El espejismo verbal del MLNV
A pesar de la constante presi¨®n policial, que ha logrado reducir los efectivos etarras a niveles casi residuales, el autodeterminado MLNV sigue conservando una notable capacidad de maniobra, hasta el punto de que sus esperanzas secesionistas parecen ahora m¨¢s factibles que nunca, dado que han convencido al nacionalismo autonomista para que reivindique el derecho de autodeterminaci¨®n. ?C¨®mo explicar su ¨¦xito estrat¨¦gico, que con tan escasos recursos les permite mantener intactos sus objetivos m¨¢ximos? Para entenderlo, puede ser conveniente renunciar a la etiqueta con que identificamos el problema para sustituirla por otra nueva, pasando a definirlo no en t¨¦rminos de nacionalismo, sino como una forma de movilizaci¨®n colectiva. A veces los ¨¢rboles no dejan ver el bosque, como podr¨ªa suceder con el espejismo de la invenci¨®n nacionalista. Por eso parece ¨²til clasificar al MLNV como una especie perteneciente al g¨¦nero "movimientos sociales", con independencia del t¨®pico que identifique a su ret¨®rica movilizadora. Pues as¨ª como las naciones no se pueden ver ni tocar, sin embargo sobre los movimientos sociales (coaliciones de agentes colectivos que buscan alterar el statu quo pol¨ªtico) lo sabemos casi todo, a partir de la investigaci¨®n acumulada desde su revival iniciado en los a?os sesenta, cuando naci¨® ETA a la vez que otros movimientos de liberaci¨®n: fuesen militaristas y xen¨®fobos, como el propio MLNV, o pacifistas, feministas y antirracistas, como tantos otros.En este sentido, ya existe una especialidad acad¨¦mica dedicada al estudio de los movimientos sociales, que dispone de su propio paradigma metodol¨®gico (v¨¦ase la reciente compilaci¨®n de McAdam, McCarthy y Zald, Movimientos sociales: perspectivas comparadas, Istmo, Madrid, 1999). El modelo anal¨ªtico presenta tres dimensiones o ejes de coordenadas: 1) la estructura de oportunidades pol¨ªticas; 2) las redes organizativas de movilizaci¨®n, y 3) la creaci¨®n de marcos interpretativos. La magnitud oportunidad mide el grado de solidez o inestabilidad y cierre o apertura del sistema pol¨ªtico, cuyas quiebras, fracturas o divisiones favorecen o facilitan los intentos por subvertirlo y modificarlo. La movilizaci¨®n activa redes formales e informales para ejercer presi¨®n institucional y contrainstitucional sobre el sistema pol¨ªtico, buscando abrir brecha para provocar su cambio. Y los marcos interpretativos (concepto derivado del frame analysis de Erving Goffman) indican los recursos cognitivos y comunicativos que se esgrimen en la lucha ret¨®rica por cambiar la definici¨®n de la realidad, a fin de suscitar movilizaciones de protesta y abrir nuevas oportunidades pol¨ªticas. Pues bien, apliquemos estas tres magnitudes al caso del MLNV.
Por lo que hace a la primera dimensi¨®n (la estructura de oportunidades pol¨ªticas), parece evidente que el ciclo vital entero del MLNV, desde sus or¨ªgenes hasta hoy, ha dependido sobre todo de su capacidad para explotar las oportunidades de intervenci¨®n que le brindaban las fisuras abiertas por los cambios del sistema pol¨ªtico vasco-espa?ol. El inicio del MLNV s¨®lo es explicable por la apertura del franquismo tard¨ªo, incapaz de mantener su cerrada rigidez. El posterior desarrollo del activismo abertzale corresponde a la vol¨¢til labilidad del sistema causada por la transici¨®n democr¨¢tica, que abri¨® in¨¦ditas oportunidades de acceso a una gran diversidad de movimientos sociopol¨ªticos. La madurez del movimiento, con descenso de atentados e incremento de la participaci¨®n institucional, hay que relacionarla con la consolidaci¨®n de la democracia, que fij¨® el sistema electoral congelando la estructura de la representaci¨®n pol¨ªtica. Y la tard¨ªa reactivaci¨®n del MLNV, que parec¨ªa en decadencia tras la ca¨ªda de Bidart, se debe a la conmoci¨®n experimentada por el sistema pol¨ªtico espa?ol entre 1993 y 1996 (con la conspiraci¨®n de denuncia de los esc¨¢ndalos socialistas y la posterior alternancia en el poder), cre¨¢ndose una fractura insalvable en la clase pol¨ªtica espa?ola que reabri¨® nuevas oportunidades de intervenci¨®n para el activismo abertzale. Como se sabe, el ¨¦xito de los revolucionarios siempre depende del grado de divisi¨®n de las ¨¦lites de poder. Y eso mismo es lo que tambi¨¦n ha sucedido ahora: la oferta de tregua logr¨® abrir brecha hasta romper la mesa de Ajuria Enea, comprometiendo al PNV con el pacto de Lizarra. Y Aznar cay¨® en la trampa, pues la consiguiente divisi¨®n entre el PNV y el PP ha vuelto a abrirle al MLNV un fil¨®n de oportunidades pol¨ªticas a explotar, creci¨¦ndose hasta el punto de atreverse a romper la tregua.
Pasemos al segundo par¨¢metro, que es la movilizaci¨®n. En este punto no parece necesario insistir demasiado, pues resulta proverbial la habilidad abertzale para colonizar el riqu¨ªsimo tejido social vasco, parasitando cuadrillas, sidrer¨ªas, vecindarios, parroquias, cofrad¨ªas gastron¨®micas, clubes deportivos, cooperativas industriales y cualquier otra red asociativa que se les ponga a tiro. Pero dada su capacidad de infiltrarse en las instituciones, se produce una tensi¨®n potencial entre la movilizaci¨®n institucional (de LAB, HB, Elkarri o EH) y la contrainstitucional (atentados de ETA y kale borroka de Jarrai), contradicci¨®n que todav¨ªa no ha sabido ser bien explotada por los defensores del statu quo pol¨ªtico. En todo caso, la invasi¨®n abertzale del tejido comunitario apenas encuentra resistencia, a causa de las dificultades de integraci¨®n social y asimilaci¨®n cultural que sufren las familias de origen inmigrante, amenazadas de exclusi¨®n. Sin embargo, el monopolio de la movilizaci¨®n por los abertzales podr¨ªa estar llegando a su t¨¦rmino, tras quebrarse a partir del punto de inflexi¨®n que supuso el esp¨ªritu de Ermua. Semejante acontecimiento signific¨® un fermento catalizador, que ha potenciado extraordinariamente el desarrollo por toda Euskadi de un movimiento pacifista surgido mucho antes en torno al lazo azul (Mar¨ªa Jes¨²s Funes Robert, La salida del silencio: movilizaciones por la paz en Euskadi 1986-1998, Akal, Madrid, 1998). Y la gran frustraci¨®n causada por la ruptura de la tregua podr¨ªa potenciar todav¨ªa m¨¢s la extensi¨®n de este movimiento ciudadano antiviolento, contribuyendo a exacerbar la tensi¨®n latente que existe dentro del MLNV entre activistas institucionales y contrainstitucionales.
Queda la tercera magnitud cognitiva (los marcos de Goffman): la lucha ret¨®rica por redefinir la realidad pol¨ªtica en sentido rupturista, actuando sobre la agenda informativa de los medios de comunicaci¨®n. Se trata, en definitiva, de elevar la voz (dicho en el sentido de Hirschman) para provocar la salida de un statu quo que se denuncia como injusto e ileg¨ªtimo. Pues en condiciones de inferioridad, para vencer pol¨ªticamente hay antes que convencer intelectualmente, persuadiendo a tibios y esc¨¦pticos de que la necesidad hist¨®rica exige unos cambios que s¨®lo a los m¨¢s optimistas les parecer¨ªan realizables. Lo cual exige hacer creer ante todo que las cosas deben cambiar, despu¨¦s que pueden cambiar, y por ¨²ltimo que van a cambiar, convirtiendo el programa rupturista en una profec¨ªa que se cumpla a s¨ª misma. En este campo es donde el MLNV ha desplegado mayor habilidad ret¨®rica, jugando con las palabras con la destreza de un prestidigitador hasta convertir a los criminales en h¨¦roes, a los verdugos en v¨ªctimas y al chantaje terrorista en proceso de pacificaci¨®n. Y la eficacia de esta guerra psicol¨®gica parece fuera de duda, a juzgar por el ¨¦xito obtenido convenciendo al PNV para que se sume a las filas secesionistas que reivindican la autodeterminaci¨®n. Ahora bien, aqu¨ª podr¨ªamos hallarnos ante un espejismo verbal, pues, seg¨²n revelan los ¨²ltimos comicios, el electorado vasco no parece dejarse convencer por la mera palabrer¨ªa.
Como se?ala William Gamson (en su texto de la compilaci¨®n inicialmente citada), el virtuosismo ret¨®rico de los movimientos sociales les puede encerrar en un doble callej¨®n sin salida. La primera paradoja es que para elevar la voz hay que designar int¨¦rpretes autorizados que resulten cre¨ªbles por su seriedad como portavoces ante la prensa y las instituciones. Pero, inexorablemente, tales portavoces entran en contradicci¨®n con los activistas contrainstitucionales: es el caso de Arnaldo Otegi, enfrentado al n¨²cleo duro del MLNV. Y la segunda paradoja es que el exceso de optimismo voluntarista s¨®lo conduce a la huida de la realidad, pues la l¨ªnea que separa la esperanza de la obstinaci¨®n es tan borrosa que el riesgo de cruzarla resulta suicida.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.