Un agente hispano 'arrepentido' destapa un nuevo caso de corrupci¨®n en la polic¨ªa de Los ?ngeles
Rafael P¨¦rez ten¨ªa ambiciones y un negocio particular que le daba los miles de d¨®lares necesarios para llevar el tren de vida que no le permit¨ªa la miserable n¨®mina de funcionario. Pero se excedi¨® en su celo empresarial. Ahora est¨¢ entre rejas, consumido por una ¨²lcera y temiendo por su vida. La n¨®mina se la proporcionaba la polic¨ªa de Los ?ngeles y el negocio consist¨ªa en apropiarse de la droga capturada a los peque?os traficantes de la barriada hispana de Rampart y volver a colocarla en el mercado. La primera vez que lo hizo, en 1997, comparti¨® los 10.000 d¨®lares de la operaci¨®n con su compa?ero Nino Durden. Dinero f¨¢cil que como ven¨ªa se iba -21.000 d¨®lares en un fin de semana de camarader¨ªa de amigotes en Las Vegas, con puros de a 100 d¨®lares y suites de a 1.500 la noche- y que pod¨ªa conseguirse con m¨¢s facilidad si en vez de rob¨¢rselo a un camello se met¨ªa la mano donde la comisar¨ªa guardaba la droga capturada a las bandas. Y hab¨ªa mucha. Una tentaci¨®n insoportable. Le pillaron. Ante la perspectiva de pudrirse en la c¨¢rcel, el antiguo marine convertido en polic¨ªa de ¨¦lite de la CRASH, unidad de choque creada para combatir a las bandas callejeras de Los ?ngeles, decidi¨® colaborar con la justicia a cambio de una sentencia m¨¢s leve: "Voy a hacer una declaraci¨®n muy amplia. Y no va a gustar".Desde septiembre, P¨¦rez ha sido interrogado durante decenas de horas por polic¨ªas y agentes judiciales y ha contado con pelos y se?ales historias de corrupci¨®n policial que cubren de la paliza callejera al homicido, pasando por el ocultamiento de pruebas, la creaci¨®n de otras que pusieron a inocentes entre rejas, los disparos injustificados, la deportaci¨®n de testigos o el trapicheo con prostitutas. El diario Los Angeles Times tiene en su poder casi 2.000 p¨¢ginas con las transcripciones de las confesiones del larg¨®n y en ellas hay agentes que extienden ketchup junto a un herido para contar luego que abrieron fuego porque vieron sangre, polic¨ªas que colocan droga en el coche de un sospechoso para hacer realidad la sospecha, persecuciones que acaban con un herido al que se deja morir desangrado mientras se discute qu¨¦ historia contar para justificar el tiroteo, palizas tan violentas que las heridas se presentan como intentos de suicidio... "Yo dir¨ªa que el 90% de los polic¨ªas que trabajan en CRASH, y no s¨®lo ellos, falsea la informaci¨®n. Montan pruebas contra la gente... Me duele decirlo, pero hay mucha podredumbre en la polic¨ªa de Los ?ngeles".
Ten¨ªa raz¨®n P¨¦rez. Su historia no ha gustado nada. En particular a los 70 agentes bajo investigaci¨®n de CRASH-Rampart y a los 20 suspendidos de empleo, expulsados del cuerpo o que han pedido la baja. Ni a la polic¨ªa de Los ?ngeles, hist¨®ricamente enfangada en la ilegalidad, un cuerpo que ha inspirado inn¨²meras pel¨ªculas y novelas negras. Tampoco ha gustado a la ciudad de Los ?ngeles, que se enfrenta a demandas por valor de cientos de millones de d¨®lares reclamados por las v¨ªctimas de una polic¨ªa sin control de las autoridades, que aplaud¨ªan mientras los agentes recib¨ªan condecoraciones por su lucha contra la delincuencia. "?Ha visto la placa que hay en mi casa?, ?sabe de qu¨¦ es? ?sa con un coraz¨®n rojo y dos balas", explica P¨¦rez en un interrogatorio. "Me la dio el sargento por la captura de Ovando. Por eso. Nos dan placas cuando hay un tiroteo. Si el t¨ªo muere, es negra. Si sale con vida, roja". "?Es m¨¢s prestigiosa la negra que la roja?", le preguntan. "S¨ª. Porque, ?sabe?, la negra significa que el t¨ªo palm¨®".
Javier Ovando qued¨® hecho un colador en su encuentro con P¨¦rez y Durden en julio de 1996. Los agentes le pusieron luego un arma en la mano y declararon en el juicio que actuaron en defensa propia. Ovando fue condenado a 23 a?os de c¨¢rcel. Ahora ha salido en libertad y desde la silla de ruedas ha denunciado a la ciudad. El de Ovando es uno de los m¨¢s de 30 casos de sentencias anuladas. La Fiscal¨ªa de Los ?ngeles ha pedido refuerzos para desenmara?ar una corrupci¨®n policial de la que el caso Rampart es s¨®lo la punta del iceberg.
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