La vida ROSA MONTERO
Un lector me ha mandado una carta en la que dice que utilizo demasiado la palabra horror en mis columnas. Puede ser. El mundo tiene una vertiente atroz que resulta muy costosa de digerir. Cuando las organizaciones de derechos humanos denuncian torturas "indescriptibles" cometidas por los rusos en Chechenia; o cuando lees que un soldado de Avil¨¦s le arranca los ojos a una chica, es dif¨ªcil evitar que el espanto te anegue y te confunda, y a lo peor se te horrorizan demasiado los art¨ªculos.Sin embargo, no todo en la vida es as¨ª de ¨¢spero y de hiriente. De hecho, la realidad est¨¢ llena de prodigios. Acabo de enterarme de uno especialmente hermoso. Ha sucedido en el Sur y lo protagoniza una familia andaluza a la que conozco de vista, porque unos amigos m¨ªos son sus vecinos. Se trata de una familia con cinco hijas, unas chicas que van desde los diecis¨¦is a los 29 a?os y que siempre llamaron la atenci¨®n en el barrio, porque son muy guapas. Ahora, a la mayor le han descubierto un c¨¢ncer de est¨®mago. Est¨¢ en tratamiento, naturalmente, y, como suele suceder, la quimioterapia ha hecho que se le caiga todo el cabello. Lo cual puede resultar abrumador para una mujer tan joven. De modo que sus cuatro hermanas, para acompa?arla, se han rapado todas la cabeza al cero.
Se trata de un relato tan elocuente que probablemente cualquier palabra que se a?ada empa?ar¨¢ la pureza del hecho. Por eso, tampoco doy los datos que puedan identificar a la familia: le tengo miedo a esta sociedad medi¨¢tica, tan ansiosa de convertirlo todo en espect¨¢culo. Y sospecho que cinco cabezas lindas y pelonas pueden constituir una imagen demasiado tentadora para todos esos programas televisivos especializados en transmutar lo verdadero en mugre. Si esta historia resulta conmovedora es, justamente, porque se mantiene al margen de la contaminaci¨®n de lo aparente. Porque es privada. Porque es sencilla. Porque no es nada m¨¢s que una peque?a historia de barrio. Tal vez incluso hago mal reflej¨¢ndola aqu¨ª; pero necesitaba recordar que la aut¨¦ntica vida est¨¢ llena de estas calladas maravillas, de este esfuerzo de amor. Esa aut¨¦ntica vida de la que no se habla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.