?Qu¨¦ fue del centro?
El centro como espacio pol¨ªtico tuvo en Espa?a una transcendental significaci¨®n hist¨®rica bajo las siglas de la UCD. Como talante con el que la propia UCD dirigi¨® la transici¨®n, sobrevivi¨® a su matriz originaria y presidi¨® las relaciones entre las fuerzas pol¨ªticas, al menos hasta 1989. En fin, como experiencia pr¨¢ctica ha caracterizado la pol¨ªtica espa?ola con Gobiernos de uno y otro color, tanto por la ¨¦tica de la responsabilidad que el poder impuso al socialismo democr¨¢tico, incluso con mayor¨ªa absoluta, como por la influencia que sobre los Gobiernos de uno y otro signo han tenido las fuerzas nacionalistas vasca y catalana.Hoy, a primera vista, el centro parece amenazado desde dos perspectivas. Una, la ret¨®rica que Ortega hubiera calificado de payasos, tenores y jabal¨ªes. Desgraciadamente, desde hace una d¨¦cada la agresividad entre las fuerzas pol¨ªticas ha ido en aumento. El improperio ha sustituido al razonamiento y al improperio ha seguido la calumnia, calumnia que el esc¨¢ndalo ha tratado de sustantivar y que ha llevado a la criminalizaci¨®n de la discrepancia y la judicializaci¨®n de tantos aspectos de nuestra actualidad pol¨ªtica. Si algo est¨¢ lejos del talante centrista es semejante secuencia. Pero la sensatez de nuestra ciudadan¨ªa ha frustrado la tentaci¨®n demag¨®gica de crisparla y dividirla. Los espa?oles pasan de las querellas e imprecaciones de los pol¨ªticos, y, si es de lamentar que no les tomen muy en serio, hay que felicitarse de que dejen de lado lo que de poco serio se empe?an en introducir en nuestra vida p¨²blica.
Sin embargo, el centrismo parece amenazado tambi¨¦n como pr¨¢ctica en virtud de la polarizaci¨®n pol¨ªtica que trae consigo esta campa?a electoral. La uni¨®n de las izquierdas, que auguro no es m¨¢s que el primer paso de una estrategia audaz, la consiguiente movilizaci¨®n de un voto desilusionado, o incluso marginado, no dejar¨¢ de provocar la consiguiente reacci¨®n por parte de la derecha. A un frente se opondr¨¢ otro. De un lado se caricaturizar¨¢ una mezcla de represi¨®n machista/concentraci¨®n de poder econ¨®mico/neoconfesionalismo, poniendo en el mismo saco stock options y catecismo. Y, por otro, se denunciar¨¢ la amenaza de la hidra roja cuyo aliento inflacionista devastar¨¢ la prosperidad econ¨®mica que, al parecer, nada tiene que ver con el ciclo mundial, con proclividades no ya separatistas, sino de Taifas. Una vez m¨¢s se llamar¨¢ al elector a elegir entre dos modelos de sociedad y tampoco eso tiene mucho de centrismo y, por supuesto, muy poco de realismo.
Pero, felizmente, de la misma manera que el buen sentido ciudadano ha opuesto su moderaci¨®n a la radicalizaci¨®n ret¨®rica, las condiciones objetivas de la sociedad espa?ola embotar¨¢n la radicalidad pol¨ªtica. A decir verdad, tanto el largo Gobierno del PSOE como los cuatro a?os del PP han desmitificado la supuesta peligrosidad tanto de la derecha como de la izquierda. Cada una tendr¨¢ su talante, podr¨¢n hacerlo mejor o peor. Pero, ciertamente, no ponen en cuesti¨®n ni el modelo econ¨®mico-social, ni el Estado de Derecho, ni la posici¨®n internacional de Espa?a. Lo dem¨¢s son servicios p¨²blicos cuyo coste y eficacia es sobre lo que en una campa?a electoral se deber¨ªa discutir a fondo. Parece, adem¨¢s, que ninguna fuerza pol¨ªtica obtendr¨¢ una mayor¨ªa absoluta y la experiencia nos ha ense?ado con UCD, el PSOE y el PP que no hay mejor garant¨ªa de centrismo, es decir, de moderaci¨®n y realismo, que la mayor¨ªa relativa. Esto es, la necesidad de pactar, dialogar y transigir.
El centro, tan a?orado y tan perdido, no est¨¢ enterrado, sino de tal modo introyectado que la realidad espa?ola lo impone incluso a quienes, por estrategia electoral, pretenden alejarse de ¨¦l.
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