Sobrevivir al c¨¢ncer MANUEL CASTELLS
Me han dado de alta. Tras casi siete a?os de lucha con el c¨¢ncer, mis m¨¦dicos me declaran curado -toco madera pirenaica y me encomiendo a la virgen de Montserrat. En realidad, es algo muy privado. Si se lo cuento (tras dura reflexi¨®n) es porque pienso que el c¨¢ncer es la epidemia de nuestro tiempo, a todos nos toca un d¨ªa, de cerca o de lejos, y a lo mejor le sirve una experiencia positiva. Positiva, aunque no se confirmara el optimista diagn¨®stico. Porque en estos siete a?os he hecho y vivido muchas cosas, quiz¨¢ las m¨¢s importantes de mi vida, como escribir el libro quesiempre quise, tener nietos, ver a mi hija feliz, casarme por amor, ver a mi hermana realizar su sue?o (?un a?o sab¨¢tico!) y asistir al nacimiento de un nuevo mundo, con Internet como mensajero.
Y sin embargo, no era lo previsible. En el verano de 1993, reci¨¦n llegado de Madrid, mi m¨¦dico de San Francisco encontro un tumor de 10 cent¨ªmetros en un ri?¨®n. El c¨¢ncer de ri?¨®n, en el estado actual del conocimiento m¨¦dico, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La ventaja es que suele estar concentrado en el ri?¨®n y si se coge a tiempo y se elimina quir¨²rgicamente puede suprimirse. Pero el inconveniente es que le encanta viajar por el flujo sangu¨ªneo, normalmente al pulm¨®n. Y, aparte de la cirug¨ªa, no se conoce tratamiento eficaz: la radioterapia funciona en un 3% de los casos y la quimioterapia en un 25% como mucho. Existen, s¨ª, tratamientos experimentales tales como "vacunas" procedentes del propio tumor cultivado (algo que estuvieron preparando en mi caso), pero todo eso es nueva frontera. O sea que a la espa?ola: o todo o nada. O te mueres o sobrevives en buenas condiciones, porque al no haber tratamiento eficaz, si los m¨¦dicos son serios no te destruyen preventivamente. En mi caso no tuve ning¨²n tratamiento. Eso s¨ª, tuve una operaci¨®n en la que me quitaron un ri?¨®n.Y tres a?os despu¨¦s descubrieron una recurrencia (que, en realidad, tuvo lugar dos a?os despu¨¦s) en la misma zona. Ah¨ª se pusieron serios y, en una segunda operaci¨®n, me quitaron tal cantidad de ¨®rganos que por fin descubr¨ª las muchas piezas de recambio que tenemos en nuestros cuerpos, porque tras esta limpia segu¨ª viviendo tan campante sin cambiar casi nada de mi vida, incluyendo correr arriba y abajo en la colina donde vivo y disfrutar (moderadamente) del buen Rioja con la cena. Desde entonces, sin novedad, tras peri¨®dicos y m¨²ltiples an¨¢lisis y esc¨¢neres de toda ¨ªndole.
Si le cuento lo de mis operaciones, como cualquier pesado en la sala de espera del m¨¦dico, es con una doble intenci¨®n. La primera es mostrar que el c¨¢ncer se cura o que, por lo menos, no es necesariamente una condena a muerte a corto plazo, y ni siquiera una maldici¨®n de vida alicortada. Y esto es importante porque el c¨¢ncer se est¨¢ convirtiendo en la muerte nuestra de cada d¨ªa, probablemente como consecuencia de nuestra civilizaci¨®n qu¨ªmica. Siempre recuerdo que hace 25 a?os mi gran amigo Vicente Navarro (m¨¦dico, cient¨ªfico, soci¨®logo, pol¨ªtico y, sobre todo, persona) me dijo que dentro de 20 a?os tendr¨ªamos una epidemia de c¨¢ncer como consecuencia de lo que com¨ªamos, beb¨ªamos y respir¨¢bamos. Pues bien, en estos momentos, en Estados Unidos, la probabilidad de un hombre adulto de tener c¨¢ncer es del 50% y para las mujeres la probabilidad de c¨¢ncer de mama es del 33%, sin hablar de los otros tipos de c¨¢ncer. Y entonces, ?que? Podemos tomarlo como una plaga b¨ªblica y aceptarlo. O podemos prevenirlo, desintoxic¨¢ndonos. Llame a su m¨¦dico, pero en lo esencial, ya sabe: no fume, beba con cuidado, coma fruta y verdura y huya de todo lo qu¨ªmico. Y si, de paso, no quiere enfermar del coraz¨®n, haga ejercicio y no coma grasa. Pero como no sabemos lo que es el c¨¢ncer (e incluso si lo que llamamos c¨¢ncer es una constelaci¨®n de m¨²ltiples y diversos desarreglos de nuestro sistema inmune que bloquean su resistencia a mutaciones celulares destructivas) hay que prepararse para una larga lucha. De nosotros y de nuestros seres queridos. Y, en ese contexto (segunda intenci¨®n), ah¨ª va el cuaderno de bit¨¢cora de un superviviente.
Como soy racionalista, lo primero es tener buenos m¨¦dicos y no tener miedo a reaccionar a los s¨ªntomas, sin hipocondr¨ªas pero con discernimiento. Al primer s¨ªntoma (sangre en la orina) fui a ver a mi m¨¦dico y ¨¦l puso en marcha toda la maquinaria. Pero m¨¢s importante a¨²n es tener confianza en la ciencia m¨¦dica, que ha progresado realmente en la ¨²ltima d¨¦cada. Mis m¨¦dicos y cirujanos eran y son excelentes, los del hospital de la Universidad de California en San Francisco. Y aun as¨ª, mi primera operaci¨®n no tuvo ¨¦xito completo y uno de los esc¨¢neres de seguimiento no fue bien interpretado. Pero segu¨ª confiando (aunque cambi¨¦ de cirujano y de radi¨®logo del mismo hospital). La medicina tiene sus propios tribunales de segunda instancia, por lo que reservan los mejores cirujanos para la ¨²ltima l¨ªnea de defensa. Mi segunda operaci¨®n, que no le cuento, fue un summum de alta tecnolog¨ªa, con el mejor especialista dirigiendo un equipo de cirujanos especializados en cada segmento y radiaci¨®n in situ, durante once horas. O sea que, en primer lugar, una vez que se desencadena el proceso nuestra vida depende de nuestros m¨¦dicos.
Pero la calidad de la medicina, en mi experiencia y por lo que aprend¨ª, es una condici¨®n necesaria pero no suficiente. Nuestro cerebro est¨¢ conectado a nuestras c¨¦lulas y nuestro sistema inmune recibe impulsos positivos y negativos. Cuando desarroll¨¦ mi c¨¢ncer yo estaba en una crisis personal grave -aunque no hay conocimiento cient¨ªfico que pueda establecer causalidad psicol¨®gica del c¨¢ncer-. Pero lo que s¨ª se ha comprobado es que el estado an¨ªmico es un factor contributivo esencial en la lucha contra el c¨¢ncer, una vez se desencadena. Y ah¨ª yo tuve todo el apoyo y todo el est¨ªmulo. Para empezar, la persona con quien viv¨ªa el amor (y con quien no conviv¨ªa en ese momento), al enterarse, vino del otro lado del mundo y se plant¨® en mi habitaci¨®n de hospital con una colchoneta a compartir todo. Mi hija se moviliz¨® y vino, desde Italia, a seguir mi convalecencia. Y mis amigos, sobre todo de Espa?a, vivieron conmigo, desde cerca o en la distancia, mis operaciones, aprovechando Internet. En mi segunda operaci¨®n, en donde todo se jugaba, una enfermera del quir¨®fano daba noticias a mi mujer (pues, entre mientras, me cas¨¦), que lo comunicaba a un amigo que por correo electr¨®nico lo comunicaba a mi hija, que entonces alertaba por tel¨¦fono a todos los amigos que se comunicaban entre ellos. Yo no sab¨ªa en esos momentos lo que pasaba. Pero lo sent¨ª, porque me sent¨ª incre¨ªblemente acompa?ado. Y si quienes t¨² quieres quieren que vivas, t¨² quieres vivir.
Pero no s¨®lo de m¨¦dicos y amor vive el hombre, sino de sus obras tambi¨¦n. Y como yo estaba obsesionado por mi obra (escribir un libro sobre la era de la informaci¨®n, en el que llevaba 12 a?os trabajando), lo primero que le pregunt¨¦ a mi m¨¦dico en 1993, tras la primera operaci¨®n, fue cu¨¢nto tiempo me quedaba. Cuando intent¨® evasivas optimistas, le ped¨ª un margen de seguridad, explic¨¢ndole que para m¨ª era fundamental. Poni¨¦ndose serio me contest¨®: "Seguro, podemos contar tres a?os". Sent¨ª una gran tranquilidad. Bueno, me dije, tres a?os bien empleados son mucho tiempo. As¨ª que, en cuanto sal¨ª del hospital, me qued¨¦ en Berkeley, me hice un plan y me puse a trabajar con un solo objetivo: escribir el libro de mi vida, que ten¨ªa en la cabeza y en mis archivos de datos. Se alarg¨®, se hizo trilog¨ªa. Aun as¨ª, a los tres a?os casi lo ten¨ªa acabado. Me faltaban tres meses. Pero el tumor lleg¨® a la cita. A los tres a?os. Y as¨ª me fui a la segunda operaci¨®n, con una sola idea: por lo menos tres meses siempre me van a quedar para terminar mi trilog¨ªa (tres, tres, tres, curioso, ?no?). As¨ª fue, sal¨ª del hospital y en tres meses, a trancas y barrancas, lo acab¨¦. Y en ese momento, mi mujer se enferm¨®, pero esto ya no se lo cuento (ahora ella est¨¢ bien tambi¨¦n, gracias). As¨ª que tras acabar mi obra emprend¨ª otra lucha que tambi¨¦n parece que ganamos (toco madera siberiana). Y entre idas y venidas, la vida fue m¨¢s fuerte que la muerte. Aun sabiendo qui¨¦n gana al final. Pero una cosa es la ley natural y otra es tener tiempo y calma para hacer las maletas de la eternidad.
?Moraleja? ?Hace falta realmente que lo explicite? Si quieres de verdad la vida, si hay amor, familia, amigos, proyectos, en ti y de ti, puedes luchar siempre, contra el peor enemigo, el que te come por dentro. Si conf¨ªas en tus m¨¦dicos, aunque algunos erren como es humano, y si sabes apreciar el milagro de la vida, puedes vivir a¨²n. Y si consigues llegar del otro lado, aunque sean cinco minutos, no te puedes imaginar lo bien que sabe un rayo de sol o la caricia de la brisa en las ramas del ¨¢rbol frente a la ventana. Gracias a la vida.
Manuel Castells es profesor de sociolog¨ªa en la Universidad de Berkeley
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