Hotel Pallardonia
Hace muchos a?os, a principios de los setenta para ser exactos, hab¨ªa en esta ciudad una emisora de radio cuyos programas musicales no s¨®lo no ofend¨ªan la sensibilidad del oyente, sino que proporcionaban gran solaz al adolescente alternativo de la ¨¦poca. Este ben¨¦fico ente sonoro se llamaba Radio Juventud y contaba entre sus filas con personajes como Constantino Romero, que sab¨ªa ingl¨¦s y pon¨ªa unos discos buen¨ªsimos (de ah¨ª nuestra melancol¨ªa actual cuando le vemos presentando esos horribles concursos televisivos que perpetra La Trinca), ?ngel Casas (creo que anda perdido por alg¨²n canal del Hispasat, as¨ª que ruego a los marcianos que nos lo devuelvan y que se queden, si ¨¦se es su antojo, con Pepe Navarro) y Rafael Turia (un simp¨¢tico valenciano del que no he vuelto a saber nada: agradecer¨¦ noticias sobre su actual paradero medi¨¢tico).Hab¨ªa tambi¨¦n un tr¨ªo de amigotes compuesto por Jordi Estadella, Jos¨¦ Mar¨ªa Pallard¨® y una chica francesa llamada Fran?oise cuyo apellido no he conocido jam¨¢s. Sus programas, esos que alegraban la vida del adolescente alternativo, ten¨ªan t¨ªtulos como El clan de la una y Al mil por mil, y a m¨ª me gustaban mucho a pesar de que, ya entonces, el gran Pallard¨® mostraba una insana querencia por los Eagles, un grupo que siempre me ha dado mucha grima. Fran?oise pon¨ªa su voz insinuante y Estadella hac¨ªa el ganso a conciencia con su personaje Tito B. Diagonal, un pijeras pat¨¦tico, de los de Sebago y Lacoste, a medio camino entre un figurante de un cuadro de Grosz y el inefable Salvador Sostres. Les doy mi palabra de que Fran?oise, Estadella y Pallard¨® eran de lo m¨¢s estimulante que se pod¨ªa escuchar en aquellos tiempos. Pero un mal d¨ªa todo se acab¨®. Cerr¨® sus puertas Radio Juventud. Fran?oise se puso a llevar el restaurante de la Fundaci¨®n Mir¨®, donde a¨²n sigue. Estadella se hizo famoso como presentador de televisi¨®n. Y Pallard¨®... Bueno, para Pallard¨® empez¨® un largo periodo de ostracismo profesional en Radio Nacional de Espa?a, que le convirti¨® en un hombre cuya manera habitual de comunciarse con sus semejantes era el sarcasmo.
Durante los ¨²ltimos a?os me he cruzado con Pallard¨® un mont¨®n de veces, siempre en los mismos sitios: el videoclub Videoinstan y los pasillos de RNE. En el videoclub sol¨ªa quedarse contemplando fatalistamente la car¨¢tula de una pel¨ªcula de Chuck Norris, como si de esta manera entendiera a la perfecci¨®n por qu¨¦ la sociedad occidental se estaba yendo retrete abajo. En los pasillos de RNE, mientras yo sal¨ªa de alguna apasionante tertulia sobre los derechos de las minor¨ªas o la extinci¨®n del bucardo, Pallard¨® despotricaba de la empresa, de la ¨¦poca, del mundo en general...
Por eso me alegr¨¦ de verlo tan contento la otra tarde en el Dry Martini, donde se presentaba el nuevo programa de radio del tr¨ªo c¨®mico-musical Estadella-Fran?oise-Pallard¨® Al 2000 por 1000 (Radio Club 25). El hombre, era evidente, se hab¨ªa quitado un peso de encima: finiquito en mano, hab¨ªa huido de RNE dispuesto a revivir los mejores a?os de su vida en compa?¨ªa de sus viejos amigos. Desempolvados los discos de los Eagles, Pallard¨® vuelve a la carga y lo hace con la misma energ¨ªa de hace un cuarto de siglo. ?Nostalg¨ªa? Algo de eso hay, pero no es lo ¨²nico: en el penoso panorama de la radiof¨®rmula, Pallard¨® es un pinchadiscos con actitud, y eso es algo que se agradece un mont¨®n.
?Exagero si digo que Pallard¨® es nuestro Wolfman Jack, el atrabiliario radiofonista de American Graffiti? No demasiado. Lo que pasa es que esto no es Am¨¦rica y nos molesta mucho reconocer los m¨¦ritos de alguien cuando podemos enviarle al pasillo a pudrirse hasta que no pueda m¨¢s y se vea obligado a acudir a un videoclub en el que el careto cazurro de Chuck Norris le recuerde lo mal que est¨¢ todo.
Cuando me fu¨ª del Dry Martini sonaba, gracias a Pallard¨®, Hotel California, una canci¨®n que, si hace tan feliz a mi amigo, tal vez no sea tan repugnante como a m¨ª me lo ha parecido siempre.
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