LA CR?NICA Adi¨®s a Madame Arthur ISABEL OLESTI
Ahora que el Carnaval est¨¢ al caer y ya nadie se sorprende -es m¨¢s: resulta hasta poco original que un hombre se vista de mujer-, me viene en mente un personaje que en su d¨ªa se jug¨® la piel por esto. Madame Arthur fue el primer hombre que tuvo las agallas, en plena dictadura franquista, de transvestirse en un escenario. Su muerte, hace unos meses, habr¨ªa pasado inadvertida si no fuera por una menci¨®n especial que le dedic¨® Joan Estrada en los Premios Sebasti¨¤ Gasch.Conoc¨ª a Madame Arthur en la fiesta del aniversario del Bagdad -ten¨ªa entonces ¨¦l m¨¢s de 70 a?os-. Enseguida me llam¨® la atenci¨®n aquel hombre impecablemente maquillado y bien vestido, como si estuviera a punto de saltar al escenario en cualquier momento. Meses m¨¢s tarde nos citamos en un caf¨¦ y me cont¨® su vida, que me pareci¨® de pel¨ªcula.
Madame Arthur naci¨® cerca de Salamanca con el nombre de Modesto Mangas, aunque su oficio le impidi¨® hacer honor a su nombre. Ya desde peque?o tuvo un aire ambiguo y nadie sab¨ªa a ciencia cierta si el que serv¨ªa caf¨¦s en un bar de Salamanca era ni?o o ni?a. Aprovech¨® el tir¨®n y termin¨® triunfando en el barcelon¨ªsimo Paral.lel de los a?os sesenta ataviado con las mejores plumas. Fue entonces cuando Modesto Mangas se transform¨® para toda la vida en Madame Arthur.
A los 12 a?os alguien propuso a Modesto enrolarse en Sonrisas de Espa?a, una compa?¨ªa que recorr¨ªa los pueblos cantando y bailando el cancionero espa?ol de los a?os treinta. ?l se vest¨ªa de hombre, pero el p¨²blico segu¨ªa confundi¨¦ndolo. Atraves¨® Espa?a y fue cogiendo lo que se llaman tablas. Pero el ambiente lo llevaba por mal camino y su madre le rog¨® que dejara la vida de la far¨¢ndula si no quer¨ªa terminar con el h¨ªgado hecho pur¨¦. Y Modesto la obedeci¨®. Despu¨¦s de una dura selecci¨®n entr¨® como ayuda de c¨¢mara del ministro de la Gobernaci¨®n de aquel entonces -nos situamos en los a?os cuarenta-. Su patr¨®n nunca lleg¨® a saber de d¨®nde proced¨ªa; al contrario de su mujer y de sus hijos, quienes animaron a su padre a elegirlo.
Durante aquellos siete a?os Modesto Mangas vivi¨® pendiente de su ministro y se?or, al que le preparaba la ropa todos los d¨ªas, fuera a donde fuera. As¨ª conoci¨® a L¨®pez Ibor y a Cela, amigos de los se?ores que frecuentaban la casa. Un d¨ªa el ministro hizo un viaje a Barcelona para visitarse en la cl¨ªnica Barraquer. Naturalmente se llev¨® a su s¨¦quito y Modesto pis¨® por primera vez la ciudad donde se quedar¨ªa para siempre. Aquel mismo verano el ministro, encantado con el clima mediterr¨¢neo, alquil¨® una mansi¨®n en el Maresme. Una pelea con el servicio desencaden¨® lo que ya se coc¨ªa: Modesto cambi¨® el uniforme de ayudante de c¨¢mara por las plumas y el marab¨² y as¨ª se lanz¨® de nuevo al mundo del espect¨¢culo.
Empez¨® como presentador en el cabaret Cambrinus. Al poco tiempo ya se vest¨ªa de mujer sorteando bravamente la censura, que se contaba entre sus fans m¨¢s adictos. Marqueses, banqueros..., el p¨²blico llegaba de toda Espa?a porque en Madrid un espect¨¢culo de estas caracter¨ªsticas era a¨²n impensable. Madame Arthur cantaba, bailaba y se met¨ªa con la gente. Le acompa?aban 10 m¨²sicos y nunca utiliz¨® el play back. Al Cambrinus le sigui¨® el Arnau, el teatro Victoria, Camelot, Rialto, etc¨¦tera. En el Barcelona de Noche tuvo un espectador de lujo: Federico Fellini, a quien iba dedicado un n¨²mero que reproduc¨ªa Las noches de Cabiria. "Eres la m¨¢s hembra que Goya plasm¨®", le cantaban a Madame Arthur apoyada a un farol, vestida de puta elegant¨ªsima, para acabar arranc¨¢ndose las pesta?as y los marab¨²es y convertirse en un andrajo. Cuentan que Fellini subi¨® a su camerino at¨®nito y sin habla de lo muy sorprendido que se qued¨®.
Madame Arthur se fue de gira con Inc¨®gnito, una compa?¨ªa de 30 hombres vestidos de mujer y bajo las ¨®rdenes de un sobrino de la duquesa de Alba. Le acusaron de esc¨¢ndalo p¨²blico y le metieron tres meses en la c¨¢rcel. Curiosamente, el polic¨ªa que le detuvo era de su pueblo y le reconoci¨®. Hasta los 70 a?os Madame Arthur sub¨ªa al escenario si se lo ped¨ªan. Ahora, siete a?os m¨¢s tarde, llevaba una vida tranquila, pero sus admiradores a¨²n le piropeaban a su paso por lo que queda de lo que fue el dorado Paralelo.
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