La edad de los famosos
Pues resulta que un asunto, en apariencia trivial, tiene m¨¢s trastienda de la que en su ingenuidad hubiese imaginado el Defensor: la edad de los famosos.En la p¨¢gina llamada Agenda cabe casi todo: avisos tan perfectamente serios como el de las necrol¨®gicas y hasta ataques frontales al Libro de estilo del propio peri¨®dico, al recoger, por ejemplo, rumores sobre el embarazo de princesas varias, tomados de las llamadas revistas del coraz¨®n.
En esa misma p¨¢gina puede leerse cada d¨ªa, y desde la primavera de 1983, bajo el ep¨ªgrafe de Vida Social, un apartado titulado Cumplea?os, en el que se enhebran una docena larga de nombres, m¨¢s o menos conocidos, con la edad que cumplir¨¢n al d¨ªa siguiente.
Todo apunta a que el ep¨ªgrafe de marras tiene numerosos lectores por distintos motivos: desde la simple curiosidad hasta la ayuda protocolaria para enviar una felicitaci¨®n.
Durante muchos a?os, Elvira Brem¨®n, que pertenece a la intrahistoria m¨¢s entra?able del peri¨®dico, se ocup¨®, entre otras cosas, de este menester que, ya entonces, proporcionaba algunos quebraderos de cabeza. Desde que ella lo dej¨®, es el servicio de Documentaci¨®n quien se encarga de suministrar nombres y edades.
All¨ª han contado al Defensor que no son infrecuentes las llamadas de alguno de los rese?ados, sea para pedir que se les excluya del cat¨¢logo sea para corregir el dato que el peri¨®dico publica, o bien para repetir, en a?os sucesivos, que la cifra es err¨®nea y, curiosamente, siempre excesiva, seg¨²n el afectado.
Arist¨®cratas, escritores, actores y actrices suelen descolgar el tel¨¦fono para sustanciar estas aparentes -al parecer, s¨®lo aparentes- bagatelas.
Viene todo esto a cuento porque los caminos para llegar hasta el Defensor son muy distintos y, en esta ocasi¨®n, se ha elegido el de Rosana Torres, una redactora con amplia experiencia en el mundo de la cultura y del esp¨¦ct¨¢culo, para acercar hasta esta secci¨®n la inquietud de un buen n¨²mero de actores, actrices y escritores que le han hecho llegar el malestar porque el peri¨®dico descubra su edad.
Rosana Torres ha ilustrado al Defensor con ejemplos muy variados, incluidos los de quienes han logrado oficializar una significativa reducci¨®n de su edad hasta en el carn¨¦ de identidad.
Torres, como portavoz espont¨¢nea de estas quejas, explica que son actores, en su mayor¨ªa, quienes le han trasladado su preocupaci¨®n porque "el peri¨®dico publica la edad que tienen, y encima, salvo algunas excepciones, es la verdadera. Ello significa que, adem¨¢s de herir su vanidad, por aquello de que se descubre que no son tan j¨®venes, a muchos se les hace pasar por mentirosos, ya que ellos dicen tener una edad y el peri¨®dico se?ala cinco o diez a?os m¨¢s, exactamente los que se han quitado".
Torres ha sugerido a varios de ellos que planteasen el problema al Defensor, pero las respuestas han sido muy parecidas: la han mirado, dice, "con cara de sorna y responden que no van a escribir por ese asunto y pasar por una nueva humillaci¨®n, con el riesgo de que llegara a saberse que han protestado por algo que pone al desnudo sus vanidades".
Algunos actores y actrices argumentan que la edad no es s¨®lo un dato privado, "sino que afecta directamente a su trayectoria profesional y que incluso puede cambiar y alterar su vida. Un actor que ya ha alcanzado el seis de los sesenta dice que ¨¦l hace papeles de madurito interesante, pero de unos cincuenta a?os, y est¨¢ absolutamente seguro de que un director o productor que sepa su edad, aunque lo considere joven, pensar¨¢ que los espectadores lo ver¨¢n tan mayor como es y perder¨¢ contratos. Otra persona, a¨²n m¨¢s madura -ya ha alcanzado el siete- se?ala que a ¨¦l le gustar¨ªa aceptar puestos como responsable de pol¨ªticas esc¨¦nicas, pero que jam¨¢s ofrecer¨¢n un puesto de responsabilidad a alguien que ya ha superado con creces la edad oficial de jubilaci¨®n".
La edad, en principio, es un elemento noticioso que ofrece pocas dudas. Para el Libro de estilo, ninguna: "Las informaciones deben personalizarse; la profesi¨®n o cargo que desempe?a el protagonista de la noticia, su edad, estado civil y dem¨¢s circunstancias personales son elementos noticiosos de primer orden".
Lo sabe cualquier aprendiz de periodista: son todas circunstancias que dibujan, aunque s¨®lo sea con trazos muy gruesos, el retrato de cualquier persona que llegue a las p¨¢ginas del peri¨®dico. Unas veces de forma involuntaria o indeseada -la v¨ªctima de un accidente mortal- y otras por protagonizar cualquier acontecimiento noticioso donde rersulte relevante acercar al lector a la persona de la que se le est¨¢ hablando.
Si una actriz decidiese dedicarse a la vida pol¨ªtica, nadie dudar¨ªa que los ciudadanos -y por tanto los lectores- tienen derecho a conocer la edad de quien ha sido elegido para representarlos, o designado para gobernar en cualquier ¨¢mbito.
Pero aqu¨ª hablamos del cumplea?os de una persona, algo que no es noticia, o que s¨®lo lo ser¨ªa excepcionalmente. Detr¨¢s est¨¢ ya una aut¨¦ntica tradici¨®n, para el peri¨®dico y para sus lectores, con 18 a?os a la espalda.
En principio parece que hay un resquicio razonable para la queja, pero ?puede un personaje p¨²blico aducir el derecho a la intimidad para evitar que se publique su edad, al margen de cualquier acontecimiento noticioso, y s¨®lo por el hecho de que cumple a?os en una determinada fecha?
Al Defensor le gustar¨ªa que los lectores se pronunciasen sobre una secci¨®n muy consolidada en el peri¨®dico, con argumentos que sobrepasasen el de la mera, y desde luego respetable, curiosidad personal.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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