La nueva izquierda
Agradezco a Walter Veltroni, secretario del DS (Partido de los Dem¨®cratas de Izquierda), su muy cordial invitaci¨®n para asistir al primer congreso de dicha formaci¨®n pol¨ªtica, que acaba de concluir en Tur¨ªn con la asistencia de Massimo d'Alema, presidente del Consejo de Ministros de Italia.La convocatoria del DS no puede ser m¨¢s oportuna. Han concluido, con el siglo y el milenio, dos teor¨ªas reductivistas de la econom¨ªa y la sociedad. El llamado "socialismo real", que no era ni socialismo ni real, sino la fachada totalitaria y dogm¨¢tica de una econom¨ªa sin libertad ni eficacia, muri¨® al caer el muro de Berl¨ªn en 1989. En su lugar, otro dogma, el de la libertad irrestricta del mercado, fue puesto en pr¨¢ctica por los Gobiernos de Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en la Gran Breta?a. Supuestamente abandonadas a la mano divina del mercado, las fuerzas econ¨®micas, concentradas en la c¨²spide, poco a poco (trickle down) ir¨ªan goteando sus beneficios hacia las mayor¨ªas. Tampoco sucedi¨® as¨ª. La concentraci¨®n en la cima se qued¨® en la cima y, como oportunamente -como siempre- lo indic¨® John Kenneth Galbraith, la ausencia del Estado se convert¨ªa en brutal presencia del Estado apenas se trataba de aumentar los gastos militares o salvar a bancos defraudadores o quebrados. Al cabo, el neoconservadurismo aument¨® las distancias entre ricos y pobres, desprotegi¨® a ¨¦stos, concentr¨® la riqueza y consagr¨® la filosof¨ªa neodarwinista expresada por Reagan: el que es pobre es porque es holgaz¨¢n.
La gobernanza de los movimientos de centroizquierda en la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos representa, ciertamente, una reacci¨®n contra ambos dogmatismos. Pero tr¨¢tese de los gobiernos de Tony Blair en Inglaterra, Lionel Jospin en Francia, Gerhard Schroeder en Alemania, Massimo d'Alema en Italia, el socialismo escandinavo o el modelo "polder" (bienestar y empleo) holand¨¦s, todos viven una realidad inescapable que es la de la globalizaci¨®n econ¨®mica y todos -a diferencia de la derecha thatcherista y reaganista- deploran, no el hecho de la globalizaci¨®n, sino el hecho de una globalizaci¨®n sin ley, abandonada a su capricho especulativo y superior a toda normatividad nacional o internacional.
Si algo une a la nueva izquierda europea es su decisi¨®n de sujetar la globalizaci¨®n a la ley y a la pol¨ªtica. El Congreso de Tur¨ªn dej¨® constancia de que el "darwinismo global" s¨®lo genera inestabilidad, crisis financieras y desigualdades crecientes. Y que la misi¨®n de la nueva izquierda es controlar la globalizaci¨®n y regular democr¨¢ticamente los conflictos que de ella se derivan. Ello no significa que la izquierda tema a la globalizaci¨®n. Al contrario, ve en los procesos de mundializaci¨®n un nuevo territorio hist¨®rico en el cual actuar.
La globalizaci¨®n le permite a la izquierda llamar la atenci¨®n sobre la distancia creciente entre espacio econ¨®mico y control pol¨ªtico. Existe, en otras palabras, una econom¨ªa veloz y una adaptaci¨®n pol¨ªtica lenta. En estas circunstancias, el control democr¨¢tico se vuelve dif¨ªcil, pero ello mismo obliga a la izquierda a combatir las distorsiones del mercado en la distribuci¨®n de recursos, a equilibrar el mercado con medidas de solidaridad social, defensa del medio ambiente, creaci¨®n de bienes p¨²blicos y prioridad a la pol¨ªtica como instrumento de decisi¨®n racional.
La globalizaci¨®n da enorme influencia a los agentes no-pol¨ªticos y despoja de poder a los poderes electos a favor de los no-electos. El peligro no es ya el "ogro filantr¨®pico", el Estado devorador criticado por Octavio Paz, sino el "ogro desatado", el Mercado sacralizado cuando, en palabras de Milos Forman, "salimos del zool¨®gico y entramos a la selva". Que el mercado y la pol¨ªtica se apoyen mutuamente. Tal es el desideratum de la nueva izquierda. "Vivimos en una econom¨ªa de mercado, pero no es una sociedad de mercado". Esta consigna de Jospin es central a la filosof¨ªa de la nueva izquierda. Pero precisamente porque han surgido nuevas desigualdades al lado de las antiguas, la izquierda reafirma el valor de la igualdad y, lejos de temerle a la globalizaci¨®n, ve en ella un nuevo territorio hist¨®rico en el cual actuar. Norberto Bobbio no ha dejado de insistir en la centralidad del tema igualitario para definir las pol¨ªticas de izquierda. El Congreso de Tur¨ªn lo entiende como valor igual y oportunidades iguales para cada individuo. La globalizaci¨®n, lejos de arrumbar el concepto de la igualdad, lo debe revalorizar en un horizonte ampliado, sin dogmas deterministas, pero con pol¨ªticas tan concretas como puedan serlo, en primer¨ªsimo lugar, la oportunidad educativa en todas sus dimensiones modernas: educaci¨®n b¨¢sica, superior y, desde ahora, vitalicia.
Quienes se oponen a la innovaci¨®n, conducen a los obreros al fracaso. La nueva izquierda no puede ser un neo-luddismo sino una pol¨ªtica de oportunidades crecientes para el trabajo mediante arreglos contractuales que tomen en cuenta no s¨®lo la flexibilidad de las empresas, sino la de los trabajadores. Han muerto el fordismo capitalista y el estajavonismo sovi¨¦tico. M¨¢s que pol¨ªticas de pleno empleo, la izquierda debe definirse a favor del empleo satisfactorio que puede conducir a un creciente empleo con m¨¢s trabajos temporales, de duraci¨®n limitada y movilidad mayor, lo cual, para regresar a la base misma del proyecto, implica contar con sistemas de educaci¨®n y entrenamiento continuos. El Gobierno franc¨¦s es el que m¨¢s r¨¢pida y eficazmente se dio cuenta de que la econom¨ªa moderna multiplica el destino del trabajo e implica mejor salario con menos horas en m¨¢s ocupaciones.
M¨¢s crecimiento con m¨¢s igualdad. Ello requiere medidas tan concretas como la modernizaci¨®n de la infraestructura regulatoria de la econom¨ªa, reformas fiscales, reformas de los mercados financieros, del sector bancario y de las empresas. Ello requiere una constante negociaci¨®n social para combatir la inflaci¨®n aumentando los ingresos reales de los trabajadores. La DS hace notar que entre 1996 y 1998, la izquierda italiana ha logrado un aumento del ingreso real del trabajo del 3% sin inflaci¨®n, en tanto que los precedentes gobiernos tecnocr¨¢ticos permitieron un gran deterioro del salario.
La izquierda puede atestiguar que la globalizaci¨®n no es ni un monstruo ni un valor entre s¨ª. No se trata de sujetarla a un juicio de valor, sino de someterla a poderes pol¨ªticos responsables y elegidos. Hace falta, como insiste Massimo d'Alema, crear una dimensi¨®n pol¨ªtica supranacional para gobernar a la globalizaci¨®n. Gobernada, la globalidad es una oportunidad para todos. Sin gobierno, redunda en anarqu¨ªa y desigualdad para todos. Hoy, globalidad e irresponsabilidad fraternizan en exceso. La izquierda deber¨¢ insistir en la necesidad de un ordenamiento pol¨ªtico internacional que "regule la expansi¨®n y la haga conciliable con los valores de la democracia, de la libertad individual y colectiva, as¨ª como con la justa distribuci¨®n de la riqueza" (d'Alema).
El futuro de la izquierda, ha dicho el primer ministro italiano, es id¨¦ntico a su capacidad de proponer y transformarse. No hay iz-
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Carlos Fuentes es escritor mexicano.
La nueva izquierda
Viene de la p¨¢gina anterior quierda que no sepa proyectar el futuro sin sacrificar valores permanentes de igualdad (no igualitarismo o nivelaci¨®n) junto con valores de libertad para escoger, junto con valores que nos liberen de la necesidad. El capitalismo propone las razones de la econom¨ªa. Pero la democracia propone los valores del consenso pol¨ªtico. En el compromiso entre ambos, la izquierda es el espacio pol¨ªtico en el que los m¨¢s d¨¦biles de la sociedad y del mercado pueden combatir y negociar sus conquistas.
El desaf¨ªo, por supuesto, es muy grande. Otra parte, m¨¢s radical, de la izquierda italiana argumenta que el capitalismo global ha dejado de buscar consensos y viven en constante contradicci¨®n con su propio estado de derecho y sus propias declaraciones de derechos humanos. No hay derechos del hombre. Hay derechos del mercado.
Esta cr¨ªtica radical no excluye, al cabo, las metas de primac¨ªa pol¨ªtica y gobernanza de la globalidad que propone la izquierda reformista. Pensar lo contrario es darle todas las ventajas al statu quo y animar, incluso, el desaliento ante lo supuestamente inevitable. El Congreso de Tur¨ªn ofrece, en cambio, m¨²ltiples pautas para seguir distinguiendo, como nos lo pide Bobbio, a derecha de izquierda, otorg¨¢ndole a ¨¦sta el proyecto de m¨¢s crecimiento con m¨¢s igualdad.
No paso por alto, sin embargo, la saludable actitud de mi amiga Rossana Rosanda: es preferible tener m¨¢s dudas que razonables certezas. Ello, quiz¨¢, tambi¨¦n es parte de una nueva izquierda que abandona los terribles lastres de los dogmatismos que han conducido, una y otra vez, a su fragmentaci¨®n, ayuno propositivo y, al cabo, derrotas. Duele admitir que el caso de la izquierda mexicana es particularmente ilustrativo en este respecto.
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