De merengue a 'souffl¨¦'
Por dos veces consecutivas el Madrid ha vuelto a sufrir ese inevitable apag¨®n que no s¨®lo comienza a preocupar a su cuadro t¨¦cnico, sino tambi¨¦n a la comunidad cient¨ªfica mundial. Superados todos los l¨ªmites, ya no se puede dar al asunto el m¨¢s m¨ªnimo tratamiento literario. Es tarde para recurrir a la consabida imagen del doctor Jekyll y mister Hyde, porque en rigor habr¨ªa que hablar del extra?o caso del doctor Berza y mister Repollo.A estas horas, los especialistas buscan sin¨®nimos que permitan describir, siquiera por aproximaci¨®n, el fen¨®meno que afecta al llamado equipo merengue. Seg¨²n peri¨®dicos y periodistas, en los papeles se habla de p¨¢jara, torrija, galbana, trompa, vah¨ªdo, surmenage, patat¨²s, tabardillo, calambre, desmayo, modorra o soponcio, pero en realidad nadie ha dado con el secreto. Unos y otros comprueban que el paciente se traspone, pero en realidad no saben qu¨¦ mosca le ha picado.
Conocido el car¨¢cter s¨²bito del mal, ciertos te¨®ricos sostienen que, en efecto, alg¨²n saboteador se encarga de soltar en el vestuario un enjambre de moscas del sue?o. El hecho es que, despu¨¦s de apuntar buenas maneras, el equipo empieza a entrar en estado sonamb¨²lico y, acto seguido, en un profundo letargo s¨®lo observado hasta hoy en determinadas especies de mam¨ªferos hibernantes. Ning¨²n operador les ha tomado la temperatura, pero da la impresi¨®n de que la sangre colectiva se enfr¨ªa hasta los cero grados; luego, las funciones metab¨®licas caen a chorros sobre el c¨¦sped y finalmente se escabullen por la guarida del topo.
En este punto de la interpretaci¨®n, los jugadores pedir¨¢n respeto para s¨ª mismos. ?Respeto? Considerados uno a uno lo tienen garantizado: garantizado sin la m¨¢s m¨ªnima reserva. Sabemos que casi todos ellos son buenos hijos, excelentes padres y amigos fieles, como son jugadores internacionales y deportistas altamente cotizados; en suma, profesionales de primera categor¨ªa. El problema surge cuando pretenden transformarse en un equipo, esto es, en un grupo de especialistas que deben actuar de manera concertada con el doble prop¨®sito de crear ocasiones de gol y evitar que el contrario las cree. Entonces muestran dos comportamientos antag¨®nicos: la Fase Athletic o Fase Zaragoza, caracterizada por una actividad fren¨¦tica con la que acosan, zarandean y pulverizan al contrario en su propio campo, y la Fase Deportivo o Fase M¨¦rida, en la que, despu¨¦s de manifiestos s¨ªntomas de sopor, son cercados, vapuleados y fulminados en su propio campo. Hasta hoy no ha sido posible predecir por cual de ellas pasar¨¢n en un d¨ªa determinado, si es que no pasan por las dos. S¨®lo se sabe que, repit¨¢moslo, con esos cambios de personalidad se observa un ins¨®lito efecto de transferencia: el efecto viceversa. Cuando son el combinado de Islas Feroe, el adversario parece la selecci¨®n de Brasil. ?Y si el contrario parece la Selecci¨®n de Brasil? Pues lo dicho: viceversa.
Es muy tarde para seguir teorizando sobre el asunto. Nadie se cree ya que un esp¨ªa de la competencia fumigue a la plantilla con vapor de adormidera o que, convenientemente asesorado por Van Gaal, alg¨²n compinche del mago Mandrake los haya atrapado en alguna sugesti¨®n hipn¨®tica y los convierta a voluntad en gallo o en gallina.
Tampoco es oportuno pedirle cita al psic¨®logo, porque el asunto ha entrado irremediablemente en los dominios de la psiquiatr¨ªa.
Es m¨¢s: o consiguen estabilizar un comportamiento o la hinchada terminar¨¢ exigiendo la contrataci¨®n de un entrenador de nuevo cu?o.
Ya se empieza a hablar de un tal L¨®pez Ibor.
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