IGUAL ACARREAN ALGUNA SORPRESA XAVIER VIDAL-FOLCH
ELECCIONES 2000
Estamos tan atentos a los duelos, los esca?os, los pron¨®sticos, que a lo mejor se nos escurre la realidad entre los dedos. Procesamos con la vista, la calculadora, la comparaci¨®n basada en los saberes acumulados. Somos los nuevos n¨®madas con el computador a cuestas, tan atentos a una frase, a una r¨¦plica, al gran montaje de las abstracciones o los n¨²meros -abstracciones cifradas, al fin-, que se nos pierden los olores, una m¨²sica, el tramtram del tren que llega y no hab¨ªamos pegado las orejas apaches a las v¨ªas para advertirlo.Mediod¨ªa tard¨ªo, en un palacio de cristal junto al r¨ªo Manzanares, otra abstracci¨®n. Lo m¨¢s decisivo en la misa solemne conjunta de las izquierdas y la cultura no es lo que dicen, frase corta, venceremos, no es lo que estos calvorotas proclaman con fe de carbonero, ni siquiera la in¨¦dita presencia de muchachas en flor luciendo piel de manzana y labios de cereza.
No. Lo m¨¢s revelador es el ruido. El ruido y su ritmo.
Los tax¨®nomos del sentimiento rec¨®ndito que pugna por llegar a la superficie deber¨ªan escribir un tratado sobre las palmas. Hay aplausos de despedida y cierre, palmadas cansinas como palomas ca¨ªdas. Hay aplausos corteses envueltos en la fr¨ªa gestualidad del guante y la copa nunca estrenada. Hay las palmas en tromba al tenor consagrado, el atronador choque de manos que deviene laurel, al que todos se rinden. Hay el aplauso satisfecho, escueto como un asiento contable. Y aplausos de claca, construidos al modo de un lego, sin rincones redondos, de coraz¨®n met¨¢lico y sangre de pez.
Ninguno de ¨¦stos se oye junto al Manzanares. Aqu¨ª prodigan el aplauso-en-r¨¢faga, ese que nace t¨ªmido como un murmullo sordo y se acelera y se va trocando una cascada ensordecedora. Es la palma-aliento al equipo que salta todav¨ªa torp¨®n, voluntarioso, con los m¨²sculos del alma a¨²n almidonados, pero dispuesto.
La ¨²nica decoraci¨®n es el sol que atraviesa cristales, hueros de banderas, se dir¨ªa una sinagoga, una iglesia calvinista. Todos han extremado cuidados para no clavar un signo, un chador partidista susceptible de reabrir las cicatrices de la divisi¨®n hist¨®rica, m¨¢s blandas que la nata. S¨®lo el c¨¢ntico de las manos amuebla este territorio.
Esas son las volandas sobre las que avanzan con tiento, a tientas que no a ciegas, quienes buscan con denuedo reconstruir la cosa: ¨¦sta es la cosa, afirman, se va a enterar de qu¨¦ va la cosa, nosotros somos la tropa, tuercen el agravio recibido para trocarlo en bumer¨¢n, como buscando el carnet del orgullo perdido. La gente. Nuestra gente lo quer¨ªa, nos emplaza a continuar, que se sinceran.
Los dos artistas principales seguramente no fueron paridos para el proscenio, se les nota como un crujir de timideces domadas. El vasco, mejor orfebre ordenado que aprendiz de Savonarola, mejor presidente que candidato, construye argumentos acabados, desgrana propuestas contra los due?os de los contadores, canta la libertad de los chilenos y denosta traiciones de los rivales.
El catal¨¢n, a?orando quiz¨¢ la espuma brava de Calella, huye de la ret¨®rica como gato escaldado, evita el corte de frases para desespero de audiovisuales y sue?a en voz alta con un minuto de juicio al verdugo de los Andes, d¨¢dme un minuto, como aqu¨¦l que ofrec¨ªa su reino por un caballo, que luego la izquierda ser¨ªa m¨¢s generosa, incluso con los verdugos.
El latigazo convierte esa piel de manzana en rugosa naranja, como un sarpullido de humanidad que se alza, sin barreras. Adivina que vuelven algunos valores, quiz¨¢ una moral, una manera aseada y digna de cumplir tareas. Las pieles reclaman m¨¢s, un abrazo fundido, lo que sea, un encender al alba la hoguera de san Juan. Les responde circunspecci¨®n cuaresmal en el tablado, la flotante sensaci¨®n de que el pastel, la cosa, requiere fuego lento, no sea que endurezca su esponja. Es una misa contenida, es Bach, no Mozart, mucho menos Beethoven.
Pero, si esto sigue as¨ª, igual desaf¨ªan cifras, ciencia y pron¨®sticos obvios. Igual acarrean alguna sorpresa.
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