Desmovilizaci¨®n
El tel¨¦fono m¨®vil le salv¨® la vida al general. Avisado por el conductor del retraso del coche oficial, el militar esper¨® en casa unos minutos, los mismos que el teniente coronel Blanco Garc¨ªa pas¨® en la calle Pizarra antes de morir. Qu¨¦ bueno este adelanto celular que evita una muerte. ?O la bondad ser¨ªa la del mal tr¨¢fico madrile?o -el Buen Atasco-, que tuvo al coche parado m¨¢s de lo habitual en la calle de Alcal¨¢? Los asesinos apostados en la calle tambi¨¦n utilizaban un moderno artilugio para accionar a distancia el explosivo. ?Buen invento, p¨¦rfido invento? Seg¨²n se mire desde un lado de la calle o desde el otro. Desde los ojos del criminal etarra o los de la viuda repentina en cuya casa no son¨® el tel¨¦fono.En las navidades pasadas se han vendido en Espa?a dos millones de tel¨¦fonos celulares, sumando as¨ª un total de ocho millones en el a?o 99. ?Cu¨¢ntos habr¨¢n comprado ese aparato para ordenar matanzas y seguimientos? Una gran cantidad de los nuevos usuarios son adolescentes, y sus padres se sienten ahora tranquilos porque pueden llamarles desde casa en la noche del s¨¢bado para saber si se portan bien. El tel¨¦fono m¨®vil no impedir¨¢ que algunos lleguen m¨¢s tarde de lo que hab¨ªan acordado con los padres. Atascos.
En los ¨²ltimos a?os un buen n¨²mero de escritores que colaboran regularmente en la prensa han escrito art¨ªculos contra los m¨®viles; parec¨ªa un signo de distinci¨®n intelectual hostigar la horterada del ejecutivo en cobertura permanente, los pitidos del "m¨®vil del crimen" a mitad de una ¨®pera. Las razones eran fundamentalmente est¨¦ticas, pues para eso estamos, para paliar la fealdad del mundo. Yo, no queriendo ser menos, escrib¨ª dos o tres.
La situaci¨®n ha cambiado. Algunos de los m¨¢s hirsutos adalides del anti-consumismo lo defienden, lo llevan incluso por la calle, y este peri¨®dico le dedica el 25 de enero un editorial perentorio, 'Nadie sin m¨®vil', t¨ªtulo que, no s¨¦ por qu¨¦, me record¨® esl¨®ganes militares: 'Joven, la Legi¨®n te espera'. Soy consciente de que muy pronto, si no ya, meterse con estos aparatos ser¨¢ visto como una cursiler¨ªa cavern¨ªcola; algo parecido a lo que fue en su d¨ªa atacar desde la cima del arte las bajezas del cine, o reconocer en una entrevista el poeta que en su casa no entraba el televisor. ?Trasnochados!
Reconocer la utilidad circunstancial de los m¨®viles no me cuesta nada; los cirujanos, los viejos solos, los monta?eros en la ventisca, el agente secreto. Tambi¨¦n acepto que estos tel¨¦fonos est¨¢n, como dec¨ªa el editorialista de EL PA?S, "transformando progresivamente los modos de vida". Lo de "progresivamente" ya me escama; ?es un adverbio temporal o pol¨ªtico? Si la intenci¨®n del editorialista es la segunda, discrepo.Y aprovecho para decir -ignorando si soy el ¨²nico, o hay m¨¢s lectores y amigos de la casa que comparten mis sentimientos- que el editorial me result¨® muy decepcionante. Y hacia el final, cuando sosten¨ªa que "nada ha contribuido m¨¢s a recuperar la ch¨¢chara vecinal de otros tiempos como la red de tel¨¦fonos celulares", dolorosamente rid¨ªculo.
Ni la tendencia aislacionista de la sociedad urbana la remedia esta deficiente extensi¨®n callejera -'kale borroka' a veces, por el ruido que mete- de la telefon¨ªa (invento, ¨¦ste s¨ª, progresivo), ni por nada del mundo el aparatito celular invita, seg¨²n dec¨ªa el editorial, a una "m¨¢gica oralidad". Como persona a quien gusta escribir y recibir cartas, sean de papel escrito o electr¨®nicas, y hablar mucho con los dem¨¢s, pero tambi¨¦n reclama su derecho a la intimidad, a los espacios p¨²blicos serenos, me parece que lo progresista, lo civil, lo urgente, es establecer cortapisas al uso indiscriminado y grosero del m¨®vil en cualquier lugar y situaci¨®n. ?O se considera ch¨¢chara de valor social la presencia, en un vag¨®n de tren donde ciertas personas quieren leer un libro o ensimismarse, de quince desga?itados dando ¨®rdenes a la secretaria y anunciando, como un altavoz ferroviario, su llegada a la pr¨®xima estaci¨®n? La oralidad es un bien demasiado humano como para fiarlo a un servicio que hoy por hoy s¨®lo contribuye al griter¨ªo, el cotilleo, la marginaci¨®n del interlocutor de carne y hueso y el triunfo del c¨®gito interruptus.
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