T¨ªtulo] La dura pasi¨®n del mitin VICENTE VERD?
Antes de vivir un mitin no se imagina uno lo que podr¨¢ ser aquello. Despu¨¦s, lo inimaginable es c¨®mo puede seguir siendo eso. O bien no sali¨® satisfactoriamente el acto de Sevilla, con Chaves, Almunia, Gonz¨¢lez y hasta Javier Solana de estrella invitada, o bien estos actos son habitualmente as¨ª en Espa?a. De materia correosa y muy ardua de soportar; alimentaci¨®n exclusiva de la maciza mand¨ªbula militante. Sea por una u otra raz¨®n, la reuni¨®n matinal en el Auditorio de La Cartuja fue ayer como una espesa administraci¨®n de tedios, t¨®picos rellenos y frases refritas, predecibles tras el primer verbo de la oraci¨®n.Nos hab¨ªan citado para las doce y a la una menos cuarto a¨²n no hab¨ªa comenzado la funci¨®n. Finalmente, cuando la emisi¨®n megaf¨®nica prorrumpi¨®, con varios cientos de decibelios por encima de las necesidades, empezaron a desfilar, primero el alcalde de Sevilla y, despu¨¦s, un pu?ado de cuatro cargos locales, desde una parlamentaria regional a un joven aguerrido y otra m¨¢s que hab¨ªa venido en sustituci¨®n de Carmeli que acababa de doblarse un pie. El joven fue quien logr¨® mayores aplausos al decir, como una analog¨ªa probablemente, que los de Aznar eran "m¨¢s de derechas que un ceda el paso sin disco". Pero estaba todav¨ªa yo tratando de desentra?ar la citada similitud cuando ya anunciaron que iba a salir Felipe Gonz¨¢lez, con una cazadora azul marino y un escudo bordado sobre la manga izquierda. Su alegre emergencia en escena arranc¨® las ovaciones de una cari?osa multitud compuesta por quinientos afiliados de las juventudes socialistas y nueve mil se?oras y se?ores de la tercera edad, pensionistas rurales con rebeca de lana verdosa m¨¢s sus esposas con anchos pantalones azul marino y el bolso de plexigl¨¢s, venidos en autob¨²s como en peregrinaci¨®n mariana o a ver el mar.
El mitin una vez visto posee, sin embargo, algo singular que no le asemeja pr¨¢cticamente a nada. Ni a una demostraci¨®n comercial, ni a una arenga castrense, ni a un asunto religioso, ni siquiera a un deporte o una predicaci¨®n. Lo particular de un mitin debe de ser el logro del encantamiento, el contagio del calentamiento y la propulsi¨®n para la acci¨®n. Es dif¨ªcil verificar enseguida el punto tres. Respecto a los dem¨¢s, sobra decir que, como en los partidos de f¨²tbol que acaban cero a cero, la gente empez¨® a abandonar las gradas minutos antes de que concluyera la sesi¨®n. Cierto que se trataba de un p¨²blico propenso a la fatiga pero los candidatos, seg¨²n se ve, acuden a los m¨ªtines muy mal preparados para entretener o entusiasmar. No gastan una broma que valga la pena, no sintetizan un lema que incite al ardor, no abrevian con tino el discurso para hacerse entender. Habr¨¢ otros m¨ªtines durante la campa?a para hacer comprobaciones, pero ya, sabido lo que sabemos, parece ins¨®lito que la democracia espa?ola no tenga comunicadores de m¨¢s valor. Y habiendo escuelas.
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