El Ejido, historia real
No se puede creer lo que yo he visto. No se puede contar lo que he sentido. No se puede vivir ajeno a esto en un pa¨ªs que vive explotando la muerte y la miseria.Salimos de ma?ana hacia San Pedro de Macor¨ªs. Recogido el cooperante local, Ismael, nos adentramos en las entra?as de los ca?averales. Batey es un nombre tahino referido a poblado. Hasta los tahinos estar¨ªan mejor cuando los descubridores los machacaron. Poblado requiere relaci¨®n, vida com¨²n, necesidades m¨ªnimas. ?Vaya que si las tienen! Tanta relaci¨®n que no puede evitarse. Tan com¨²n es la vida que te encuentras las de los dem¨¢s en las narices, en la poca sombra del caer del d¨ªa, en los jergones api?ados, en tu desconocida intimidad. La llegada del extranjero anuncia una suerte de desesperada esperanza por conseguir un tabl¨®n para tapar el hueco al que toda la lluvia se dirige, una plancha de cinc que recaliente el sol, un bollo, un peso, una foto. Una sola radio garantiza la m¨²sica en todo el campamento de diez, veinte o cien madrigueras. Los haitianos no llegaron todav¨ªa. Llegar¨¢n cien, doscientos o cuatrocientos para trabajar de sol a sol y emborracharse despu¨¦s hasta caer rendidos en su metro cuadrado asignado. Otros al exterior donde el hedor pueda soportarse, si es que el hedor fuera consciente. Pepo lidera el de Tumba. En los ratos libres pinta sobre las planchas de madera que ¨¦l mismo se prepara, curvadas, humedecidas, pero exhibidas con orgullo. Su motivo central y repetido es el "Ingenio". Se ve de lejos, pero lo retiene en su art¨ªstica retina desde su infancia. Silvia preside el de Ulloa. Su madre de 98 a?os lleg¨® ah¨ª no recuerda cu¨¢ndo. Su hijo de 30 ayuda en carpinter¨ªa. Su nieta de ocho no para de bailar la m¨²sica estridente que nos obliga a parecer enfadados de tanto grito cruzado. Ella es intemporal, fibrosa, arremangada. Su autoridad le delata. Solo ayuda a quien trabaja para la comunidad. La Iglesia sigue sin techo. El consultorio es la plaza. La escuela... no hay otra escuela que la de seguir viviendo, aliados a la ca?a. Es festivo. Las mujeres van provistas de unos rulos aparentes. Las ni?as de multicolores lazos en cada tirabuz¨®n hecho a?icos en pelos ensortijados. El domin¨® se aparece en cada umbral. Juegan ni?os, padres, viejos. Es la tarde de un feriado. Aqu¨ª hay feria desde octubre. Los ni?os se arremolinan en cuanto nos ven llegar. Van viniendo. Ocho, quince, veintisiete, hasta cuarenta. No saben qu¨¦ va a traer el hombre blanco. Los peque?os arrastran latas vac¨ªas, cogidas con un cordel. Los medianos me ense?aron el tres y dos con una baraja francesa donde las picas y los diamantes parec¨ªan parecerse a todos los corazones.
Dentro de poco vendr¨¢n nuevamente los haitianos. Y recoger¨¢n la ca?a a diez pesos tonelada. No les dejar¨¢n salir, esclavos de su ignorancia, de su suerte y de su patria. Llegar¨¢n sin documentos, sin contrato, sin fianza. Solo el due?o del "Ingenio" ser¨¢ due?o de su alma. Quisqueya, que as¨ª se llama, es el centro de reuni¨®n, de todas nuestras miradas. Es una historia real. A todos nos acompa?a.
Le¨ªa, o¨ªa y ve¨ªa estos d¨ªas por televisi¨®n lo que hemos sido capaces de hacer en El Ejido. No pude dejar de recordar esa experiencia reciente que viv¨ª en los alrededores de la ciudad de Santo Domingo, en la Rep¨²blica Dominicana, donde tantos amigos e intereses tenemos y con quienes, tambi¨¦n por esto, compartimos algo m¨¢s.
Cuanto pasaba en El Ejido, en estos penosos d¨ªas, me recordaba un batey. Son tantas las zonas comunes. Hait¨ª no tiene trabajo, como Marruecos. Las guaguas y las pateras trasladan la miseria de lugar con la esperanza de otra vida. Ca?a de az¨²car o tomates, "ingenio" o invernadero. ?qu¨¦ m¨¢s da! Ciertamente que podemos seguir mirando de lejos, incluso que ni mirar. Los bateyes y El Ejido no est¨¢n camino de nada, solo reclaman miradas cuando vayan a estallar.
La esclavitud, la miseria... Es una historia real. A todos nos acompa?a
Jos¨¦ Mar¨ªa Tom¨¢s Tio es magistrado y presidente de la Fundaci¨®n por la Justicia.
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