Gobiernos facciosos JAVIER P?REZ ROYO
En la segunda mitad del siglo XVIII, Edmund Burke propuso la primera definici¨®n del partido pol¨ªtico en los siguientes t¨¦rminos: un partido es "un grupo de hombres unidos con el fin de promover, por medio de sus esfuerzos conjuntos, el inter¨¦s nacional con base en alg¨²n principio particular en el que todos ellos coinciden". Lo que distingue a un partido de una facci¨®n es que el primero, a diferencia de la segunda, es promotor de un inter¨¦s nacional y no solamente portador de un inter¨¦s particular. El partido es el representante de una parte de la sociedad (principio particular) que es simult¨¢neamente promotorade un programa para toda la sociedad (inter¨¦s nacional). El partido es la parte que se propone temporalmente como el todo, que tiene la pretensi¨®n de dirigir pol¨ªticamente a toda la sociedad.Sin partidos que sean tales el Estado constitucional no puede funcionar. El Estado constitucional es necesariamente un Estado de partidos. Y de ah¨ª que cuando los partidos degeneran en facciones se convierten exclusivamente en portadores de un principio particular dejando de lado la promoci¨®n del inter¨¦s nacional, sea la propia salud del Estado constitucional la que se resienta.
Obviamente, si los partidos que degeneran en facciones son adem¨¢s los partidos que tienen responsabilidad de gobierno la patolog¨ªa es mucho m¨¢s grave. No nos encontramos solamente ante partidos facciosos, sino ante Gobiernos facciosos. Y cuando esto ocurre en un ¨¢rea de gobierno particularmente sensible, pues todav¨ªa m¨¢s.
Desgraciadamente, ¨¦sta es la situaci¨®n en la que nos encontramos en lo que a la pol¨ªtica antiterrorista se refiere. Por supuesto que la culpable del terrorismo es ETA y que ¨²nicamente a ella se le puede hacer responsable de todos los asesinatos, secuestros, extorsiones y el llamado terrorismo "de baja intensidad". Pero ETA est¨¢ fuera del sistema pol¨ªtico y es poco, por no decir nada, lo que los que estamos dentro podemos hacer para que deje las armas.
El problema de la pol¨ªtica antiterrorista que m¨¢s nos afecta es que tanto el PNV como el PP o el PP como el PNV se han comportado en este terreno como Gobiernos facciosos, preocupados exclusivamente por "su" principio particular y en absoluto por el inter¨¦s nacional. Y, adem¨¢s, de forma continuada a lo largo de toda la legislatura.
Tanto el PP como el PNV o el PNV como el PP se han pasado de listos a lo largo de toda la legislatura entrevist¨¢ndose con frecuencia, incluso al m¨¢s alto nivel. Resulta sarc¨¢stico que el presidente del Gobierno no haya tenido tiempo en toda la legislatura para entrevistarse con ninguno de los presidentes de comunidades aut¨®nomas gobernadas por el PSOE y que s¨ª lo haya tenido para hacerlo con Xabier Arzalluz e I?aki Anasagasti. Y que se hayan puesto de acuerdo en todo menos en lo que ten¨ªan que ponerse de acuerdo. Los dos partidos y los dos Gobiernos, el de Espa?a y el del Pa¨ªs Vasco, han jugado con cartas marcadas, intentando cada uno obtener del otro lo que interesaba a su principio particular, dejando completamente de lado el inter¨¦s nacional, que ¨²nicamente pod¨ªa consistir en ponerse de acuerdo en la estrategia antiterrorista y de pacificaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco.
El resultado est¨¢ a la vista. El PNV se ha metido en un callej¨®n. Pero, al meterse ¨¦l, en cierta medida nos ha metido a todos, ya que sin el concurso del nacionalismo democr¨¢tico no es imaginable una soluci¨®n al contencioso vasco.
Es verdad que el PNV se ha metido en ese callej¨®n por voluntad propia. Pero con la ayuda inestimable del Gobierno del PP, que, en lugar de condicionar las relaciones con el PNV a su conducta en la pol¨ªtica antiterrorista, ha hecho todo lo contrario. ?Puede alguien pensar que el PNV hubiera podido actuar de la forma en que lo ha hecho si el Gobierno de la naci¨®n, desde el comienzo de la legislatura, hubiera definido las reglas del juego como ten¨ªa que haberlo hecho?
En estos d¨ªas, todo el mundo est¨¢ pidiendo la rectificaci¨®n del PNV. Y por supuesto que tiene que hacerla. Pero al PP tambi¨¦n hay que exig¨ªrsela. No se puede utilizar el terrorismo para llegar al Gobierno y para mantenerse en ¨¦l. Un partido de gobierno no puede convertirse en un terreno como ¨¦ste en una facci¨®n.
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