Debate en la tele
No hay ning¨²n argumento presentable en contra de la celebraci¨®n de debates por televisi¨®n entre los dos principales candidatos. Impresentables hay muchos, como los que ha venido esgrimiendo Aznar. Tan impresentables eran sus razones que el PP acept¨® finalmente ayer la hip¨®tesis de un debate entre cuatro candidatos: los del PP, CiU, PSOE e IU. Condicionado, eso s¨ª, a que no se oponga ninguno de los grupos parlamentarios excluidos. Una cl¨¢usula suspensiva que en ¨²ltima instancia deja la decisi¨®n en manos del PNV y Coalici¨®n Canaria. Dada la improbable aceptaci¨®n de ¨¦stos, el PP pretende descargar sobre otros la responsabilidad de que no haya debates en televisi¨®n, algo que reclama una gran mayor¨ªa de los electores.Los favoritos prefieren en general evitar la confrontaci¨®n directa. Ya en 1989, Gonz¨¢lez, que part¨ªa con 14 puntos de ventaja, se escud¨® en la falta de acuerdo de los otros candidatos para rehusar el cara a cara con un Aznar que debutaba como candidato. En 1993, con un resultado incierto en los sondeos, hubo dos debates entre los candidatos del PSOE y el PP, pese a las resistencias de Anguita y otros. Aznar argument¨® la necesidad del cuerpo a cuerpo con Gonz¨¢lez por tratarse de los dos ¨²nicos candidatos con posibilidades reales de llegar a La Moncloa.
En 1996 era Aznar, a quien los sondeos daban nueve puntos de ventaja, el que no quer¨ªa debate. Pero el argumento -sugerido por el capit¨¢n Ara?a period¨ªstico que embarc¨® a Anguita en la nave de las dos orillas- fue que s¨®lo ser¨ªa democr¨¢tico si participaban los aspirantes de las tres formaciones que presentaban candidaturas en todas las circunscripciones. O sea, la pinza o nada. Hubo nada: cero debates.
Por eso resulta tan hip¨®crita que los capitanes de Aznar insin¨²en ahora -despu¨¦s del acuerdo PSOE-IU- que es condici¨®n imprescindible la presencia de las fuerzas nacionalistas. Hay razones pol¨ªticas y psicol¨®gicas para pensar que, efectivamente, a Aznar no le conviene un debate con Almunia. Pero es una impostura pretender que hay altas motivaciones democr¨¢ticas para ello. Al rev¨¦s: los intereses de los electores -clarificaci¨®n de opciones, extensi¨®n del mensaje, participaci¨®n- se supeditan a los del PP. Porque hay acuerdo entre los expertos en considerar que no se ha inventado un procedimiento m¨¢s eficaz (ni m¨¢s barato) para confrontar las ofertas pol¨ªticas que el debate televisado: llega directamente a millones de electores y la posibilidad de r¨¦plica es un potente freno a la demagogia desbocada. De hecho, los debates por televisi¨®n se han convertido en el eje de las campa?as en casi todos los pa¨ªses desarrollados.
No es una cuesti¨®n que pueda fijarse por ley, pero s¨ª un uso que ser¨ªa deseable establecer. Para ello, tal vez Almunia deber¨ªa comprometerse desde ahora a que, si gana y gobierna, aceptar¨¢ en las siguientes elecciones un debate con el candidato del primer partido de la oposici¨®n. La gente quiere debates. Si es entre Almunia y Aznar, mejor. Pero si el segundo no se atreve, que sea entre tres; y si tampoco, entre cuatro. Pero mejor que haya debate a que no lo haya.
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