Miguel
Cuando esta columna salga a la luz me encontrar¨¦ en Madrid, donde esta misma tarde se presenta una antolog¨ªa po¨¦tica de Miguel Hern¨¢ndez que me fue encargada el pasado verano para la hist¨®rica colecci¨®n Austral de Espasa-Calpe. El pr¨®ximo octubre se cumple el 90 aniversario del nacimiento del poeta oriolano y, para m¨¢s detalles, dentro de no mucho habr¨¢n transcurrido 70 a?os desde su primer viaje a la capital de Espa?a, una ciudad que le abri¨® los ojos a esa realidad social y cultural que habr¨ªa de cambiar los rumbos de su pensamiento y de su verso.El Madrid que encontr¨® Hern¨¢ndez por aquellas fechas manten¨ªa el esp¨ªritu euf¨®rico y esperanzado que el triunfo de la Rep¨²blica desat¨® en la mayor¨ªa de los intelectuales y artistas de la ¨¦poca. El peligroso y alarmante ascenso de los fascismo en muchos puntos de Europa contrastaba con los prometedores acontecimientos que la victoria electoral de la coalici¨®n republicano-socialista del 12 de abril de 1931 hab¨ªa propiciado. Miguel ten¨ªa entonces veinte a?os y, entre su equipaje, una vieja maleta, un traje, un gab¨¢n y un cuadernillo donde hab¨ªa ordenado sus primeros poemas adolescentes. En los sucesivos viajes a Madrid fue adentr¨¢ndose en los c¨ªrculos y en los ambientes culturales donde se coc¨ªa la mejor literatura del momento y donde se pod¨ªa respirar un aire de aut¨¦ntico compromiso social y pol¨ªtico. Amistades como la de Neruda, Aleixandre, Altoaguirre o Alberti habr¨ªan de ser decisivas en su nueva concepci¨®n de una est¨¦tica m¨¢s abierta y vital, pero tambi¨¦n en su afirmaci¨®n ideol¨®gica como defensor incuestionable de cualquier forma de libertad.
Que la muerte segara de ra¨ªz su desbordada pasi¨®n y su talento en aquella madura juventud no impide pensar que fue un hombre esperanzado. Hoy, casi 60 a?os despu¨¦s, ser¨ªa para ¨¦l una ofensa, un hecho demoledor e impensable comprobar que la intolerancia y el fanatismo ciego siguen minando parcelas hermosas de la tierra. No se hicieron sus versos para el puerco paladar de Haider ni sus hombres del FPO. Ni su canto solitario para las gentes de El Ejido. Tanto penar, Miguel, para morirse uno.
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