Pante¨ªsmo MANUEL VICENT
Cualquier l¨ªder espiritual, ya sea Papa, Dalai Lama, Gran Pope o simple profeta puede pasearse tranquilamente sobre las ruinas despu¨¦s de una cat¨¢strofe de la naturaleza sin correr ni siquiera el riesgo de ser abucheado. Pese a que dice ser el representante en la tierra de ese Dios que ha desatado el hurac¨¢n o ha desbordado el cauce del r¨ªo los supervivientes ver¨¢n en ¨¦l una esperanza. Se trata de un misterio sin resolver. Cuando el l¨ªder espiritual se presenta en el lugar del cataclismo, una vez enterrados los muertos, y se pasea entre los escombros vestido con t¨²nica bordada y cayado de oro seguido de la sagrada comitiva puede que no sienta verg¨¹enza de haber predicado la infinita bondad de su Dios; tal vez experimentar¨¢ una sensaci¨®n de m¨¢s poder todav¨ªa al ver el terror de tantos desvalidos. Durante la ceremonia religiosa que segu¨ªa a cualquier tragedia, hasta hace bien poco, el oficiante sol¨ªa culpar del desastre de la naturaleza a la maldad humana e incluso aprovechaba la ocasi¨®n para humillar a¨²n m¨¢s a sus fieles con el anuncio de nuevos castigos. Cuando los l¨ªderes espirituales ten¨ªan su reino s¨®lo en las esferas celestiales, desde all¨ª arriba impart¨ªan un miedo absoluto que, si bien serv¨ªa de fundamento a unos intereses materiales simulaba caer ¨²nicamente sobre el alma. A partir del terremoto de Lisboa acaecido a mitad el siglo XVIII la cultura laica de Occidente, alentada por Voltaire, logr¨® desacralizar las cat¨¢strofes naturales y ponerlas bajo vigilancia de la raz¨®n, servidora de ateos sarc¨¢sticos e ir¨®nicos librepensadores. Pero hoy los cataclismos son aun m¨¢s did¨¢cticos. Las cat¨¢strofes del planeta sirven para despertar cada vez m¨¢s el alma com¨²n de la humanidad. Tambi¨¦n en las tragedias existe la globalizaci¨®n, no s¨®lo en la econom¨ªa. Las lluvias desbordadas de Venezuela o Mozambique, el terremoto de Turqu¨ªa o cualquier cicl¨®n de la India ayudan a condensar una conciencia universal, ya que son latidos de un ¨²nico pante¨ªsmo. Hasta ahora d¨¢bamos limosna a un determinado mendigo de la esquina. Esa misma caridad se ejerce hoy con los pa¨ªses pobres pero puede suceder que un d¨ªa se lic¨²en los casquetes polares y entonces las aguas anegar¨¢n la columnata de Bernini en el Vaticano hasta la ventana donde se asoma el Papa. Desde all¨ª dar¨¢ la ¨²ltima bendici¨®n a los ¨²ltimos n¨¢ufragos del planeta y despu¨¦s mirar¨¢ al cielo una vez m¨¢s sin esperar respuesta.
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