Herido por el rayo
El mundo sonoro de Ryuichi Sakamoto est¨¢ erizado de vasos comunicantes y tiene el aspecto fr¨ªo y algo as¨¦ptico de un laboratorio de alta tecnolog¨ªa. En ¨¦l combina influencias que van de Beethoven a los Beatles, pasando por un n¨²mero creciente de est¨¦ticas que abarcan lo culto, lo popular y casi todo lo que hay entremedias. Este derroche de pluralidad estil¨ªstica le ha convertido en paradigma de m¨²sico global, embebido en la experimentaci¨®n continua pero siempre controlada, para no hacerse el harakiri comercial dejando atr¨¢s al p¨²blico. Lo que todav¨ªa est¨¢ pendiente de demostraci¨®n cient¨ªfica es que sus inquietudes de alquimista posmoderno hayan provocado alg¨²n resultado emocional intenso.El japon¨¦s llega a Espa?a para presentar sus dos ¨²ltimos discos, en especial el titulado BTTB (Back to the basic), grabado casi por entero a piano solo. Su concierto madrile?o empez¨®, en cambio, con un entretenido collage confeccionado a partir de pregrabaciones de anuncios de megafon¨ªa, mon¨®logos en ingl¨¦s y alem¨¢n, siniestros violines y cantos de los hombres de Tuva. Fuentes, en suma, sobradamente explotadas antes y mejor. Concluida la fase el¨¦ctrica, Sakamoto se sent¨® al piano ac¨²stico.
Ryuichi Sakamoto Ryuichi Sakamoto (sampler, piano y piano preparado)
Teatro Alc¨¢zar. Madrid. 15 de febrero.
Ante el teclado desgran¨® composiciones de solemne candidez mel¨®dica que quiz¨¢ hubieran resultado encantadoras de haber abierto alg¨²n resquicio al humor. Pero Sakamoto parec¨ªa herido por el rayo del arte grande y se manifestaba como si estuviera en el trance del mism¨ªsimo juicio final. Como argumentos para ganarse el cielo de los m¨²sicos plante¨® un repertorio propio muy en deuda con el impresionismo franc¨¦s -un verdadero fil¨®n-, en el que Satie fue evocado sin misterio y Debussy sin audacia. La serie fue brevemente interrumpida por un cambio al piano preparado, aquel instrumento iconoclasta que John Cage empez¨® a popularizar hace ya sus buenos 60 a?os. Tambi¨¦n hubo alg¨²n leve apunte oriental que quiz¨¢ podr¨ªa haber suscrito un Chopin menor contemplando el Fujiyama.
El recital se fue acercando al final con grandes rodeos, entre lo c¨ªclico y lo circular, sobre olas mansas que no terminaban de acercar a tierra. Como experto compositor publicitario y de bandas sonoras que es, se not¨® que Sakamoto pon¨ªa todo su empe?o en ser descriptivo sin ayuda pero, a pesar del esfuerzo, se ech¨® de menos el componente visual. Ante los aplausos entusiastas del p¨²blico no se hizo de rogar y regal¨® tres propinas, entre ellas la c¨¦lebre Forbidden colors, que, aunque no a?adieron nada nuevo, sirvieron para confirmar que es un pianista aceptable y, esta vez sin discusi¨®n, el mejor int¨¦rprete de su propia m¨²sica.
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