Xenofobia y ambig¨¹edad
Si, como parece, la paz laboral est¨¢ al alcance de la mano en El Ejido, queda ahora por restablecer lo m¨¢s importante: la convivencia en la comarca almeriense, puesta en carne viva por siete d¨ªas de conflicto turbulento. La huelga en v¨ªas de soluci¨®n de los trabajadores magreb¨ªes, en respuesta a las agresiones xen¨®fobas de que han sido v¨ªctimas, es un modo efectivo de demostrar que su papel es esencial para el sistema productivo de la zona. Porque sobre esta mano de obra, a menudo explotada en condiciones infrahumanas y que ha acudido al lugar atra¨ªda por una demanda constante de empresarios y agricultores, se ha desarrollado una econom¨ªa que ha contado con los beneficios de la UE y a la vez ha competido con ventaja con los propios pa¨ªses del Magreb, de los que llega la mayor¨ªa de inmigrantes.Los sucesos de El Ejido tienen sus claves espec¨ªficas, derivadas de las singularidades de una poblaci¨®n con enormes desigualdades y muchas frustraciones acumuladas. Pero invitan a algunas conclusiones de car¨¢cter general, habida cuenta de que la inmigraci¨®n laboral es uno de los fen¨®menos que van a protagonizar nuestra vida en los pr¨®ximos a?os. La primera es que Espa?a, que tanta emigraci¨®n y exilio ha producido, no parece culturalmente preparada para recibir a los que tratan de huir de la miseria de sus pa¨ªses. La segunda, que no funcionan los mecanismos de desarrollo estructural necesarios para facilitar la acogida y la integraci¨®n de estos ciudadanos.
Todo el mundo conoc¨ªa lo explosivo de la situaci¨®n, pero no se ha hecho nada sustancial para mejorarla. Sin las condiciones para vivir con cierta dignidad es imposible hablar de integraci¨®n. Ahora corren las instituciones a apagar el fuego y desfilan en cortejo sus representantes. Incluso Marruecos, que hist¨®ricamente se ha desentendido de su enorme di¨¢spora en Europa, pretende colocarse la medalla de la mediaci¨®n. Gobernar tambi¨¦n es prevenir, y, en El Ejido, demasiadas autoridades locales -comenzando por un alcalde del PP que no hubiera desmerecido en el partido austriaco de Haider- han actuado m¨¢s como incitadoras que como administradores responsables.
S¨®lo partiendo del reconocimiento de la realidad es posible avanzar hacia soluciones. En cuesti¨®n tan delicada como el racismo no hay conducta m¨¢s reprobable que la ambig¨¹edad. Y en este terreno la responsabilidad del Gobierno es grande. La violencia de turba y el linchamiento no admiten atenuantes: todav¨ªa ayer se cifraba en muchos centenares los trabajadores magreb¨ªes huidos de la zona por miedo y que sobreviven en circunstancias deplorables. Cuando Aznar se muestra comprensivo con los que han reaccionado indignados por el crimen que precedi¨® a la explosi¨®n de violencia, est¨¢ abriendo una brecha peligrosa. El que se siente comprendido puede sentirse justificado. M¨¢xime cuando la ambig¨¹edad de la m¨¢xima autoridad pol¨ªtica se ve refrendada por la pasividad de la polic¨ªa. Cuando el ministro portavoz relaciona la Ley de Extranjer¨ªa con El Ejido, comete un desprop¨®sito (la ley s¨®lo ten¨ªa cinco d¨ªas de vigencia), pues confirma que el Gobierno est¨¢ dispuesto a casi todo con tal de desacreditar la ley que no vot¨® y olvida que su misi¨®n es hacer cumplir cualquier norma aprobada democr¨¢ticamente.
Desde el debate de la Ley de Extranjer¨ªa, el Ejecutivo ha optado por presentar la inmigraci¨®n como un problema m¨¢s que como una realidad que hay que asumir y moldear. El criterio de exclusi¨®n -reforzar el control de fronteras- se sit¨²a sobre cualquier consideraci¨®n. Ni desde el punto de vista de la pedagog¨ªa democr¨¢tica ni desde el de la estabilidad social parece el planteamiento m¨¢s adecuado para unos tiempos en que cada vez ser¨¢n m¨¢s los extranjeros que vivir¨¢n entre nosotros.
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