El dilema del prisionero.
El enorme esc¨¢ndalo de la financiaci¨®n ilegal de la Democracia Cristiana alemana, sumado a todos los dem¨¢s que se han ido descubriendo en otras democracias europeas a lo largo de los a?os noventa, en Italia, en Francia, en Espa?a..., deja algo absolutamente claro: la corrupci¨®n pol¨ªtica no obedece a causas ideol¨®gicas o culturales. Los casos de financiaci¨®n irregular afectan ya a partidos de la izquierda y de la derecha, del sur y del norte de Europa. La contemplaci¨®n del esc¨¢ndalo de la CDU alemana desde nuestro pa¨ªs nos permite concluir que, al menos en este caso, Europa no es la soluci¨®n.Si los factores relevantes no son ni la cultura pol¨ªtica de los pa¨ªses ni las ideolog¨ªas de los partidos, ?qu¨¦ explica tanta corrupci¨®n? Tal vez, los incentivos institucionales que tienen los partidos en la competici¨®n electoral. La obtenci¨®n de fondos m¨¢s all¨¢ de lo que permite la ley se lleva a cabo para mejorar la capacidad del partido de ganar las elecciones. El partido espera que financi¨¢ndose ilegalmente aumentar¨¢ sus posibilidades de victoria en las urnas. Pues bien, el dilema de financiarse ilegalmente se corresponde con el c¨¦lebre dilema del prisionero de la teor¨ªa de juegos, en el que la estrategia tramposa (aqu¨ª, obtener fondos irregularmente) es siempre preferible a la estrategia cumplidora. Si los otros partidos son cumplidores, lo mejor que puede hacer un partido es financiarse ilegalmente, aumentando su ventaja electoral sobre los dem¨¢s. Y si los otros partidos son tramposos, lo mejor que puede hacer es imitar su conducta para no perder posiciones en la lucha electoral. Por tanto, hagan lo que hagan los otros partidos, a cada partido le compensa no ser demasiado respetuoso con la ley. Como todos los partidos se encuentran en la misma situaci¨®n, el resultado colectivo es que la corrupci¨®n se extiende por todo el sistema.
Esta conclusi¨®n sonar¨¢ demasiado pesimista. La repetici¨®n peri¨®dica de elecciones podr¨ªa dar pie a que los partidos llegasen a acuerdos por los que se comprometen a no financiarse irregularmente. Saben que, aunque a corto plazo tengan intenciones de hacer trampa, a la larga est¨¢n todos mejor si todos evitan la financiaci¨®n irregular. Los partidos van cumpliendo su parte en la medida en que observen que los dem¨¢s tambi¨¦n lo hacen. Desgraciadamente, esto no es factible en el caso de la corrupci¨®n, ya que los partidos tienen muchas dificultades para verificar si los otros se est¨¢n financiando ilegalmente, algo que por su propia naturaleza se hace en secreto. Los pactos en este terreno resultan imposibles, debido a este problema de verificaci¨®n.
Dados los incentivos institucionales para que los partidos hagan trampas, no se puede esperar demasiado de las leyes sobre financiaci¨®n que estos mismos partidos puedan aprobar. Aun si se trata de medidas razonables y bien dise?adas, los partidos intentar¨¢n salt¨¢rselas. En lugar de fiar la soluci¨®n a regulaciones detalladas sobre la procedencia de los ingresos puede ser m¨¢s eficaz pensar en limitar las oportunidades de gasto y en aumentar el control externo.
En cuanto a limitaciones del gasto, quiz¨¢ se puedan suprimir las actividades m¨¢s cosm¨¦ticas y menos informativas de las campa?as. En este sentido, resulta incomparablemente m¨¢s barato y m¨¢s instructivo celebrar debates pol¨ªticos en las televisiones que llenar las ciudades de carteles con las sonrisas de los candidatos o inundar los buzones con propaganda electoral que va directamente a la papelera. Tambi¨¦n resultan cuantiosos los gastos de invadir las ondas con las melod¨ªas de los partidos y la prensa con los esl¨®ganes. Aqu¨ª hay cierto margen para prohibir dispendios electorales. Tal prohibici¨®n har¨ªa menos atractiva la financiaci¨®n irregular. Habr¨ªa que pensar en propuestas similares que permitieran reducir las mastod¨®nticas organizaciones de los partidos.
En cuanto a los controles externos, lo m¨¢s fundamental es que la ciudadan¨ªa reaccione vigorosamente contra este tipo de esc¨¢ndalos, as¨ª como que aumente el temor de los partidos a ser descubiertos. Conforme se acumulen experiencias de partidos que han sufrido descalabros electorales como consecuencia de esc¨¢ndalos de financiaci¨®n, el coste de ser sorprendido aumentar¨¢. Adem¨¢s de este coste, es preciso que los partidos se persuadan de que la probabilidad de que se destape el esc¨¢ndalo sea alta. Para ello resultar¨ªa muy conveniente que los partidos se sometieran a auditor¨ªas e inspecciones semejantes a las que pasan las empresas privadas.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Ciencia Pol¨ªtica.
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