Farsa
Qu¨¦ cansancio creciente producen los periodos preelectorales. Desalienta asistir una vez m¨¢s a la chundarata ensordecedora y al mucho cuento. A esta apoteosis de la hipocres¨ªa. Las campa?as pol¨ªticas se parecen cada d¨ªa m¨¢s a un vodevil casposo. Salen las starlettes de cada partido, adornadas de plumas y lentejuelas, con mucho meneo de caderas y ense?ando el muslamen de sus demagogias. Todos saben que no es m¨¢s que una representaci¨®n, y que se trata, por a?adidura, de una obra mal¨ªsima. Pero nadie est¨¢ interesado en decir nada serio; lo que importa es aturdir al espectador, cegarle con el brillo de la purpurina y atraerle con la tentadora carnecilla de la vedette, que en realidad est¨¢ llena de celulitis por todas partes, pero que va bien fajada y maquillada para aparentar lo que no es.
Ah¨ª est¨¢n todos, en fin, diciendo lo que no creen y lo que no sienten con encendido tono de honestidad ofendida y de entrega heroica al destino trascendente de la Patria. Hay que ver c¨®mo se insultan los unos a los otros, y c¨®mo se acusan de mentir, los mentirosos, y c¨®mo enga?an y maquinan y montan esc¨¢ndalos ficticios. Es como si, durante las campa?as electorales, a la mitad de la ciudadan¨ªa le atacara el virus del sectarismo obtuso. Y as¨ª, en estos d¨ªas letales de la campa?a basta con entrar en un taxi, por ejemplo, y escuchar durante treinta segundos la radio que el conductor lleva sintonizada, para adivinar qu¨¦ emisora est¨¢ sirviendo las noticias y desde qu¨¦ posturas ideol¨®gicas.
Y no es un problema de la radio (sucede en todas partes) ni de los compa?eros periodistas, que bastante hacen con intentar no ahogarse en el maremoto. El problema es la presi¨®n de los intereses econ¨®micos, el juego de poderes subterr¨¢neo. La parte m¨¢s oscura de la democracia es esta farsa, esta comedia grotesca. Que todos sepan que mienten y que no les importe. Ahora bien, fuera de ah¨ª es mucho peor. Fuera del juego democr¨¢tico s¨®lo hay feroces dictadores que adem¨¢s de mentir tambi¨¦n torturan, como el milagrosamente recuperado Pinochet; s¨®lo hay asesinos y verdugos, como los fan¨¢ticos de ETA. De modo que, con todo, viva el sainete electoral: siempre es preferible la farsa a la tragedia.
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