12-M
En estas elecciones se juega el cambio de Gobierno, no de sociedad, no de modelo econ¨®mico o cultural. No suponen el inicio o el final de una transici¨®n, un acontecimiento hist¨®rico o una opci¨®n dram¨¢tica. Pero los pol¨ªticos act¨²an a veces como si lo fuera. Seguramente porque las duras reglas de la competencia les han acostumbrado a afilar los mensajes. Y a veces a tratarse entre s¨ª de manera muy agresiva, como enemigos irreconciliables.No es seguro que hacerlo les reporte beneficio, pero tampoco puede apostarse por lo contrario. Por eso resulta tranquilizador que, en v¨ªsperas del inicio oficial de la campa?a, los dos candidatos con posibilidades reales de presidir el pr¨®ximo Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Joaqu¨ªn Almunia, se fundieran en un abrazo que ten¨ªa poco de ret¨®rico ante los restos de Fernando Buesa, el dirigente socialista vasco asesinado por ETA. Frente a los asuntos que de verdad importan, la vida y la libertad de las personas, los dos principales partidos nacionales est¨¢n de acuerdo. Tambi¨¦n lo est¨¢n en muchas cuestiones de la pol¨ªtica diaria, aunque la fiereza de los discursos haga pensar otra cosa cuando los resultados son tan inciertos como ahora.
Los sondeos indican que hay una percepci¨®n favorable de la situaci¨®n pol¨ªtica y tambi¨¦n de la econ¨®mica, lo que en principio deber¨ªa favorecer la continuidad del actual Gobierno conservador. Pero los sondeos tambi¨¦n indican que son unas elecciones abiertas. La distancia media pronosticada entre el vencedor y el segundo es inferior a cinco puntos, un margen menor que la desviaci¨®n media -ocho puntos- registrada en 1996 entre las encuestas y los resultados reales; algo parecido ocurri¨® en las catalanas de octubre. Ese margen alimenta la esperanza de la izquierda y, sobre todo, el recelo de la derecha. Saben que pueden perder.
Los pol¨ªticos m¨¢s inteligentes del PP lo han sabido siempre: que en Espa?a hay una mayor¨ªa de electores identificada gen¨¦ricamente con la cultura de la izquierda; y que si ello no se manifiesta as¨ª en todas las ocasiones es por razones en parte azarosas, superables en una campa?a electoral. Est¨¢ por ver el efecto que al respecto vaya a tener el pacto PSOE-IU. La experiencia indica que no siempre las alianzas suman: a veces s¨ª, creando un movimiento de arrastre del voto indeciso; pero otras veces desconciertan a los fieles de cada parte. De momento no parece haber producido ninguno de los dos resultados, al menos en una medida que puedan detectar los sondeos.
El PP presenta como aval los datos econ¨®micos y la percepci¨®n optimista de la situaci¨®n general. Pero algunas experiencias indican que una buena situaci¨®n econ¨®mica no garantiza el triunfo del Gobierno: porque se piensa que la izquierda distribuir¨¢ mejor la riqueza creada, o porque las buenas expectativas permiten un voto m¨¢s ideol¨®gico sin riesgos. Especialmente ahora que se sabe que los m¨¢rgenes dejados por la UE a las pol¨ªticas econ¨®micas nacionales son estrechos y que ello supone una garant¨ªa de que no habr¨¢ grandes desviaciones de la norma.
Dentro de esos m¨¢rgenes est¨¢ el asunto de los impuestos, bandera esencial para atraer el voto de las clases medias en toda las sociedades desarrolladas. Aznar tiene ah¨ª una carta importante que todav¨ªa no ha desvelado en detalle. Desde la oposici¨®n se le acusar¨¢ de sustituir impuestos directos por indirectos, menos progresivos por definici¨®n. En 1996 el reproche fue que s¨®lo podr¨ªa cuadrar las cuentas recortando gasto social. Algo que no ha ocurrido porque el crecimiento ha permitido incluso reducir el d¨¦ficit. De todas formas, la imagen de la pol¨ªtica social del Gobierno ha quedado algo emborronada al final por las circunstancias de la retirada del ministro Pimentel. Tambi¨¦n, en otro sentido, por el reparto de los beneficios especulativos de Telef¨®nica, que ilustra la acusaci¨®n socialista de utilizaci¨®n solapada de las privatizaciones en favor de un c¨ªrculo pr¨®ximo.
En contra de la idea del cambio est¨¢n las reticencias de sectores que piensan que el PSOE no ha expiado suficientemente los pecados que le llevaron a la derrota. Pero hechos como el anuncio por el ministro de Fomento de que repartir¨¢ licencias de telecomunicaci¨®n antes de las elecciones y la utilizaci¨®n por Piqu¨¦ del puesto de portavoz para defender su actuaci¨®n privada, investigada por los tribunales, han hecho aflorar la intolerancia de fondo de la derecha, lo que contrapesa esas reticencias. Adem¨¢s, tales comportamientos, unidos a las medidas sobre pensiones y funcionarios aprobadas por el Gobierno el primer d¨ªa de campa?a, transmiten la idea de que ya no s¨®lo los m¨¢s inteligentes de entre los dirigentes del PP piensan que pueden perder.
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