La consagraci¨®n del ministro Piqu¨¦
Josep Piqu¨¦, el ministro catal¨¢n con doble competencia en el Gobierno del PP, posaba sonriente esta semana junto a un lustroso caballo de cart¨®n piedra del cl¨¢sico tiovivo del parque de atracciones del Tibidabo. La presencia del ministro serv¨ªa para certificar que el Ayuntamiento de Barcelona asum¨ªa la propiedad del activo m¨¢s emblem¨¢tico del ¨²ltimo gran fracaso de Javier de la Rosa, el hombre que en apenas un lustro pas¨® de serlo todo en el mundo econ¨®mico catal¨¢n a no ser nada, un mal recuerdo que se quiere olvidar. El parque necesitar¨¢ importantes inversiones si sus nuevos responsables quieren que recupere el vistoso aspecto de que goz¨® cuando el flamante financiero organizaba sus banquetes para peque?os accionistas embaucados por la reencarnaci¨®n local de quien pasaba por ser el nuevo Rey Midas.
Eran fiestas multitudinarias con atracciones de ¨¦poca camufladas bajo varias capas de pintura, monta?as rusas de juguete y payasos de ocasi¨®n, que hipnotizaban a una muchedumbre de incautos inversores, paganos ignorantes del opulento tren de vida de De la Rosa y su numerosa corte de amigos.
La visi¨®n que se ofrece al visitante desde la cumbre de la monta?a es enormemente sugerente. A los pies del parque, la ciudad se tiende como una alfombra dispuesta a rendirse bajo el paso firme de los hombres importantes. En alguna de aquellas fiestas, De la Rosa se sinti¨® tan arrebatado por la imagen que no pudo evitar alzar la voz para recordar que todo eso (?la ciudad o las atracciones?) era suyo.
El martes, paradojas de la vida, Piqu¨¦ quiso certificar su aparente triunfo en las cambiantes corrientes de agua de la pol¨ªtica espa?ola con esa foto en el templo donde a¨²n humean las cenizas de los sacrificados ahorros de los peque?os accionistas de Tibidabo. Situaci¨®n ambivalente. La misma monta?a da fe del triunfo del pol¨ªtico emergente y refresca al mismo tiempo el recuerdo del estrepitoso fracaso del financiero en libertad con fianza.
No es la primera vez que esta paradoja empareja a ambos protagonistas. Piqu¨¦ se inici¨® como ejecutivo empresarial precisamente de la mano del propio De la Rosa. El puente entre ambos fue el entonces consejero de Econom¨ªa, Maci¨¤ Alavedra. Gracias a la relaci¨®n entre el consejero de Pujol y De la Rosa, Piqu¨¦ cambi¨® su cargo en la Direcci¨®n General de Industria de la Generalitat por un empleo bien remunerado como alto ejecutivo del grupo qu¨ªmico Ercros, que por aquellas fechas estaba construyendo De la Rosa. Un lujoso y flamante AlfaRomeo 164 fue el signo externo m¨¢s visible de aquella primera ¨¦poca.
Aunque el grupo qu¨ªmico comenz¨® a ir mal y generar p¨¦rdidas multimillonarias, Piqu¨¦ se revel¨® como un ejecutivo brillante y escal¨® posiciones en la empresa, al tiempo que comenzaba a ganar prestigio en ambientes empresariales, en muchos de los cuales a¨²n estaba bien visto formar parte del equipo de De la Rosa.
Tanto fue as¨ª que, en esa fase, Piqu¨¦ aspir¨® sin ¨¦xito a la presidencia del C¨ªrculo de Econom¨ªa, uno de las m¨¢s prestigiosas organizaciones empresariales de la ciudad. La suspensi¨®n de pagos de la empresa, en 1992, impidi¨® que asumiera la presidencia. Fue la primera y la ¨²nica vez que la evoluci¨®n de la carrera de ambos se movi¨® en la misma direcci¨®n, es decir, negativa.
Poco antes, De la Rosa, que hu¨ªa de una empresa a la que hab¨ªa sumido en una crisis de enormes proporciones, vendi¨® un ¨²ltimo servicio a los kuwait¨ªes que hab¨ªan financiado el desastre del Grupo Torras. Les propuso a Piqu¨¦ como nuevo presidente de Ercros, de la que ya era consejero delegado.
La empresa se encontraba ahogada por las deudas, con p¨¦rdidas que crec¨ªan en decenas de millones cada d¨ªa que pasaba y con empleados y pensionistas en pie de guerra. Piqu¨¦ se arremang¨® y, sin considerar necesario denunciar nada de lo que hab¨ªa sucedido en la empresa en el pasado, enderez¨® la sociedad con las recetas tradicionales: reducci¨®n de personal, cuantiosas ayudas p¨²blicas y quitas a los acreedores, m¨¢s una buena dosis de paciencia y negociaci¨®n.
Fue la ¨¦poca en que Piqu¨¦ increment¨® su patrimonio, trascendi¨® las fronteras auton¨®micas y se granje¨® un nombre como importante ejecutivo catal¨¢n. Por las mismas fechas, De la Rosa ya s¨®lo acud¨ªa a Madrid a declarar en los juzgados. De nuevo la trayectoria de ambos volv¨ªa a ser divergente.
En el verano de 1995, con el financiero recuper¨¢ndose de su primera estancia en prisi¨®n, su antiguo fichaje asum¨ªa la presidencia del C¨ªrculo de Econom¨ªa y aspiraba a un puesto en las listas electorales de CiU, con la que en apariencia coincid¨ªa pol¨ªticamente, e incluso al Departamento de Econom¨ªa, que a¨²n ocupaba su antiguo valedor ante De la Rosa, Maci¨¤ Alavedra. ?ste tambi¨¦n hab¨ªa coincidido con De la Rosa en un parque, el de Tarragona, y no hab¨ªa tenido tanta suerte. Su marcha se consideraba inminente e inevitable.
De consultado a ministro
Despu¨¦s, las elecciones generales de 1996 representaron la gran oportunidad de Piqu¨¦, aunque de forma absolutamente imprevista. El PP no consigui¨® mayor¨ªa absoluta y debi¨® negociar con CiU su apoyo para la investidura de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Piqu¨¦, en su calidad de presidente del C¨ªrculo de Econom¨ªa, fue uno de los interlocutores elegidos por ambos partidos para pulsar la opini¨®n empresarial. S¨²bitamente, Piqu¨¦ pas¨® de consultado a ministro. Poco despu¨¦s, De la Rosa intent¨® chantajear al Gobierno popular. El financiero acab¨® a¨²n m¨¢s hundido y Piqu¨¦ consigui¨® la confianza de Aznar. Esta semana se ha escrito un nuevo episodio de la historia de esas dos vidas cruzadas.
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