Los debates tra¨ªdos por las cig¨¹e?as
Los pol¨ªticos explican a veces confidencialmente a los amigos el aut¨¦ntico motivo -por lo general muy alejado de la versi¨®n oficial- de sus decisiones pol¨¦micas con el mismo tono de superioridad condescendiente que suelen emplear los chicos m¨¢s despiertos de la clase al revelar a sus inocentes compa?eros que los Reyes Magos son los pap¨¢s y los ni?os no vienen de Par¨ªs en el pico de las cig¨¹e?as. As¨ª, por ejemplo, los portavoces del PP-refugiados en el burladero del secreto profesional- no s¨®lo vienen deslizando al o¨ªdo de sus periodistas de c¨¢mara cu¨¢l fue el objetivo perseguido por el Ministerio de Asuntos Exteriores al filtrar delictivamente el historial cl¨ªnico de Pinochet a dos medios cercanos al Gobierno; tambi¨¦n les cuchichean con tono desenvuelto la causa de que el candidato del PP a la presidencia del Gobierno haya decidido rehuir por tierra, mar y aire cualquier debate en Televisi¨®n, bien sea -mano a mano- con el candidato del PSOE, bien sea acompa?ados por los representantes de otros partidos.Las razones ocultas de Aznar para boicotear los debates televisivos son m¨¢s f¨¢ciles de descubrir que el enigma de los Reyes Magos o de la cig¨¹e?a. El ministro Rajoy, el portavoz Piqu¨¦ o el secretario general Arenas ni siquiera hacen demasiados esfuerzos para ser cre¨ªdos cuando mascullan tiernas bobadas destinadas a tapar el incumplimiento por el presidente de su oxidada promesa de aceptar -como un hombrecito formado en la ret¨®rica de Rudyard Kipling- los desaf¨ªos de sus adversarios. La demag¨®gica cruzada emprendida en su d¨ªa por El Mundo para defender los inalienables derechos del candidato de IU a participar en un debate a tres televisivo de obligada realizaci¨®n pas¨® a mejor vida una vez que Almunia y Frutos suscribieran su programa com¨²n de gobierno y la pinza entre Aznar y Anguita dejase de funcionar; el pretexto de repuesto fabricado por los portavoces medi¨¢ticos del PP para salvar la cara ha sido invitar a los nacionalistas catalanes, vascos y canarios a un debate a seis: un escenario ampliable al barullo del camarote de los hermanos Marx si los prop¨®sitos obstruccionistas lo exigieran.
Nadie desconoce el secreto de Polichinela: la causa de la espantada de Aznar no es otra que su reserv¨®n prop¨®sito de no someter a incertidumbres las optimistas perspectivas de una victoria ya pregonada por las encuestas; un eventual debate del actual presidente del Gobierno con Almunia - o tambi¨¦n con Frutos y los candidatos nacionalistas- dar¨ªa un car¨¢cter m¨¢s competido a la campa?a electoral y podr¨ªa sacar de la pasividad a los potenciales votantes de la izquierda que siguen vivaqueando en la abstenci¨®n. Ahora bien, explicar una decisi¨®n no significa justificarla: para ser pol¨ªticamente leg¨ªtima, una medida orientada a mantener a un partido en el poder -como es el caso del debate televisivo hurtado a los electores- no s¨®lo est¨¢ obligada a cumplir las leyes, sino que debe respetar igualmente los valores democr¨¢ticos. Aznar incumple sus compromisos con la opini¨®n p¨²blica al sabotear la institucionalizaci¨®n de los debates electorales, un uso pol¨ªtico imprescindible para abaratar las campa?as y mejorar su eficacia comunicativa: son los ciudadanos, y no los partidos solicitantes de sus votos, quienes tienen derecho a exigir a los candidatos que abandonen sus sopor¨ªferos mon¨®logos y sometan las propuestas sobre impuestos o pensiones al fuego cruzado de la discusi¨®n con sus adversarios.
Fernando Vallesp¨ªn recuerda en un excelente libro (El futuro de la pol¨ªtica, Taurus, 2000) que las dimensiones prescriptivas de la democracia no deben ser confundidas con la descripci¨®n de los sistemas pol¨ªticos acogidos a tan prestigioso nombre. La democracia no es s¨®lo un conjunto de reglas y procedimientos: su esencia son los principios y los ideales normativos que el ordenamiento institucional est¨¢ obligado a encarnar en la realidad. Algunos profesionales de la pol¨ªtica suelen justificar sus pr¨¢cticas ventajistas con el descarado argumento de que todo est¨¢ permitido en la lucha por el poder siempre que los jugadores no sean agarrados in fraganti con un as en la manga. No es probable, sin embargo, que los ciudadanos -sea cual sea su filiaci¨®n ideol¨®gica y el sentido de sus votos- sigan aceptando imp¨¢vidos que el ¨²nico debate electoral en televisi¨®n sea la caricatura tra¨ªda por las cig¨¹e?as a Las Noticias del Gui?ol de Canal +.
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