El tri¨¢ngulo amoroso de Beckham
El jugador del Manchester, atrapado entre las exigencias de su estricto entrenador y las de la celebridad de su mujer
El problema de David Beckham se reduce al cl¨¢sico tri¨¢ngulo amoroso. Sus dos grandes e irreconciliables pasiones son el f¨²tbol, representado por la figura estricta pero paternal de su entrenador, Alex Ferguson, y su mujer, la Spice Girl Victoria Adams, que a su vez representa el mundo de la celebridad, del showbusiness en su m¨¢s fr¨ªvola expresi¨®n. Los dos son amores exigentes. Extraordinariamente exigentes.Para jugar al f¨²tbol bajo el mando de un sargento de la vieja escuela como lo es Ferguson, en un equipo con expectativas tan enormes como el Manchester United, se requiere un nivel casi mon¨¢stico de disciplina y concentraci¨®n. Para un joven bien parecido, casado con una estrella de la m¨²sica pop, ser un buen marido consiste en posar pacientemente para los fotogr¨¢fos de las revistas del coraz¨®n, en asistir a las fiestas de la jet-set londinense, en tolerar el acoso y cotilleo de la prensa inglesa, en someterse, en resumen, a las necesidades del aparato publicitario en que se basa la fama y fortuna de Posh, la Pija Spice.
Como el mismo Ferguson dec¨ªa hace unos pocos meses, la presi¨®n que padece la joven pareja es "incre¨ªble e insportable... Yo lo odiar¨ªa. No s¨¦ como lo aguantan".
Era el Ferguson padre el que hablaba, el que en cierto modo ha criado a David desde que dej¨® su familia en Londres y se incorpor¨® a la cantera del Manchester en 1991, a los 15 a?os. El Ferguson entrenador fue el que el fin de semana pasado tom¨® la decisi¨®n de humillar a Beckham, conden¨¢ndolo a las gradas durante el partido m¨¢s importante de la temporada, contra el Leeds, el ¨²nico rival que parece capaz de arrebatarle al Manchester el t¨ªtulo de de Liga.
A¨²n as¨ª gan¨® el Manchester, 1-0, coloc¨¢ndose l¨ªder de la Premier League con seis puntos de ventaja. Pero f¨¢cilmente podr¨ªa haber perdido, lo que demuestra la intensidad del disgusto que llev¨® a Ferguson a omitir a su mejor jugador de la alineaci¨®n.
?Qu¨¦ es lo que pas¨®? La versi¨®n simple es que Beckham falt¨® al entrenamiento el viernes antes del partido, y cuando apareci¨® al del d¨ªa siguiente tuvieron una acalorada discusi¨®n, y Ferguson lo mand¨® a casa. El problema de fondo, como lo resumi¨® el Times de Londres, es que "ha habido algo s¨ªsmico en la relaci¨®n entre David y Alex en los ¨²ltimos tiempos, un conflicto de estilos de vida y de prioridades".
El efecto s¨ªsmico ha ido generando m¨¢s y m¨¢s presi¨®n a lo largo de una temporada en la que Beckham ha salido tanto en las portadas de los peri¨®dicos sensacionalistas ingleses, obedeciendo a las necesidades publicitarias de su mujer, como en las de deportes.
No cuesta mucho imaginar que Ferguson hubiera reaccionado con repugnancia la semana pasada cuando lo vio con su mujer en la portada de la revista Hello! bajo el titular Retrato ¨ªntimo de la pareja dorada.
A¨²n as¨ª, todo esto ser¨ªa soportable para Ferguson si Beckham lograse someterse al control f¨¦rreo que ¨¦l exige de todos sus jugadores. El estilo de vida no es un problema de por s¨ª en cuanto no afecte lo que Ferguson considera las prioridades que debe de tener un jugador profesional. El secreto del ¨¦xito de Ferguson, como ha dicho su ex asistente Brian Kidd, consiste en tratar a sus cracks exactamente del mismo modo que a los j¨®venes de la cantera. Ferguson no soportar¨ªa que un joven de la cantera viviese en las afueras de Londres, a 300 kilometros de Manchester; que vaya a un desfile de modelos la noche antes de un partido de Liga de Campeones; que se filtre a la prensa, a trav¨¦s de su esposa y de amigos como Elton John, su deseo de jugar un d¨ªa en el Barcelona.
Tampoco lo ha soportado en Beckham y por eso, el fin de semana pasado, explot¨® el volc¨¢n. "Si los jugadores piensan que est¨¢n por encima del control del entrenador", Ferguson escribi¨® en su autobiograf¨ªa, "s¨®lo se les puede decir una palabra: adi¨®s". El gran interrogante ahora es si Beckham se queda en el Manchester, del que fue aficionado antes de ser jugador, o si se va. Y si se va, habr¨¢ otra inc¨®gnita. ?Podr¨¢ mantener su nivel de juego si no cambia su estilo de vida y sus prioridades, o descender¨¢ por el camino que ha llevado al otro gran jugador ingl¨¦s de los a?os noventa, Paul Gascoigne, a la autodestrucci¨®n?
La respuesta la tiene Beckham. Porque Ferguson no va a cambiar. Ni su mujer tampoco. ?l solo es el que va a tener que elegir entre sus dos amores, el que tendr¨¢ que decidir a cu¨¢l de los dos va a herir. Porque mantener satisfechos a ambos le resulta imposible.
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