La Justicia, convidada (de piedra) en las elecciones
Corren tiempos de propuestas, de promesas, de declaraciones bien intencionadas. Estamos en la recta final de la campa?a electoral y los candidatos explican hasta la saciedad su programa. Para un pol¨ªtico estos d¨ªas son su momento. Ahora tienen la oportunidad de convencernos de que su programa, su propuesta, su idea, es la mejor, o al menos tan buena como las dem¨¢s. Es l¨®gico pensar que cada candidato, cada partido pol¨ªtico tenga sanas intenciones de gobernar.Estos d¨ªas los candidatos prometen, aseguran, afirman, quieren regular, potenciar, reclamar, organizar, reformar, desean afrontar, estructurar, establecer, impulsar... todo. Se habla de impuestos, de pensiones, de trabajo, de sanidad, de ense?anza, de carreteras, de agricultura, de industria, de comercio, incluso de realidad virtual, de internet, y si la ocasi¨®n lo merece y el auditorio es propicio, son capaces de hablar hasta de lo que no entienden. Y a veces se nota.
En la Fundaci¨®n por la Justicia no tenemos ambiciones pol¨ªticas ni nos mueve deseo alguno de criticar por criticar, ni queremos ser la voz de la conciencia de nadie. No queremos ni podemos suplantar la voluntad y acci¨®n pol¨ªtica, pero tampoco renunciamos a dar nuestra opini¨®n sobre algo, tan simple pero dif¨ªcil, como es la Justicia.
Los partidos pol¨ªticos no han dejado de incluir en sus programas un cap¨ªtulo dedicado a la Justicia y casi todos coinciden en las mismas propuestas. Leyendo estos programas se llega a sentir una cierta serenidad al comprobar que todos los partidos han detectado los mismos aspectos que merecen atenci¨®n y problemas que reclaman soluci¨®n. Unos quieren suprimir el Ministerio de Justicia y que sus funciones las asuma el Consejo General del Poder Judicial; hay quienes quieren crear juzgados de barrio; otros proponen un pacto de Estado por la Justicia. Aparentemente podemos estar tranquilos: quien resulte elegido para gobernar arreglar¨¢ los problemas. A su manera, pero lo har¨¢.
?De verdad podemos estar tranquilos? ?Seguro que no se trata de proposiciones grandilocuentes alejadas de la realidad? ?Es posible que hoy existan soluciones a los mismos problemas que exist¨ªan hace cuatro y ocho a?os? Pensemos que s¨ª.
Sin dudar de la intenci¨®n, de la buena y sana intenci¨®n de los partidos pol¨ªticos, parece que todo seguir¨¢ igual, que la lentitud de la Justicia, problema h¨¢bilmente detectado por todos los partidos pol¨ªticos, no se solucionar¨¢ ¨²nicamente con una nueva ley procesal, o con una nueva distribuci¨®n de juzgados, ni siquiera con m¨¢s juzgados, jueces y funcionarios. No s¨®lo es problema de cantidad. Para conocer la intenci¨®n de cada partido pol¨ªtico en materia de Justicia hay que leer los programas de cada uno, ya que ni en las intervenciones en los medios de comunicaci¨®n, ni en los actos p¨²blicos hacen referencia a estas cuestiones, quiz¨¢s por la sencilla raz¨®n de que no les interesa o por la m¨¢s sencilla todav¨ªa de que estas cuestiones no venden votos. Y leyendo estos programas pol¨ªticos parece que la ¨²nica intenci¨®n de todos los partidos es el modo de elegir a los miembros del Consejo General del Poder Judicial, y por lo tanto del Tribunal Supremo, y poco m¨¢s.
Mientas la Justicia no demuestre al ciudadano que tiene soluciones a sus problemas, que tiene posibilidad de dar soluciones a sus problemas, todo habr¨¢ cambiado para seguir igual. Si la Justicia tiene alg¨²n sentido, s¨®lo es la posibilidad, el deber y la obligaci¨®n de dar grandes soluciones a grandes problemas, pero tambi¨¦n grandes soluciones a problemas peque?os.
Mientras quien decida y organice no sea sincero y consciente de que la Justicia es algo m¨¢s, mucho m¨¢s, que los ¨®rganos de gobierno de la magistratura, que la Justicia somos todos quienes intervenimos en ella, principalmente el ciudadano, a quien a veces llamamos con ese t¨¦rmino despectivo de justiciable, no cambiar¨¢ nada, y hasta ahora la ¨²nica conclusi¨®n en la que todos coincidimos es que haca falta cambiar. C¨®mo cambiar, las cosas que deben cambiar, los plazos etc, es cuesti¨®n reservada a quienes tienen la obligaci¨®n de proponer, de decidir y de llevar a t¨¦rmino las propuestas y decisiones. A los dem¨¢s, a quienes tenemos participaci¨®n en la Justicia, a quienes la sufrimos o a quienes nos beneficiamos de ella, nos queda la posiblidad de reflexionar sobre ella.
En la Fundaci¨®n por la Justicia hemos echado de menos que los partidos pol¨ªticos no desciendan a la realidad y sigan flotando en grandes formulaciones y propuestas magn¨¢nimas que la mayor¨ªa de las veces se han demostrado irrealizables, por imposibles y por irreales. Ning¨²n partido pol¨ªtico habla de prioridades. Todos coinciden en el s¨ªntoma de la enfermedad, pero nadie propone una terapia concreta. Todos coinciden en la necesidad de acabar con la lentitud de la Justicia, pero nadie ha propuesto c¨®mo hacerlo. Nadie habla de mejorar y controlar la calidad de la Justicia, y quien lo hace da una idea gen¨¦rica bastante desordenada. Calidad es tanto una buena y eficaz planificaci¨®n de la distribuci¨®n de juzgados, como una buena definici¨®n del mejor ¨®rgano judicial y, por lo tanto, mejora de estructuras, cumplimiento de deberes, optimizaci¨®n de tiempos, aprovechamiento de esfuerzos y recursos comunes, razonable acceso al ejercicio profesional del abogado y tantas cosas m¨¢s. Pero frente a esto nos encontramos, s¨®lo por poner un ejemplo, y as¨ª lo han denunciado algunos medios de comunicaci¨®n, que aun cuando reglamentariamente deben cumplirse 37,5 horas de trabajo semanal, la media no alcanza m¨¢s que a 23 horas. ?Tiene alg¨²n sentido reclamar jornadas de 35 horas semanales? Estar¨ªamos encantados de conseguirlas. Todo buen profesional est¨¢ ilusionado por la calidad de su trabajo y motivado cuando la descubre en las aspiraciones del sistema.
Mientras Vd., lector, no tenga seguridad de que su asunto, que para Vd. es el m¨¢s importante, se resolver¨¢ de una forma entendible en un tiempo razonablemente corto, todo seguir¨¢ igual. Hasta que la planificaci¨®n desde arriba no sea capaz de descender al menor de los problemas, la voluntad pol¨ªtica no convencer¨¢ de que tiene verdaderos deseos de ofrecer soluciones. Hasta que alguien o alguna instituci¨®n no lidere el cambio que todav¨ªa est¨¢ por afrontar en materia de Justicia, ese famoso Pacto de Estado por la Justicia quedar¨¢ cojo y no servir¨¢ de nada, pero ojal¨¢ me equivoque.
Si alguien prefiere una propuesta de prioridades, queremos decirle que, desde nuestra reflexi¨®n, pasan por:
1. Asumir responsablemente qui¨¦n y c¨®mo ha de liderar el cambio (excluyendo la difusi¨®n de competencias entre instituciones que se solapan, si no se zancadillean).
2. Orientar toda la acci¨®n pol¨ªtica, administrativa, legislativa, en relaci¨®n con lo judicial, a la m¨¢s pr¨®xima atenci¨®n al ciudadano.
3. Crear mecanismos ¨²tiles de control de la calidad de lo que la Justicia ofrece, como garant¨ªa imprescindible para hacerla cre¨ªble.
?Es tan dif¨ªcil? ?O es que no interesa?
Juan A?¨®n es abogado y miembro de la Fundaci¨®n por la Justicia.
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