Y Pinochet 'se levantuvo y and¨®'
Aquel viejo pasaje evang¨¦lico de "Y L¨¢zaro se levant¨® y anduvo", respuesta al imperativo "Lev¨¢ntate y anda", y feliz culminaci¨®n del famoso milagro de la resurrecci¨®n de un buen amigo de Cristo (frase que uno de mis viejos maestros alteraba socarronamente, intercambiando las terminaciones de ambos verbos, regular e irregular), recupera hoy su vigencia en alguien no precisamente caracterizado por un ejemplar comportamiento cristiano, puesto que quebrant¨® sin escr¨²pulo alguno el quinto mandamiento al servicio de su concepci¨®n ultraderechista del mundo, de su autoritarismo y de sus desmesuradas ambiciones de poder. Sin embargo, y en virtud de una de esas paradojas tan frecuentes en la raqu¨ªtica justicia humana, ello no le impidi¨® beneficiarse de las consideraciones humanitarias y generosamente cristianas de unas autoridades mucho m¨¢s pendientes de librarse de un inc¨®modo problema que de impartir justicia al criminal y otorgar el debido resarcimiento a las numerosas v¨ªctimas a las que ¨¦ste hizo torturar y asesinar.
El anciano general, con todas sus artropat¨ªas, diabetes, rinitis, hipotiroidismos y dem¨¢s dolencias seniles (entre las que nunca se incluy¨® el mal de Alzeimer ni ning¨²n otro que le privase de la noci¨®n de conciencia y responsabilidad), aunque, eso s¨ª, con su mente supuestamente bloqueada a efectos judiciales seg¨²n el criterio de mister Straw, lleg¨® a Santiago postrado en su habitual silla de ruedas. Pero tan pronto como fue descendido al nivel del suelo, se irgui¨® sobre sus piernas y avanz¨® hacia sus incondicionales, civiles y sobre todo militares, para dejarse querer y sumergirse en el c¨¢lido ba?o de los abrazos y felicitacio-nes.
"Aqu¨ª no hay nada que celebrar", afirmaba sin embargo hace pocas fechas el general Luis Cort¨¦s Villa, director ejecutivo de la Fundaci¨®n Pinochet ante el inminente regreso del general. "?Qu¨¦ podr¨ªamos celebrar", se preguntaba, "si un ex mandatario del pa¨ªs ha estado detenido durante quince meses, y si vuelve es por razones humanitarias? Eso quiere decir que si estuviera sano seguir¨ªa detenido all¨ª."
Sin embargo, aun as¨ª lo celebrar¨¢n. El ex dictador ser¨¢ homenajeado, alabado e intensamente agasajado, como compensaci¨®n a su largo calvario de contratiempos y humillaciones. Volver¨¢n a decirle, por activa y por pasiva, que salv¨® a la patria, al universo, a la religi¨®n cristiana y a la civilizaci¨®n occidental.
Pero las palabras del fiscal brit¨¢nico pronunciadas ante el Tribunal de Inglaterra y Gales al enumerar los 34 casos de tortura que determinaron la sentencia favorable a la extradici¨®n -"los delitos m¨¢s graves jam¨¢s conocidos por un tribunal ingl¨¦s", seg¨²n precis¨® el acusador p¨²blico- pesan y seguir¨¢n pesando como una gigantesca losa moral sobre la siniestra figura de quien orden¨® torturar salvajemente a miles de seres humanos para poder alzarse con el poder y afianzarse en ¨¦l. Porque la evidencia se abre paso incluso para el cerebro m¨¢s obtuso: si esos cr¨ªmenes all¨ª descritos tuvieron lugar todos ellos en los ¨²ltimos 15 meses de su dictadura -cumpliendo la severa limitaci¨®n cronol¨®gica impuesta por los jueces lores-, resulta evidente que los cr¨ªmenes y torturas perpetrados en los 16 a?os precedentes, y muy especialmente en los primeros a?os, en los primeros meses, en aquellos terribles primeros d¨ªas y semanas posteriores al golpe del 11 de septiembre de 1973, superaron en todos los ¨®rdenes a la barbarie de aquellos ¨²ltimos episodios que horrorizaron al fiscal ingl¨¦s.
El hombre que dijo "la DINA soy yo", el que afirm¨® que en Chile no se mov¨ªa una hoja sin su conocimiento, el jefe sin escr¨²pulos que repuso al entonces coronel Manuel Contreras en su cargo de director de la Escuela de Ingenieros Militares, despu¨¦s de ser cesado de tal cargo por su superior, el general ?scar Bonilla, pocos d¨ªas despu¨¦s del golpe de Estado, por -entre otros excesos- mantener colgados boca abajo durante horas o d¨ªas a colaboradores del presidente Salvador Allende en las instalaciones de dicha escuela; el mismo general golpista que orden¨®, permiti¨®, favoreci¨® y premi¨® este g¨¦nero de acciones, es el que hoy se ve liberado en atenci¨®n a compasivas consideraciones humanitarias sobre su salud.
Como saben los expertos en tortura, una de las formas de infligir los m¨¢s terribles sufrimientos a una persona consiste en colgarla por cualquiera de su extremidades durante largo tiempo. El dolor creciente y acumulativo por el desgarro de m¨²sculos y tendones, y por la congesti¨®n, inflamaci¨®n y falta de circulaci¨®n sangu¨ªnea, se extiende progresivamente al cuerpo entero y llega a hacerse absolutamente insoportable. Y todo ello sin esfuerzo alguno para el torturador. Todos los all¨ª colgados fueron finalmente asesinados. El general Bonilla falleci¨®, tiempo despu¨¦s, en un oportuno accidente de helic¨®ptero. Contreras no s¨®lo se vio respaldado en sus fechor¨ªas y repuesto en su cargo por Pinochet, sino que, poco despu¨¦s, ser¨ªa nombrado por ¨¦ste para otro puesto de mucha mayor confianza y m¨¢s implacable criminalidad: la jefatura de la DINA, desde la que tuvo ocasi¨®n de planear y ejecutar, siempre bajo la direcci¨®n de Pinochet, numerosos cr¨ªmenes perpetrados dentro y fuera de su pa¨ªs. Siempre bajo la direcci¨®n del hombre que acaba de ser liberado por consideraciones humanitarias hacia su estado de salud.
Consideraciones humanitarias para quien cometi¨® grav¨ªsimos cr¨ªmenes contra la humanidad. He aqu¨ª la esencia m¨¢s exquisita de la democracia, del humanitarismo, de la civilizaci¨®n. Del propio cristianismo en su m¨¢s elevada capacidad de perd¨®n y generosidad. Pero he aqu¨ª, tambi¨¦n, la repugnante contrapartida, igualmente cierta: una vez m¨¢s, un gran criminal, represor y torturador escapa de las manos de la justicia, beneficiado por los poderosos mecanismos favorecedores de la impunidad. Pues no s¨®lo se beneficia de esa democracia, de ese humanitarismo, de esa civilizaci¨®n, de ese perd¨®n y generosidad cristiana. Se beneficia tambi¨¦n, y principalmente, de unos intereses opuestos a su justo castigo. "Se han defendido los intereses de Espa?a al no recurrir contra su liberaci¨®n", se alega una vez m¨¢s desde el Ministerio de Exteriores espa?ol. "El recurrir hubiera empeorado nuestras relaciones con Chile y con Am¨¦rica Latina", se a?ade. En otras palabras: los intereses como factor contrapuesto a la justicia. Y como factor que finalmente prevalece sobre ella, en un caso tan decisivo -y hasta ahora ¨²nico- en la lucha por el logro de una forma -nueva, dif¨ªcil, pero factible- de justicia universal.
El ministro brit¨¢nico hace uso de su prerrogativa de denegar una extradici¨®n cuando considere -seg¨²n la ley brit¨¢nica- "cruel o injusta" la entrega del reo en cuesti¨®n. Y, seg¨²n ha estimado mister Straw, era una crueldad o una injusticia a entregar a un Pinochet enfermo, a pesar del rotundo pronunciamiento del correspondiente tribunal, que sentenci¨® a favor de la extradici¨®n. Las v¨ªctimas de Pinochet s¨ª que hubieran necesitado una m¨ªnima parte de ese humanitarismo, una mil¨¦sima de ese nivel de civilizaci¨®n, una millon¨¦sima de esa compasi¨®n cristiana, una fracci¨®n infinitesimal de ese perd¨®n y esa generosidad por parte de alguien que, autodenomin¨¢ndose cristiano, atropell¨® todos los preceptos de esa religi¨®n que c¨ªnicamente dec¨ªa defender. Y ese alguien ahora se ve libre, benefici¨¢ndose desvergonzadamente de aquella compasi¨®n que ¨¦l neg¨® y pisote¨® con extrema crueldad.
Desde el principio asumimos -y as¨ª lo expresamos reiteradamente- que Pinochet, una vez juzgado y sentenciado, si llegaba a serlo en Espa?a, regresar¨ªa a Chile sin cumplir condena alguna por raz¨®n de su edad, en aplicaci¨®n de la propia ley espa?ola. Pero aun as¨ª, qu¨¦ distinto hubiera sido su regreso ya juzgado y cargado con una dura sentencia, con sus considerandos y resultandos meticulosamente descriptivos de las atrocidades que mand¨® perpetrar. Qu¨¦ diferente si hubiera vuelto -como deber¨ªa- aplastado por todo el peso moral de una ejemplar condena, rigurosamente correspondiente a la magnitud de su responsabilidad criminal. Pero su regreso sin condena judicial no es exactamente el final que merec¨ªa el considerable esfuerzo -aunque de ninguna manera in¨²til- encabezado por la justicia espa?ola hacia la meta pionera y dif¨ªcil de una justicia universal.
Tanto el presidente Frei como su sucesor, Ricardo Lagos, se han comprometido ante el mundo afirmando que Pinochet tendr¨¢ que rendir cuentas ante la justicia de su pa¨ªs. Lagos ha llegado a¨²n m¨¢s lejos al afirmar que, de no ser as¨ª, la de Chile ser¨ªa "una democracia castrada". Veremos si a partir de ahora lo es o no lo es. Se nos ha insistido hasta el hartazgo que el ex dictador ser¨¢ juzgado en Chile por los 59 cargos judiciales que all¨ª le aguardan. Ojal¨¢ fuera as¨ª. Pero ya, para empezar, modifican la Constituci¨®n chilena de forma que, incluso si pierde su condici¨®n de senador vitalicio, pueda seguir conservando una nueva forma vitalicia de inmunidad en su calidad de ex jefe del Estado. S¨®lo si fuera desaforado judicialmente perder¨ªa tal inmuni-dad y podr¨ªa ser juzgado en su pa¨ªs. Pero, en t¨¦rminos efectivos, seguimos sin creer en tal posibilidad. Deseamos fervorosamente que la justicia chilena nos obligue cuanto antes a reconocer nuestro error.
Prudencio Garc¨ªa es consultor internacional de la ONU e investigador del INACS.
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