Predicar y dar trigo
En uno de sus discursos m¨¢s conocidos, el de Mestalla de 1936, invitaba Manuel Aza?a a los valencianos a decidir su voto en funci¨®n de los resultados cosechados por cada partido durante el tiempo que estuvo en el gobierno. Puesto que todos (republicanos, socialistas o cedistas) hab¨ªan tenido la oportunidad de llevar a la pr¨¢ctica sus ideas, las elecciones -a diferencia de lo que hab¨ªa ocurrido en 1931 y 1933- eran una ocasi¨®n magn¨ªfica para contrastar actitudes, comportamiento y realizaciones, mucho m¨¢s que para enredarse en discursos ideol¨®gicos, m¨¢s pr¨®ximos a la teolog¨ªa que a la realidad diaria.La Espa?a de hoy es completamente distinta a la de entonces, gracias entre otras cosas a la Santa Transici¨®n. Pero estas elecciones s¨ª se asemejan a aquellas porque todos, socialistas y populares hemos tenido oportunidad de gobernar. Por eso, los electores pueden analizar las soluciones concretas que cada uno de nosotros hemos dado a los problemas concretos (como dir¨ªa Gramsci) en vez de perderse en est¨¦riles rifirrafes dogm¨¢ticos. Me parece obvio que uno de esos problemas concretos, probablemente el m¨¢s acuciante en estos momentos, es el de definir el papel de Espa?a en la Uni¨®n Europea. Y aqu¨ª tambi¨¦n las soluciones propuestas por los socialistas y los populares deben someterse a la prueba del algod¨®n, al contraste con la realidad.
En 1996, cuando el Partido Popular lleg¨® por primera vez al gobierno, Espa?a no cumpl¨ªa ninguno de los requisitos exigidos por el Tratado de Maastricht para entrar en la Uni¨®n Monetaria, para acceder a la moneda ¨²nica, para -en definitiva- jugar en la primera divisi¨®n europea. Nuestros precios eran muy superiores a los de nuestros competidores, nuestros tipos de inter¨¦s exced¨ªan a los que se pagaban en otros lares y nuestro d¨¦ficit fiscal rozaba la extravagancia, porque los sucesivos gobiernos socialistas creyeron que se pod¨ªa vivir eternamente gastando m¨¢s de lo que ingresaban. Los m¨¢s desmemoriados deber¨ªan repasar sus archivos para comparar c¨®mo sub¨ªan los precios antes de 1996 y c¨®mo suben ahora, repasar los extractos bancarios para ver los intereses que pagaban antes y despu¨¦s del gobierno popular o contrastar la declaraci¨®n de renta de 1996 con la que est¨¢n ultimando estos d¨ªas. Sol¨ªa Lenin decir que s¨®lo los tontos discuten los hechos y por eso los socialistas -que no lo son- no discuten que hoy estamos mejor que hace unos a?os; lo que dicen es que esta felicidad nos llueve del cielo... a pesar de la torpeza del gobierno. Y eso simplemente no es cierto, porque tanto en la ¨¦poca socialista como en la popular ha habido rachas buenas y vientos huracanados, vacas gordas y vacas flacas, porque en pol¨ªtica como en la vida las cartas son unas veces buenas y otras malas. Como recordaba Shakespeare (Julio C¨¦sar) "el bien y el mal, querido Bruto, no est¨¢ en las estrellas sino en nosotros mismos que estamos por debajo de las estrellas".
En 1996 Espa?a estaba lejos de la Uni¨®n Monetaria no porque hubiese habido una crisis (la de 1991 y 1992), puesto que esta crisis hab¨ªa golpeado a todos los pa¨ªses candidatos y el proceso de convergencia no era m¨¢s que un proceso de evaluaci¨®n comparativa (benchmarking), sino simplemente porque los socialistas hab¨ªan escogido el camino equivocado. El rumbo empez¨® a torcerse cuando en el momento de incorporarnos al Sistema Monetario Europeo (dise?ado para limitar las fluctuaciones de las divisas) se fij¨® un cambio excesivamente alto para la peseta, es decir, se apost¨® por una pol¨ªtica salazarista de moneda fuerte para una econom¨ªa d¨¦bil.
Las consecuencias no se hicieron esperar: las compras al exterior empezaron a subir y las exportaciones a declinar, y puesto que se quiso restablecer el equilibrio atrayendo a capitales extranjeros, los tipos de inter¨¦s alcanzaron cotas inalcanzables para nuestros empresarios. Para rematar la faena, como las administraciones p¨²blicas cada d¨ªa gastaban m¨¢s, cada d¨ªa se ped¨ªa nuevos sacrificios a los ciudadanos. La quiebra de las empresas y el paro de los trabajadores certificaron pronto el fracaso de una pol¨ªtica que se intenta reeditar.
As¨ª las cosas, el gobierno que sali¨® de las elecciones de 1996 no ten¨ªa las cosas f¨¢ciles. El gobierno de Aznar, como el de Su¨¢rez en 1977, se vio obligado a arreglar las tuber¨ªas sin dejar de dar agua o a reponer los cables sin dejar de dar luz. Al mismo tiempo hab¨ªa que hacer econom¨ªas en los ahorros p¨²blicos, reducir la presi¨®n fiscal, seguir modernizando el pa¨ªs y mejorar nuestro sistema de protecci¨®n social. Los que dijeron que era imposible conseguir al mismo tiempo todos estos objetivos se equivocaron. Cuatro a?os despu¨¦s el balance es satisfactorio: se han creado m¨¢s de 1.800.000 empleos nuevos, los pensionistas han mejorado a?o a a?o su poder adquisitivo y, lo que es m¨¢s importante tienen la certeza de que seguir¨¢ creciendo en el futuro. La marca Espa?a est¨¢ cada vez m¨¢s acreditada en el mundo y se habla cada vez m¨¢s del modelo espa?ol.
En los pr¨®ximos a?os vamos a asistir a acontecimientos importantes que no puedo comentar ahora como debiera (lo acaba de hacer muy bien el presidente Prodi en el Parlamento de Estrasburgo). Pero s¨ª me gustar¨ªa decir ahora que en los pr¨®ximos a?os se van a revisar las pol¨ªticas comunitarias (?qu¨¦ hacer?) y a reformar a fondo la arquitectura institucional (?qui¨¦n hace qu¨¦?), poni¨¦ndose un ¨¦nfasis especial en el empleo (Cumbre de Lisboa), la seguridad interior (T¨¢mpere) o el protagonismo de la Uni¨®n en el concierto de las naciones (OMC, FMI, etc¨¦tera). El mundo dentro de unos a?os no se parecer¨¢ nada al de hoy; la liberalizaci¨®n de los servicios financieros, y la revisi¨®n de las normas sobre competencia; la globalizaci¨®n del comercio y de las inversiones (pese al tropiezo de Seattle); el nuevo enfoque entre las relaciones transatl¨¢nticas... suponen nuevos desaf¨ªos y algunos riesgos que no podemos desaprovechar. En los pr¨®ximos cuatro a?os podemos ir a m¨¢s: crear m¨¢s puestos de trabajo, aumentar la renta familiar, modernizar nuestras infraestructuras, invertir en futuro, apuntalar nuestra sociedad del bienestar.
Pero para aprovechar estas oportunidades, no podemos equivocar el camino porque, en los tiempos que vivimos, el diagn¨®stico de la situaci¨®n econ¨®mica, la estrategia para el empleo y el dise?o de las grandes reformas econ¨®micas, se deciden en Bruselas. El que se empe?a en desafiar la ortodoxia apostando por recetas caducas, simplemente se sale del camino.
En Maastricht se consagraron los dogmas de la estabilidad de los precios y el de la austeridad presupuestaria y se apost¨® por reforzar los beneficiosos efectos de la convergencia econ¨®mica con esfuerzos adicionales para mejorar la eficacia de nuestras econom¨ªas. Las acciones dirigidas a eliminar rigideces de mercado, a reformar los sistemas de educaci¨®n y formaci¨®n profesional para facilitar la adaptaci¨®n de nuestros trabajadores, la supresi¨®n de los obst¨¢culos administrativos para hacer m¨¢s f¨¢cil la creaci¨®n de empresas y la reducci¨®n de impuestos para dejar m¨¢s dinero para crear empleo constituyen las caracter¨ªsticas m¨¢s acusadas de nuestro modelo europeo.
Cualquier programa pol¨ªtico que desconozca estas caracter¨ªsticas es simplemente un programa fuera del tiempo. Y ?no perderemos competitividad si nos empe?amos en aplicar por ley una jornada de 35 horas?, ?no subir¨¢n los impuestos si hay que honrar las distintas promesas incluidas en los diferentes programas presentados por los socialistas?, ?no corremos el riesgo de descarrilar, si renunciamos a un equilibrio entre ingresos y gastos como exige el Pacto de Estabilidad? Es obvio que si el contraste entre las propuestas socialistas y las propuestas populares sobre el papel que Espa?a debe representar en la Uni¨®n Europea es grande, lo es mucho m¨¢s para nosotros los valencianos que tanto dependemos del exterior. Las pol¨ªticas socialistas fueron especialmente perversas para una econom¨ªa como la valenciana, m¨¢s expuesta que las dem¨¢s a los vientos de fuera. Por eso, sorprende tanto que los socialistas valencianos las soportaran tan pacientemente, sin dar un pu?etazo en la mesa exigiendo un cambio de rumbo. Mucho m¨¢s cuando la federaci¨®n valenciana es una de las que m¨¢s peso tiene en el conjunto nacional. Las recetas aplicadas por el gobierno popular han sido buenas para el conjunto de la naci¨®n, pero han sido especialmente beneficiosas para nuestra sociedad que ha sabido aprovecharlas muy bien. En los pr¨®ximos a?os el horizonte se presenta despejado y la cosecha abundante, pero, como en la par¨¢bola de las v¨ªrgenes necias y las v¨ªrgenes prudentes, para aprovechar esas oportunidades debemos estar vigilantes y no dejarnos vencer por el sue?o. Sobre todo el 12 de marzo.
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