El fin de la tregua hace de los comicios un test sobre la pol¨ªtica vasca Sus resultados afectar¨¢n al Gobierno vasco
VIENE DE LA P?GINA 1 Los asesinatos de ETA y la divisi¨®n entre los partidos devuelve la situaci¨®n a alg¨²n momento anterior, de nuevo esperando un alto el fuego de los terroristas, un improbable desmarque de HB respecto ETA o un giro del PNV en la pol¨ªtica de alianzas que mantiene con los radicales tanto en Lizarra y en los organismos emanados de ese foro, como en las diputaciones y varios. De la expectaci¨®n con que se esperaron las auton¨®micas de octubre de 1998, por ser las primeras elecciones que se celebraban en tregua, se ha pasado ahora a esperar la reacci¨®n de una ciudadan¨ªa de nuevo convulsionada por obra de ETA. La campa?a dif¨ªcilmente volver¨¢ a discurrir por donde pensaron los estrategas de los partidos; m¨¢s bien se anclar¨¢ en el punto donde la situaron los asesinatos del martes.
El cambio de lema de los socialistas es un dato: el eslogan inicial, "por la paz y el di¨¢logo", parec¨ªa un adelanto de su intenci¨®n de reconstruir puentes con los nacionalistas y distanciarse del PP en materia de pacificaci¨®n. A principios de mes lo dijo el propio Fernando Buesa en una entrevista al peri¨®dico Gara: "Hay que acercar a los presos". Ahora los socialistas creen que primero hay que luchar por "la libertad y la vida". Ellos mismos hab¨ªan sacado del armario el plan Ardanza y ni siquiera exig¨ªan la salida formal del PNV del pacto de Lizarra. Ahora ya les han dicho que sin un gesto claro en esa direcci¨®n no habr¨¢ nada.
El PNV, que esperaba mejorar sus posiciones en el Congreso para tener la ocasi¨®n de jugar en la conformaci¨®n de mayor¨ªas y fij¨® en un acuerdo sobre pacificaci¨®n su prioridad para cualquier pacto, ir¨¢ ahora con su propio Gobierno en peligro por su minor¨ªa parlamentaria, tan necesitado de los dem¨¢s como el PSOE o el PP puedan llegar a estarlo en Madrid.
Una vez m¨¢s, en Euskadi no s¨®lo se eligen 19 diputados y 12 senadores, que contribuir¨¢n a conformar una u otra mayor¨ªa de Gobierno. Del resultado de las elecciones vascas se har¨¢n otras muchas lecturas, fuera y dentro de los partidos: de nuevo son una rev¨¢lida de las apuestas pol¨ªticas internas de ¨¦stos, y esta vez incluso del Gobierno vasco, en materia de pacificaci¨®n. Dadas las dif¨ªciles circunstancias en las que ETA les ha colocado, los dos partidos nacionalistas, en particular el PNV por su condici¨®n de mayoritario y el propio lehendakari Ibarretxe, forzado a romper su pacto parlamentario con EH, est¨¢n ante un examen que no era el suyo.
Perjuicio y beneficio
Paradojas del sistema, es probable que lo que ETA les arrebata por un lado, la posibilidad de exhibir una Euskadi sin atentados, como en las dos anteriores convocatorias, lo recuperen por otro, gracias a la nueva distribuci¨®n de esca?os obligada por la abstenci¨®n de EH. El PNV, que, visto el empuje de EH en las dos anteriores citas, arriesgaba incluso perder su quinto diputado, el que le da derecho a tener grupo propio en el Congreso, puede encontrarse hasta con dos puestos m¨¢s, sin aumentar en voto o incluso anotando p¨¦rdidas.
Es inc¨®gnita tambi¨¦n si la reaparici¨®n de ETA apuntala la abstenci¨®n de los votantes sobrevenidos o recuperados por EH o los derivar¨¢, y en qu¨¦ cantidad, hacia los nacionalistas moderados o IU. En los votantes de otros partidos, el efecto miedo y el efecto dignidad y rabia luchar¨¢n entre s¨ª en el interior de muchos ciudadanos a la hora de acudir o no a las urnas, sobre todo en los n¨²cleos peque?os, controlados por HB.
Al PP y al PSE la nueva situaci¨®n les dificulta la escenificaci¨®n de su pelea de fondo: ser¨¢ dif¨ªcil que la campa?a vasca, sobre todo en ?lava, donde ambos se disputan la primera posici¨®n, gire, por ejemplo, sobre el Gobierno de Espa?a.
La campa?a es, adem¨¢s, la tregua parlamentaria de que dispone Ibarretxe. A partir de los comicios, si la oposici¨®n quiere, puede hacer visible en el Parlamento una derrota del Gobierno detr¨¢s de otra, tal y como ocurri¨® el viernes 18, cuando EH dej¨® al Gobierno solo y demostr¨® que, en la duda, da prioridad a su presencia en la calle antes que a sus compromisos institucionales. Y la evoluci¨®n de esto puede a su vez terminar con otra de las esperanzas que se fueron con la tregua de ETA: la perspectiva de tres a?os sin elecciones, periodo precioso para abordar el di¨¢logo entre los partidos, ya que, o mucho se enmienda la situaci¨®n, o Ibarretxe puede verse obligado a disolver el Parlamento y convocar unas nuevas auton¨®micas.
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