Vecinos con toda una vida a cuestas
Cuando Mar¨ªa Fern¨¢ndez Amago lleg¨® a la residencia, la que es su definitiva casa, prohibi¨® a sus familiares que fueran a visitarla durante un mes. "Se lo dije porque sab¨ªa que si ven¨ªan a verme, me volv¨ªa a casa". Pero Mar¨ªa aguant¨® el tir¨®n y ahora, diez a?os despu¨¦s, a punto de cumplir los 80, considera la residencia p¨²blica en la que vive como su aut¨¦ntico hogar. En ¨¦l ha hecho grandes amistades y ha visto c¨®mo su salud ha empeorado ostensiblemente por el paso del tiempo, pero aqu¨ª se encuentra atendida y acompa?ada y, en los ¨²ltimos tiempos, ha empezado a sospechar que su situaci¨®n es privilegiada, porque cada d¨ªa es m¨¢s dif¨ªcil obtener una plaza p¨²blica como la suya, que ella sufraga con el 90% de su pensi¨®n, catorce escu¨¢lidas pagas de 58.000 pesetas mensuales, aunque las dos extras se las puede quedar ¨ªntegras.Mar¨ªa Fern¨¢ndez Amago es soltera y no tiene hijos. ?se fue un punto a su favor para conseguir una plaza en una residencia de ancianos. Porque en Espa?a, dada la corta oferta, la selecci¨®n de candidatos es implacable. La mala salud, la dificultad para valerse por s¨ª mismos, la edad, los bajos ingresos y el no tener hijos son puntos a sumar para lograr plaza. De manera que los problemas seniles en una persona de clase media con hijos es como una condena. Todo eso lo sabe Mar¨ªa Fern¨¢ndez. "Yo s¨¦ que ahora mismo, con los criterios que hay, no me hubieran aceptado aqu¨ª. Porque cuando entr¨¦ estaba mucho mejor de salud. Pero ten¨ªa miedo. Mis hermanos viv¨ªan a mi lado y se empe?aban en que ellos pod¨ªan hacerse cargo de m¨ª, pero yo ten¨ªa miedo. Si me pasaba algo estando sola en casa, ?qui¨¦n me ayudar¨ªa? Ellos tienen sus familias y su trabajo. No pod¨ªan estar pendientes". Aqu¨ª hay enfermer¨ªa y m¨¦dico durante el d¨ªa, y una atenci¨®n permanente y profesionalizada.
Trescientos empleados
En la residencia Francisco de Vitoria de Alcal¨¢ de Henares, donde vive esta asturiana afincada en Madrid, hay 600 residentes. Junto a la puerta principal hay un gran cartel a la derecha que indica el camino del tanatorio. Pero lo dem¨¢s es campo abierto plagado de ¨¢rboles, y en el interior del enorme edificio los amplios corredores est¨¢n inflamados de luz.
Trescientos empleados se encargan de que todo funcione bien, aunque algunos comentan que ojal¨¢ dispusieran de m¨¢s medios; que ¨¦stos parecen encogerse, como sus ancianos, con el tiempo. Muchos de ellos, dicen los empleados, no paran de quejarse, a pesar de que las noticias que llegan de fuera no sean halag¨¹e?as. Tienen conocidos que han podido quedarse en casa, s¨ª, pero pasan gran parte del d¨ªa solos, y los servicios p¨²blicos s¨®lo les ofrecen una ayuda domiciliaria que a veces consiste en atenderles y limpiarles la casa un par de horas por semana. "Una residencia privada cuesta un m¨ªnimo de 180.000 pesetas al mes y no todo el mundo puede pagar tanto dinero", dice una mujer de mediana edad que vive con su madre, ya muy enferma, a la que tiene que atender cuando no est¨¢ en el trabajo. Una soluci¨®n intermedia es la de conseguir una plaza concertada.
Otra mujer, cuya identidad prefiere preservar, ha logrado recientemente dos para sus padres. "Su pensi¨®n superaba el m¨ªnimo establecido para entrar en una p¨²blica, pero creo que hemos tenido suerte, porque tampoco debe haber muchas plazas de ¨¦stas. Pagamos 117.000 pesetas al mes por cada uno y la comunidad aut¨®noma pone el resto. El sitio est¨¢ bien. Es como un hotel de tres estrellas, pero adecuado a personas que no se pueden valer. Ahora planeamos vender alguna propiedad para seguir afrontando los gastos".
"Yo tuve que esperar tres a?os para conseguir esta plaza", cuenta Mar¨ªa Fern¨¢ndez. "Me apunt¨¦ sin decirle nada a mi familia porque sab¨ªa que no le iba a gustar. Ahora s¨¦ que es mucho m¨¢s dif¨ªcil entrar y veo que mis nuevos vecinos son mucho mayores. Cuando llegu¨¦ hab¨ªa baile cada semana y no se ve¨ªa una garrota". Ahora la edad media supera los 85 a?os, aunque sigue habiendo actividades. Cada tarde, por ejemplo, bingo en la biblioteca.
La esperanza de vida en Espa?a es una de las m¨¢s altas del mundo. Se sit¨²a en casi 82 a?os para las mujeres y en 74 para los hombres. Y ese envejecimiento que Mar¨ªa observa casi cada d¨ªa es una peque?a muestra de lo que est¨¢ ocurriendo desde Alcal¨¢ de Henares hasta en Copenhague. La Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Europeo (OCDE) calcula que, cada a?o, la edad media de los europeos envejece cuatro meses, de manera que si ahora la media espa?ola de edad est¨¢ en 37,8, en el a?o 2010 estar¨¢ en 41,1, y en 2020, en 44,6.
As¨ª que, si como ocurre en Espa?a, no se invierte en este sector, no queda otro remedio que imponer crecientes restricciones. Mar¨ªa, si bien es una mujer no dada al lamento, cuenta c¨®mo los programas del Instituto de Migraciones y Servicios Sociales (Imserso), de los que ella guarda gratos recuerdos, han ido recortando su oferta de vacaciones en los ¨²ltimos a?os. "Muchos vieron el mar por primera vez gracias a esas excursiones", cuenta. "Yo he estado en Gibraltar, en Fuengirola, en Marbella, en Palma..., pero ahora ya no puedes pasar tanto tiempo fuera como antes. Entonces pod¨ªas viajar hasta 27 d¨ªas si no sal¨ªas de la Pen¨ªnsula y 23 si viajaban a las islas. Ahora, el m¨¢ximo es de 14 noches y 15 d¨ªas".
La sociedad espa?ola envejece a pasos agigantados y esto no deber¨ªa percibirse como una mala noticia. "Es una tremenda conquista social, al fin y al cabo", explica un experto. "La gente vive m¨¢s y en mejores condiciones y eso es estupendo". Actualmente, 6,8 millones de espa?oles tienen m¨¢s de 65 a?os. De ellos, el grupo de los mayores de 80 a?os no para de crecer. En estos momentos son 1,4 millones y entre ellos se encuentran los m¨¢s necesitados del Estado de bienestar, ya que tienen el m¨¢s alto ¨ªndice de incapacidades y necesidad de ayuda en general.Seg¨²n un estudio del Instituto de Migraciones y Servicios Sociales (Imserso) de 1995, uno de cada cuatro mayores de 65 a?os necesita alg¨²n tipo de ayuda para sus actividades cotidianas. De entre ellos, unos 900.000 viven en domicilios particulares y son considerados dependientes.
?Qui¨¦n les atiende? Lamentablemente, los mayores dependientes en Espa?a son mayoritariamente una carga familiar, que suele recaer indefectiblemente en la mujer de la casa. Una carga de la que el Estado se ocupa en poca medida tanto indirectamente -hay ayudas m¨ªnimas y ning¨²n incentivo fiscal para los que tienen mayores a su cargo- como directamente -atenci¨®n sociosanitaria-.
Plazas asistidas
Seg¨²n los datos oficiales del Imserso, en Espa?a s¨®lo hay 191.358 plazas de residencia de ancianos (60.127 de ellas, p¨²blicas). Y el problema es que la mayor¨ªa de las plazas son para ancianos v¨¢lidos. Las plazas asistidas (especiales para mayores dependientes) suman s¨®lo alrededor de 80.000. De hecho, en las propuestas de los partidos se incluye la conversi¨®n de muchas de las plazas existentes hoy en plazas asistidas, que son las que m¨¢s demanda tienen.
La oferta resulta en Espa?a claramente insuficiente. Recientemente, este peri¨®dico public¨®, con diversos datos de las comunidades aut¨®nomas, que la lista de espera para entrar en una residencia p¨²blica era de otros 80.000 ancianos. Pero otro dato que demuestra la pobreza de la oferta es el de las ratios de plazas disponibles, que dejan a Espa?a es un muy mal lugar: 3,03 plazas por cada cien mayores en Espa?a frente a, por ejemplo, la media de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE), que es de 5,1. A¨²n m¨¢s grave es la paup¨¦rrima oferta de la atenci¨®n domiciliaria, que da cobertura s¨®lo al 1,6% de la poblaci¨®n mayor de 65 a?os, muy lejos de la oferta de pa¨ªses como Francia (11%) o B¨¦lgica (20%).
Es un problema grave porque todas las tendencias actuales coinciden en fomentar esta oferta, ya que permite a los ancianos quedarse en sus casas, sin someterlos a la segregaci¨®n que suponen las grandes residencias.
En t¨¦rminos generales no se pod¨ªa esperar otra cosa de la oferta de plazas y de asistencia domiciliaria si se tiene en cuenta el gasto espa?ol en protecci¨®n social (v¨¦ase el gr¨¢fico adjunto), que demuestra que el d¨¦ficit en este terreno es de siete puntos en el PIB por debajo de la media de la UE.
A todo esto habr¨ªa que a?adir la cuant¨ªa de las pensiones espa?olas. Ciertamente, hoy todos los ciudadanos tienen derecho a una pensi¨®n m¨ªnima no contributiva (una conquista reciente), pero ¨¦sta es para 1999 de s¨®lo 37.960 pesetas, ¨ªntegras mensuales, m¨¢s dos pagas extras.
El llamado cuarto pilar del Estado de bienestar, que es la protecci¨®n de los mayores, cojea sin duda en Espa?a y, salvo que se acometan medidas pol¨ªticas urgentes, el futuro se presenta preocupante. Todos los estudios demogr¨¢ficos referidos a Espa?a vaticinan un acelerado envejecemiento de la poblaci¨®n. Dentro de veinte a?os, los mayores de 65 a?os sumar¨¢n ya 8 millones, lo que en t¨¦rminos relativos supone que rozar¨¢ el 20% de la poblaci¨®n total. El segmento m¨¢s problem¨¢tico, el de los mayores de ochenta a?os, sumar¨¢, tambi¨¦n dentro de veinte a?os, 2,22 millones de personas.
Inmigrantes
Recientemente, la ONU alertaba sobre la necesidad de que este pa¨ªs abra la puerta a 12 millones de inmigrantes de aqu¨ª al a?o 2050, ya que para esas fechas habr¨¢ s¨®lo 1,4 espa?oles para cada jubilado. Pero esa ser¨ªa una medida eficaz s¨®lo para mantener la precaria situaci¨®n de hoy de los mayores espa?oles.
Algunos expertos creen que Espa?a podr¨ªa subsanar sus carencias en este terreno sin someter al Estado a una sobreexplotaci¨®n. Opinan que la clave es la redistribuci¨®n de los recursos, adem¨¢s de tener en cuenta que es un sector que, impulsado desde la Administraci¨®n, deber¨ªa generar nuevos puestos de trabajo y, a su vez, dinamizar la econom¨ªa.
Tendr¨ªa beneficios, a su vez, en el sistema sanitario. ?ste es un argumento que ha utilizado reiteradas veces la portavoz sanitaria de IU, ?ngeles Maestro. Un estudio de la Sociedad Espa?ola de Geriatr¨ªa y Gerontolog¨ªa demuestra que una de cada cinco camas hospitalarias est¨¢n ocupadas por mayores con enfermedades cronificadas. Muchos de esos ancianos deber¨ªan ocupar camas de residencia de ancianos. No s¨®lo estar¨ªan mejor, sino que resultar¨ªan m¨¢s baratos al erario p¨²blico si se tiene en cuenta que una cama hospitalaria p¨²blica cuesta alrededor de 40.000 pesetas diarias y una cama residencial, 6.000.
EN OTROS PA?SESLos abuelos espa?oles, los parientes pobres de la 'familia'
En cuestiones sociales, como ya es tradicional, los pa¨ªses n¨®rdicos dan lecciones al resto de Europa. Suecia, Dinamarca y Holanda dedican alrededor de la tercera parte de su producto interior bruto (PIB) a la protecci¨®n social, y el fragmento m¨¢s importante de ese gasto -por encima de la sanidad- va a parar a garantizar las pensiones y la atenci¨®n a los ancianos.Espa?a queda dram¨¢ticamente descolgada en este cap¨ªtulo. La protecci¨®n social espa?ola es, junto a la irlandesa, la m¨¢s pobre de Europa. Portugal, que ha emprendido una pol¨ªtica social decidida, empez¨® a adelantar a Espa?a hace cuatro a?os. Si bien al inicio de la d¨¦cada de los noventa Espa?a empez¨® a aumentar su gasto en este terreno, lo cierto es que en los ¨²ltimos siete a?os la tendencia es decreciente.
El Anuario de estad¨ªsticas laborales y asuntos sociales estima que el a?o pasado el porcentaje espa?ol se situ¨® en el 21%, hasta siete puntos por debajo de la media europea. Cada punto del PIB espa?ol supone casi 900.000 millones de pesetas, lo que indica que para situarnos en esa media habr¨ªa que dotar a este cap¨ªtulo con m¨¢s de seis billones de pesetas adicionales cada a?o. Esto sin tener en cuenta que toda Europa se plantea la necesidad de mejorar su oferta, dado el envejecimiento de la poblaci¨®n.
La precariedad espa?ola se ve agravada por el hecho de que una parte importante (el 14%) del poco dinero destinado a la protecci¨®n social debe dedicarse a la cobertura del desempleo.
Como consecuencia de la evidente escasez de recursos, Espa?a no pod¨ªa por menos que quedar muy atr¨¢s en su oferta de plazas para residencias de ancianos (v¨¦ase el gr¨¢fico de estas p¨¢ginas) y de atenci¨®n domiciliaria.
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