativo. O sea, que lo que ahora me pregunto es m¨¢s bien una simpleza: c¨®mo es posible que el Vaticano vaya a programar tan anacr¨®nico espect¨¢culo en el Coliseo romano, junto cuando los m¨¢rtires ya nos e parecen en absoluto a los que ahora se pretenden exaltar. No es por nada, sino por todo.
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