El arte de morir, seg¨²n Sylvia Plath
Se publican los diarios completos de la poeta con las claves ¨ªntimas de su camino al suicidio
Dos meses despu¨¦s de cumplir los 30 a?os, el 11 de febrero de 1963, la autora de La campana de cristal dej¨® a sus dos peque?os hijos -de tres y un a?o- dormidos, abri¨® el gas, meti¨® la cabeza en el horno y se suicid¨®. Un punto final que no s¨®lo no cerr¨® su historia, sino que abri¨® una brecha que nadie ha sido capaz de llenar. El culto a esta poeta norteamericana, apasionada y fr¨¢gil, contradictoria y conmovedoramente brillante, no ha decrecido en 30 a?os y el enigma de su fin ha provocado cerca de una docena de biograf¨ªas, truncas como su vida, descorazonadas como su obra.Ahora puede ser ella misma la que revele el largo proceso interior que la llev¨® al suicidio. La publicaci¨®n completa de sus diarios promete se?alar los puntos de este intenso y a veces l¨²cido itinerario. "Morir es un arte", escribe, "y yo lo hago excepcionalmente bien".
Su ex marido, Ted Hughes, confes¨® haber destruido uno de los dos cuadernos que abarcan los ¨²ltimos meses de la vida de Sylvia Plath. "No quer¨ªa que sus hijos tuvieran que leerlo (por aquel entonces yo consideraba el olvido como parte de la supervivencia). El otro desapareci¨®", admite en el pr¨®logo a la edici¨®n parcial de los diarios, publicada en Espa?a por Alianza en 1996.
La versi¨®n completa
Pero el resto de cuadernos y hojas sueltas qued¨® depositado en el Smith College. La profesora Karen V. Kukil, encargada de la secci¨®n de libros raros de dicha instituci¨®n, es la editora del volumen que ahora trae a la luz la totalidad de estos documentos. The journals of Sylvia Plath (1950-1962), que publica en el Reino Unido la editorial Faber & Faber el pr¨®ximo 3 de abril, abarca en su parte central las memorias de la autora desde los 18 a?os hasta un a?o antes de su muerte. El libro incluye la transcripci¨®n exacta de los 23 diarios y fragmentos sueltos del archivo del Smith College. Tambi¨¦n est¨¢n los textos completos de los dos diarios que Ted Hughes desvel¨® poco antes de morir, en 1998.
En las p¨¢ginas tempranas salta a la vista la inmediatez y el vigor con que intenta dejar un testimonio de sus pensamientos y emociones. A trav¨¦s de ellas se puede seguir la huella de sus primeros pasos como escritora. Pero tambi¨¦n quedan patentes el terror y el placer de la ceremonia que ella m¨¢s adelante llamar¨ªa "el gran strip-tease" de matarse lentamente.
Los textos toman la forma de un di¨¢logo entre el lado oscuro y el luminoso de su existencia, seg¨²n rese?a Michael Shelden en The Daily Telegraph. Se suceden las preguntas sobre el sentido de la existencia, que entran a veces en una desquiciada espiral que la lleva a la crisis. "Tienes miedo de quedarte sola con tu propia mente", escribe. Y percibe el crecimiento de esa sombra en su interior: "No puedo ignorarla, s¨¦ que est¨¢ aqu¨ª, la huelo y la siento".
La parte central de esta publicaci¨®n es la etapa adulta, de 1950 a 1962, sus a?os de universidad en el Smith College (interrumpidos por la crisis que sufre en 1953), su continuaci¨®n en el Newham College y Cambridge, su matrimonio con Ted Hughes y los dos a?os en los que trabaj¨® y vivi¨® en Nueva Inglaterra (EEUU).
No deja de llamar la atenci¨®n que su tesis de graduaci¨®n se centrara en el uso del doble en la obra de Dostoievski. Ella misma se sent¨ªa cada vez m¨¢s pendiente de una duplicidad, en la que su segundo yo era un hombre. Y a veces adopta la fr¨ªa mirada del macho: "Soy en parte hombre, y me fijo en los pechos y las caderas de una mujer con el c¨¢lculo de un hombre escogiendo a una amante".
Cuando volv¨ªa sus ojos a la mujer, la mirada no era ben¨¦vola. "Entro en el juego de la dulce virgen americana, vestida para seducir", escribe burl¨¢ndose de su af¨¢n por ajustarse a la imagen de cierto ideal femenino. Porque el juego de la seducci¨®n, la caza del hombre, la fascinaba y la asqueaba a la vez. Se ve a s¨ª misma a veces como "una vampiresa", que no repara en "castrar a esos arrogantes que se vuelven cr¨ªos en el momento de la pasi¨®n". Los hombres son un tema persistente en estos diarios juveniles en los que las mujeres apenas aparecen, y si lo hacen es en forma de rivales.
La tentaci¨®n del suicidio la vence por primera vez a los 20 a?os. Durante unas vacaciones se esconde en el hueco, bajo el porche de su casa, y toma una gran cantidad de p¨ªldoras. Desaparece durante dos d¨ªas y cuando la encuentran, al o¨ªr sus gemidos por entre las grietas, es rescatada y luego internada en un hospital psiqui¨¢trico.
Al terminar el tratamiento confiesa en sus diarios que su verdadero problema eran los celos. "Tengo celos de los hombres. Una envidia profunda y peligrosa que puede corroer, imagino, cualquier tipo de relaci¨®n. Una envidia nacida del deseo de ser activa y hacer cosas, no ser pasiva y s¨®lo escucharlas". Las dos preguntas que subyacen en estos diarios, y que ella es perfectamente capaz de formular, con excesiva dureza, son las siguientes: "?Puede una mujer autosuficiente, exc¨¦ntrica, celosa y con poca imaginaci¨®n escribir algo que valga realmente la pena?, y ?puede formar una pareja?".
Cuando lleg¨® a Cambridge con una beca en 1955 manifestaba estar buscando "un gran amor, peligroso y explosivo". Y lo encontr¨® al poco tiempo en Ted Hughes, un poeta guapo e inteligente, lo suficiente como para entender sus ambiciones y compartir sus sue?os. La pasi¨®n que surge entre ellos parece compensar su desasosiego. Plath relata que en su primer encuentro ¨¦l "estrell¨®" su boca contra la suya. Y la "vampiresa" anota: "Cuando ¨¦l bes¨® mi cuello, yo le mord¨ª la mejilla con fuerza".
Una pasi¨®n y un amor completos que la transforman y con los que parece encontrar finalmente la felicidad. Se casan en junio de 1956. "Atr¨¢s quedan esos d¨ªas en busca de la satisfacci¨®n egoc¨¦ntrica de conquistar hombres que se iban derrumbando uno a uno", escribe.
Celos
Cuando Plath acaba sus estudios en Cambridge, la pareja se traslada a Estados Unidos, donde ella imparte clases en su viejo College. Pero al poco tiempo se le hace insoportable y empieza otra etapa de inestabilidad.
Llama a su marido "mi salvador", "mi perfecta mitad masculina". Pero al mismo tiempo se desata una soterrada competencia entre ambos. ?l es un autor celebrado; ella, bloqueada temporalmente en su propia escritura, se dedica a mecanografiar los poemas de Hughes.
Plath empieza a acosarlo con tales muestras de atenci¨®n que Hughes se siente acorralado. Y surgen los celos. Justificados. Plath no puede soportar que ¨¦l se fije en otras mujeres. ?l es incapaz de vivir bajo ese r¨¦gimen de posesi¨®n. La deja.
La deja al borde de un barranco que ella conoce bien, un territorio que vuelve a cobrar vigor en los poemas que escribe en sus ¨²ltimos meses de vida. Es la atracci¨®n de un vac¨ªo que ella trat¨® de llenar con sus palabras. Porque la b¨²squeda de una "voz profunda y propia" en literatura es lo que justifica su existencia. Es muy dura consigo misma, muy autocr¨ªtica. No quiere caer en blanduras y cursiler¨ªas.
Sus dos ¨²ltimos a?os fueron muy creativos. Public¨® sus dos primeros libros, estaba trabajando en su segunda novela (la primera fue La campana de cristal) y, sobre todo, culmin¨® los resplandecientes poemas de Ariel (Hiperi¨®n), escritos poco despu¨¦s de la separaci¨®n de Hughes.
El 16 de octubre de 1962 escribi¨® a su madre: "Soy una escritora de genio; se me ha concedido el don. Estoy escribiendo los mejores poemas de mi vida, los que me har¨¢n famosa".
Babelia
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