Un modelo vulnerable.
La crisis por la que atraviesa la Uni¨®n Cristiana Democr¨¢tica (CDU) alemana a ra¨ªz del esc¨¢ndalo de su financiaci¨®n ilegal -que ha envuelto al ex canciller Helmut Kohl- es el m¨¢s reciente ejemplo de un problema que afecta a numerosos pa¨ªses europeos y abarca un amplio espectro pol¨ªtico. Las cuentas irregulares que alimentan en parte los gastos millonarios de los partidos, en especial durante la lucha electoral, constituyen el s¨ªntoma de un funcionamiento tramposo de la actividad pol¨ªtica cuyas causas y posibles correctivos se analizan en esta p¨¢gina.
Cada partido detrae fondos p¨²blicos de la Administraci¨®n que desv¨ªa ilegalmente para financiarse. Cuando no acuden a los fondos p¨²blicos, los representantes de los partidos obtienen la financiaci¨®n de las empresas que contratan con la Administraci¨®n". No es la cr¨®nica sobre la CDU alemana, sino un informe reciente de nuestro fiscal anticorrupci¨®n. No parece que alguien se haya sentido afectado por el mismo. Este asunto suele tomarse como una fatalidad, casi como un fen¨®meno f¨ªsico. Prueba de ello son las palabras del presidente del Congreso quien reconoce que la entrega de dinero negro a los partidos es una pr¨¢ctica com¨²n. Claro que tan sincera declaraci¨®n se torna en recordatorio de uno de los fracasos m¨¢s sonados de esta legislatura: la incapacidad de las fuerzas pol¨ªticas de sacar adelante una nueva ley de financiaci¨®n de partidos. No se entiende tanta resignaci¨®n frente al destino, dado que la financiaci¨®n irregular de los partidos convertida en esc¨¢ndalo arrampla con todo, con partidos enteros y con pr¨®ceres de la talla de Kohl, dejando a su paso un rastro ominoso de descr¨¦dito y desmoralizaci¨®n. ?No se puede hacer nada contra esta calamidad? S¨ª, al menos huir de las malas explicaciones. Y es que para algunos la financiaci¨®n irregular de los partidos s¨®lo representa una disfunci¨®n puntual en un sistema que marcha razonablemente bien y que se corrige con retoques a la legislaci¨®n, con algo m¨¢s de fondos p¨²blicos o privados a tenor del gusto ideol¨®gico y con la cataplasma de unos rimbombantes c¨®digos deontol¨®gicos. Otros, por el contrario, quieren ver en la financiaci¨®n irregular la gran causa de la corrupci¨®n. Ni una cosa ni la otra. Creo, m¨¢s bien, que los problemas de financiaci¨®n de partidos son efecto del modelo imperante en la organizaci¨®n del consenso pol¨ªtico.La pol¨ªtica, que ha definido siempre su sustancia por la relaci¨®n con otros poderes, experimenta hoy un proceso de hibridaci¨®n con el mercado y una particular sinergia entre ella y el dinero. En primer lugar, se han impuesto las pautas de la omnipresente ¨¦tica mercantil en el funcionamiento de la democracia: cuentan los resultados y no los principios o los procedimientos; todos compiten por lo mismo y todos pretenden ofrecer la misma mercanc¨ªa a ciudadanos a los que se tiene por clientes. Empresarios y hombres de negocios buscan afanosamente la tangente con un poder pol¨ªtico de cuyas decisiones depende su fortuna; y pol¨ªticos ¨¢vidos de dinero para competir ventajosamente, o simplemente para afrontar los altos costes de una actividad siempre necesitada de m¨¢s recursos, consienten la colusi¨®n con los primeros. En segundo lugar, el conglomerado medi¨¢tico coloniza la comunicaci¨®n pol¨ªtica imponiendo su l¨®gica, mediatiza los procesos de decisi¨®n p¨²blicos y vac¨ªa de sustancia una competici¨®n pol¨ªtica en buena parte reducida a publicidad, propaganda y maquinaria electoral, actividades, por lo dem¨¢s, muy costosas. En tercer lugar, agotados los grandes idearios y desvitalizada por esta hegemon¨ªa medi¨¢tico-mercantil, la acci¨®n pol¨ªtica se desentiende de las pretensiones de realizaci¨®n de un proyecto, con lo que disminuye la afiliaci¨®n voluntaria, la participaci¨®n, la colaboraci¨®n desinteresada del personal cualificado y el apoyo de un electorado de opini¨®n. Este vac¨ªo se ve compensado por la afluencia de quienes encuentran en la pol¨ªtica un canal de movilidad social ascendente a cambio de apoyo incondicional a las c¨²pulas de los partidos. El resultado es un crecimiento inexorable del clientelismo y una burocracia mastod¨®ntica, realidades tan voraces como gravosas.
No es lo m¨¢s importante que esas tres nuevas condiciones disparen los costes de la pol¨ªtica, sino que ¨¦sta, convertida en modus vivendi y empe?ada en no responsabilizar a sus agentes, desactiva la estructura de controles, dificulta la transparencia y alienta la impunidad. Y as¨ª, aligerada de constricciones pol¨ªtico-morales, la pol¨ªtica se vuelve muy vulnerable a la tentaci¨®n de ese dinero f¨¢cil que la financiaci¨®n irregular le brinda. Consider¨¢ndolo imprescindible para sobrevivir en su actual estado, ning¨²n partido se ha podido resistir a ese intercambio oculto que viola normas jur¨ªdicas y ¨¦ticas. Adem¨¢s, una endeble cultura democr¨¢tica ha alimentado en ellos el espejismo de que tan singular transgresi¨®n tiene altos rendimientos y costes limitados. En resumen, las actuales condiciones del "mercado pol¨ªtico" vuelven los costes de la pol¨ªtica incontrolables y convierten la financiaci¨®n irregular en un componente cuasi-sist¨¦mico del mismo. De ah¨ª que las soluciones al uso sean inocuas o reproduzcan ma?ana los efectos perversos de hoy. S¨®lo en el marco de una reforma de la actividad pol¨ªtica y, en particular, de los partidos, que democratice el control de sus recursos y transforme la naturaleza de sus incentivos, cabe superar la relaci¨®n tramposa de la pol¨ªtica con el dinero.
Ram¨®n Vargas-Machuca Ortega es profesor de Filosof¨ªa Pol¨ªtica.
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