Un espect¨¢culo "meravell¨®s" VICENTE VERD?
A estas alturas, la idea del mitin admite dos posibibles concepciones. O se trata de una fiesta de fusi¨®n entre el l¨ªder y sus correligionarios, dentro de un suceso colectivo donde la materia a intercambiar ya se ha intercambiado, o se trata de un acto de efusi¨®n donde el l¨ªder debe insuflar porciones de aliento nuevo en el coraz¨®n de la asistencia.Bajo la primera consideraci¨®n poco importa si el acontecimiento es excitante o tedioso, encendido o desfalleciente, puesto que se cumple, en s¨ª mismo, el objetivo de la celebraci¨®n. Poseer¨ªa, de esta manera, las caracter¨ªsticas de un oficio religioso donde basta congregarse bajo una presencia divina para que el beneficio se filtre en la conciencia de la grey. Pero, ?y si el mitin tiene por meta arrancar a las gentes de su indiferencia y, como en los apostolados, convertirlo y lanzarlos a la acci¨®n? Entonces ser¨¢ necesario algo m¨¢s, un quehacer m¨¢s activo.
Con este segundo supuesto, Valencia fue ayer el ejemplo integral, susceptible de arrancar a los fieles de su posible apat¨ªa. Es verdad que los intervinientes, desde Carmen Alborch pasando por Cipri¨¤ Ciscar y hasta Almunia no levantaron grandes pasiones, pero la pasi¨®n se hallaba en la organizaci¨®n y, al cabo, en la escala de la escenograf¨ªa.
La soleada plaza de toros de Valencia, desde los tiempos de Felipe Gonz¨¢lez, se configura esperando al candidato como una hoguera primordial. Despu¨¦s, dentro de esa paella puede rehogarse cualquier ejemplar que se sit¨²e sobre el estrado: Alborch te?ida de amarillo, Cipri¨¤ vestido como el Tony de West Side Story, Almunia preparado con la pescadora azulina para ir de excursi¨®n. De los tres, Almunia fue el ¨²nico que prometi¨® algo tangible en su intervenci¨®n, pero como tardaba en hacerlo, un profesor de la UNED, diputado socialista, que me cay¨® al lado, me hizo saber que Espa?a es el duod¨¦cimo pa¨ªs del mundo en cuanto a grado de concreci¨®n de sus m¨ªtines. A la cabeza se encuentra Gran Breta?a y en la cola India y Guatemala. Gracias a este profesor supe tambi¨¦n que cuando Almunia dijo que deseaba ver a todos los presentes entrar con ¨¦l en la Moncloa esto era una idea extra¨ªda de un psic¨®logo social llamado Hindenberg que la hab¨ªa dicho a Galbraith que le dijera a Kennedy que invitara a todos los de Minnesota a la Casa Blanca. En general, este se?or me fue hablando sobre casi todo pero se interrumpi¨® abruptamente cuando el acto alcanz¨® el c¨¦nit de la coreograf¨ªa y los efectos especiales. En ning¨²n lugar se hab¨ªa visto, como aqu¨ª, la aglomeraci¨®n de pancartas, globos, himno, cohetes, banderas y v¨ªtores en la apoteosis final, ni tampoco el despliegue de comparsas, v¨ªdeos y cantos a lo largo de la ceremonia. En definitiva, Valencia puede tenerse por la versi¨®n m¨¢s pura de la segunda concepci¨®n mitinera o aqu¨¦lla que pone su ¨¦nfasis en la efusi¨®n. A la salida pregunt¨¦ a unas se?oras con jersey, llegadas de Catarroja, qu¨¦ les hab¨ªa parecido todo aquello y respondieron a d¨²o: "me-ra-ve-ll¨®s".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.