La bomba del 12-M y los efectos colaterales MIQUEL CAMINAL BADIA
Cuando un partido pol¨ªtico gana unas elecciones por mayor¨ªa absoluta y la distancia en diputados con el segundo partido supera los 50 se puede decir que el sistema de partidos tiene con claridad un partido predominante. Si, adem¨¢s, la composici¨®n de fuerzas del parlamento le permite un buen juego parlamentario en comparaci¨®n con el principal partido de la oposici¨®n, el predominio es ya dominio absoluto. ?sta es la fotograf¨ªa de las elecciones. El PP ha ganado rotundamente. Cuando esto sucede hay que reconocer los m¨¦ritos del vencedor pero esto no es suficiente para explicar la aplastante victoria. Estos triunfos tan rotundos s¨®lo suceden sobre la base de la crisis y descomposici¨®n del principal partido competidor. En 1982 la hist¨®rica victoria del PSOE se bas¨® en el liderazgo emprendedor y de futuro de Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra, pero tambi¨¦n en la crisis fulminante de UCD. Ahora ha sido la profunda crisis del PSOE la que ha favorecido el triunfo popular.Un partido que mantiene como secretario de organizaci¨®n a uno de los principales responsables de la destrucci¨®n de la organizaci¨®n socialista en el Pa¨ªs Valenci¨¤, que esconde al ganador de las primarias para que no ponga en evidencia al candidato Almunia, que sigue con toda la vieja guardia como si nada hubiera sucedido en 1996, y que siempre est¨¢ en falso contra el PP porque cualquier carta cr¨ªtica le es devuelta por la memoria de los ochenta, no puede ir muy lejos. Y, por si falta algo, que el salvavidas fuera el pacto tan sorprendente como ultrarr¨¢pido con IU es la prueba final de quien no domina la situaci¨®n de crisis sino que es dominado por ella. Estos pactos se hacen para ganar, para dar confianza y credibilidad al propio electorado. Y no para evitar la ca¨ªda o hacerla menos dolorosa. Adem¨¢s, ?a qui¨¦n se le ocurre pedir socorro a alguien que se est¨¢ ahogando? Menudo trabajo ten¨ªa ya Frutos para salvarse ¨¦l despu¨¦s de ser literalmente lanzado y sin aviso contra las olas revueltas. En pol¨ªtica, como en la f¨ªsica, cuando una nave se hunde y recibe la urgente asistencia de otra que tambi¨¦n se hunde, se produce el l¨®gico efecto de que son dos las que se van a pique.
Es verdad que no tiene ning¨²n m¨¦rito decir las cosas a toro pasado y que era mucho mejor el pacto que continuar recrimin¨¢ndose todas la infidelidades y traiciones. Peor en Catalu?a donde las rencillas han continuado entre EUiA e IC-V, porque como iban "sobrados de votos" se pod¨ªan permitir el lujo de poner por delante su guerra particular. Una vez m¨¢s tienen que ser los electores quienes retirando la confianza a los partidos de la izquierda digan lo que ya se sab¨ªa: no se ganan las elecciones sin credibilidad y con la imagen de la divisi¨®n interna aunque se disimule. Poniendo un poco de Blair con la "educaci¨®n, educaci¨®n y educaci¨®n" y un poco m¨¢s de Jospin con las 35 horas no se disimulan las carencias y la falta de proyecto propio. Muchas de las caras m¨¢s conocidas y tambi¨¦n m¨¢s quemadas de la izquierda deber¨ªan pasar definitivamente a la reserva o al retiro pol¨ªtico. En la renovaci¨®n del PP cayeron muchos dirigentes que parec¨ªan imprescindibles. Nadie lo es en democracia. Y mucho menos en dictadura, lo que pasa es que no hay manera de echar al dictador.
De todos modos cuidado con la renovaci¨®n, renovaci¨®n, renovaci¨®n. Los dirigentes se pueden cambiar si se quiere, pero no se renuevan las ideas y los proyectos s¨®lo con proclamarlo. En este punto los partidos pol¨ªticos no tienen el don de la magia ni pueden asumir responsabilidades que les desbordan.La renovaci¨®n de la izquierda va mucho m¨¢s all¨¢ de su radio de acci¨®n. Afecta e implica a todos los ciudadanos y ciudadanas que participan de la necesidad de cambiar un sistema econ¨®mico y social que somete a la cultura y a la pol¨ªtica a la l¨®gica de los intereses privados en sociedades desiguales y competitivas. Vivimos en democracias de consumidores endeudados donde se vota m¨¢s pensando en la hipoteca y los impuestos que en los valores e ideas de inter¨¦s general.
Mientras no se tenga la hegemon¨ªa pol¨ªtica, moral y real de transformar las democracias liberales en democracias socialistas hay que vivir con lo que hay. Por eso los partidos pol¨ªticos de la izquierda han mutado la e de emancipaci¨®n con la e de estatalizaci¨®n. Viven del dinero p¨²blico y son ¨®rganos del Estado si obtienen representaci¨®n institucional. Que se lo pregunten a IC-V y lo que ha significado un diputado en t¨¦rminos cremat¨ªsticos. Cuando un partido se queda sin cargos p¨²blicos ya puede cerrar la empresa. La pol¨ªtica es una profesi¨®n y a los partidos con opciones de gobierno se les debe exigir que sean buenos y honestos profesionales. Como en todas las dem¨¢s profesiones. Porque pedir m¨¢s no est¨¢ en el orden del d¨ªa de unas democracias de discurso ¨²nico, de extremismo centrista s¨®lo corregido por un populismo de derechas contra el inmigrante. Normal, cuando prima el individualismo conservador e insolidario.
Por tanto, no ha de sorprender el triunfo absoluto del PP. Lo ten¨ªa todo a favor. Ahora podr¨¢, adem¨¢s, beneficiarse de los efectos colaterales de la bomba 12-M. En Euskadi y gracias a los servicios prestados por ETA-EH, es la alternativa en una sociedad profundamente dividida entre dos nacionalismos excluyentes. En Catalu?a ha quedado liberado de Madrid y sus votos en el Parlament ya no son cautivos. Es un dato fundamental para Jordi Pujol, que ya no es decisivo en Madrid, y s¨ª lo es Alberto Fern¨¢ndez D¨ªaz en Catalu?a. ?Vaya cambio! Aznar y Piqu¨¦ lo suavizar¨¢n porque les conviene, por el momento, un Pujol agradecido y libre de las propuestas de ERC. Claro que si se les ocurre pensar que ha llegado la hora de la mayor¨ªa de edad del PP en Catalu?a y empiezan a trabajar a favor del pospujolismo... Hay que pensarlo bien porque los resultados de estas elecciones podr¨ªan inducir a una estrategia equivocada de acentuar el nacionalismo espa?ol frente a los nacionalismos de la periferia. Ser centrista tambi¨¦n en la cuesti¨®n de las nacionalidades puede completar con mayor ¨¦xito el viaje hacia el centro del PP. En fin, no sigamos, no sea que acabe convencido de que hay PP para rato.
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