Instrucciones para leer az¨²car
De un tiempo a esta parte pides un caf¨¦ y, en el sobrecito de az¨²car que te entregan con la taza y sus otros complementos, puedes observar peque?as frases. El barman sabe o no sabe que para ti el caf¨¦ es un brebaje sagrado, as¨ª que lo trata con exquisita delicadeza, o bien vierte con descuido parte de la preciada secreci¨®n sobre el mensaje latente, aunque pocas veces lo altera.Quiz¨¢ han estado ah¨ª siempre, pero esas breves sentencias te interrogan un d¨ªa en especial. Son proverbios derviches o cinismo dieciochesco, la paremiolog¨ªa nuestra de cada d¨ªa y las elegantes m¨¢ximas del pasado grecoromano, c¨¦lebres dichos de personajes c¨¦lebres junto con reflexiones agud¨ªsimas de perfectos desconocidos. No en todos los bares, no en todas las marcas, pero algunos de esos reversos del az¨²car esconden tesoros apod¨ªcticos que, combinados con el aroma y la consistencia misteriosa de un buen caf¨¦ (ese que siempre te servir¨¢n en taza alta), propician instantes irrepetibles donde lo racional y lo sensorial forman un todo estimulante y ef¨ªmero.
Al fin y al cabo, siempre fue el adagio compa?ero de la cafe¨ªna, y de drogas peores. Literatura instant¨¤nia se titula, precisamente, una flamante antolog¨ªa escolar de aforismos a cargo de Josep Ballester. Y no es una mala met¨¢fora. Hay algo de fugaz e inaprehensible en todo buen precepto, pero tambi¨¦n de reacci¨®n qu¨ªmica provocadora, inmediata e imprevisible. Mientras se disuelve el az¨²car, esa c¨¢psula de pensamiento que lo envolv¨ªa obra tambi¨¦n sus posibles efectos.
En otro sentido, es cierto que todo aforismo esconde una contradicci¨®n insalvable: por un lado, su modestia formal le inyecta fugacidad; por otro, no es menos notable su capacidad de perduraci¨®n, de adhesi¨®n reactiva a la memoria, tras el puro acto de lectura. Por eso era de lo m¨¢s pertinente su tradicional ubicaci¨®n en los calendarios de hoja por d¨ªa, como ese que da cuenta del tiempo petrificado en L'arbre de les cireres, de Marc Recha.
Y viene todo esto a cuento de la relectura de Jusep Torres Campalans, de Max Aub. Es indudable que, en los ¨²ltimos tiempos, se est¨¢n realizando esfuerzos m¨¢s que considerables para la recuperaci¨®n de este autor. Ap¨¢trida por antonomasia, ep¨ªtome de las consecuencias de la contienda incivil, el tipo que, ¨¦l s¨®lo, supone toda una generaci¨®n perdida hizo bueno aquello de que toda literatura aut¨¦ntica tiene que ver con la experiencia del exilio. Hay un af¨¢n de justicia final para con Aub que comienza en el primer homenaje que se le tributa en Valencia en 1980 y culmina de alg¨²n modo con el establecimiento de la Fundaci¨®n Max Aub en Segorbe, hace dos a?os. Es esta entidad, junto con la Fundaci¨®n Bancaja y ocasionales coeditores, la responsable del sistem¨¢tico rescate bibliogr¨¢fico de la ingente y sugestiva producci¨®n aubiana. Ahora mismo, una exposici¨®n en el Museo de Bellas Artes exhibe, entre otras, las obras que Aub firm¨® como JTC. Su magn¨ªfico cat¨¢logo da cuenta de eso y de mucho m¨¢s.
No descubrir¨¦ el Mediterr¨¢neo al afirmar que Jusep Torres Campalans es una obra extraordinaria. Tambi¨¦n es un libro sin concesiones. Una fabulaci¨®n completa, sin resquicios, al servicio de una omnisciencia que busca, compara y no encuentra nada mejor para homenajear al arte del siglo que inventarse a otro pintor. Jusep ("y no Josep, como lo pide su lengua, bas¨¢ndose en el o¨ªdo y su real gana") Torres, el anarquista convencido de que Francia no es otra cosa que una colonia catalana, el exiliado de s¨ª mismo, el artista que, evalu¨¢ndose con dolor entre los simplemente mediocres, renuncia a la pintura puesto que "no siendo Pablo Picasso, lo mismo da".
Cualquiera que haya le¨ªdo este fascinante libro sabe que su tesoro m¨¢s precioso es el Cuaderno verde. El supuesto diario de Campalans constituye una de las m¨¢s formidables colecciones de aforismos del siglo. Y la cuesti¨®n es: ?qui¨¦n lee hoy esas peque?as joyas? ?Qui¨¦n sabe que existen en el interior de un libro primorosamente editado? Bien por los homenajes, las reediciones, las exposiciones. Pero el mejor tributo que se le puede rendir a un escritor es leer su obra, hacerla accesible, divulgarla. Las m¨¢ximas de Aub/Campalans deber¨ªan consumirse como antibi¨®ticos culturales, sin prescripci¨®n facultativa. ?Por qu¨¦ no una emisi¨®n de sobrecitos de az¨²car dedicada a esa genial compilaci¨®n de miniaturas? Una serie para Aub -como los sellos- a la hora del caf¨¦. Y as¨ª con todas las grandes inteligencias sint¨¦ticas, al alcance de cualquier paladar que disponga de cinco minutos. Voy a presentarme a las pr¨®ximas elecciones con el siguiente programa de gobierno: un espresso humeante, unos gramos de az¨²car estuchados con el zumo de la m¨¢s ¨¢cida sabidur¨ªa universal y una banda sonora innegociable que comienza y acaba con Body and soul de Coleman Hawkins en cualquiera de sus versiones (pero preferentemente la de 1960 con Bob Cranshaw al contrabajo). Para leer con la boca y el olfato -y con todos los sentidos- y guardar ese momento tan fugitivo como la misma vida en la m¨¢s inexpugnable de nuestras neuronas.
Joan Gar¨ª es escritor.
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