Las aventuras de un libro perdido PEDRO ZARRALUKI
Todos sabemos de alg¨²n libro del que s¨®lo queda huella en nuestra memoria, un libro que alguna vez sostuvimos en nuestras manos y que -la vida es larga y desordenada- ni podemos olvidar ni podemos recuperarlo. En mi caso, el hurac¨¢n de los a?os hizo desaparecer de la biblioteca familiar la primera edici¨®n en espa?ol de Santuario, de William Faulkner, que de forma asombrosa editara Espasa-Calpe en 1934 en la colecci¨®n Hechos Sociales, junto a t¨ªtulos como Historia del socialismo o Escuela de bolcheviques. Tantos a?os despu¨¦s recordaba bien aquellos ojos que, desde la fotograf¨ªa descolocada de la cubierta -en un dise?o muy a la rusa-, me miraban con una intensidad que presagiaba la historia que conten¨ªan sus p¨¢ginas.Desde el d¨ªa en que decid¨ª recuperar un ejemplar de aquel Santuario, lo busqu¨¦ a menudo y siempre en vano en el caos de los Encantes, revolviendo con ansiedad las monta?as de libros entregados a una inminente destrucci¨®n. Pas¨® el tiempo sin que me acompa?ara la suerte. Sol¨ªa entrar en librer¨ªas de viejo a echar un vistazo que resultaba cada vez m¨¢s distra¨ªdo y azaroso. Hasta que, por fin, conoc¨ª a Jos¨¦ Batll¨® en la trastienda de la librer¨ªa Taifa, donde expone los libros de ocasi¨®n. Con un par de caf¨¦s de por medio me confes¨® que reten¨ªa los m¨¢s raros y valiosos con vistas a editar un cat¨¢logo que esperamos que no tarde en ver la luz. Batll¨® no ten¨ªa lo que yo andaba buscando, pero me hab¨ªa abierto una nueva v¨ªa. Comenc¨¦ a reclamar cat¨¢logos por todas partes y un buen d¨ªa, escondido entre la letra farragosa de uno de ellos, apareci¨® mi Santuario. Llam¨¦ de inmediato y pagu¨¦ por ¨¦l una peque?a fortuna. All¨ª estaba, de nuevo, aquella mirada oscura y ojerosa observ¨¢ndome desde lo m¨¢s profundo de mi propia memoria.
Pero la historia no acaba aqu¨ª. La semana pasada viaj¨¦ a Sevilla y mi amigo Felipe Ben¨ªtez Reyes me llev¨® a conocer al ya m¨ªtico Abelardo Linares, propietario de la librer¨ªa Renacimiento. Este hombre lleva 30 a?os dedicado al noble oficio de salvar de la desaparici¨®n todas las historias que en este pa¨ªs se han publicado, pero su golpe maestro se produjo hace algo m¨¢s de un lustro. Acababa de morir el gallego exiliado Eliseo Torres, dejando en un enorme edificio del Bronx neoyorquino un mill¨®n de libros en espa?ol, fruto de toda una vida dedicada al m¨¢s enloquecido almacenaje. Linares viaj¨® all¨ª de inmediato, negoci¨® con la viuda y se hizo con la biblioteca. Durante un largo a?o vivi¨® en Manhattan empaquetando libros y organizando su traslado a Sevilla. En la actualidad, Abelardo Linares -que sigue comprando bibliotecas en M¨¦xico, en Cuba, en Argentina- tiene dos naves en las afueras de la ciudad. Una la ocupan por entero los libros ya clasificados en una descomunal estructura de estanter¨ªas en pasillos superpuestos. La otra, como una mina que fuera imposible llegar a agotar, est¨¢ repleta de cajas y paquetes de secreto contenido.
Ya por la noche, cenando pescadito frito y un espl¨¦ndido guiso de calamares con patatas, le cont¨¦ al librero sevillano las aventuras de mi ejemplar recobrado de Santuario. Me pregunt¨® cu¨¢nto hab¨ªa pagado por ¨¦l, y al dec¨ªrselo me mir¨® por encima de las gafas -siempre las lleva puestas, pero siempre mira por encima de ellas- y sonri¨® tal como lo hac¨ªa, all¨¢ por los a?os en los que el libro perdido estaba a¨²n en la biblioteca de mi abuelo, mi profesor de matem¨¢ticas cuando a la pregunta m¨¢s sencilla yo no sab¨ªa qu¨¦ contestar. "Pero si de ese libro quedan muchos ejemplares, hombre de Dios", me rega?¨® Linares. "Mil duros ya habr¨ªa sido excesivo".
As¨ª, aquella noche sevillana aprend¨ª por boca del gran maestro y tasador del libro antiguo d¨®nde pod¨ªa buscar las historias inencontrables. Nada podr¨¢ sustituir el buceo ansioso y ciego en las monta?as irrespetuosas de los Encantes, pero Internet nos ofrece una v¨ªa mucho m¨¢s r¨¢pida. Abelardo Linares abrir¨¢ en breve una p¨¢gina -www.libreriarenacimiento.com- en la que podremos encontrar los tesoros ocultos del Bronx junto a muchos otros. Mientras tanto, ofrece los frutos de su inagotable almac¨¦n en otra p¨¢gina -iberlibro.com- sostenida por una agrupaci¨®n de libreros de Espa?a y Portugal. De regreso en Barcelona me apresur¨¦ a abrirla y a buscar en ella mi Santuario. All¨ª estaba. Lo ten¨ªa la librer¨ªa Bront? de Murcia, a un precio realmente irrisorio para una b¨²squeda tan larga.
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