Ziug¨¢nov lucha contra una derrota inevitable
"?Cu¨¢nto gana usted al mes?". La recepcionista del centro oncol¨®gico de Cheli¨¢binsk, una chica rubia de unos 30 a?os, se queda sentada ante la pantalla de su ordenador. Puede que est¨¦ abrumada, si no por la pregunta de Guennadi Ziug¨¢nov, candidato comunista a la presidencia de Rusia (en gira electoral por la regi¨®n de los Urales), s¨ª porque unas 40 personas (directivos del hospital, m¨¦dicos, periodistas, guardaespaldas y asistentes del l¨ªder del principal partido del pa¨ªs) est¨¢n pendientes de una respuesta que todos adivinan con escaso margen de error. Finalmente, inclina la cabeza, y contesta: "Cuatrocientos rublos, m¨¢s un 15% de incentivo ".Ziug¨¢nov vuelve a la carga: "?Qu¨¦ le parecer¨ªa ganar 2.000 rublos, que la pensi¨®n m¨ªnima fuese de 1.000 y que los profesores y los m¨¦dicos tuvieran salarios de m¨¢s de 3.000?". Bien, le parece bien. Otra cosa es que se lo crea. Por eso la respuesta es un simple "?Umm!", que probablemente oculta un voto para el presidente en funciones, Vlad¨ªmir Putin, indiscutible favorito para ganar la presidencia el pr¨®ximo domingo.
Consciente de que lucha contra todo el peso del aparato estatal, descaradamente al servicio de Putin, Ziug¨¢nov desarrolla una campa?a cl¨¢sica que le ha llevado ya a la mitad de las 89 regiones de Rusia en busca de un contacto directo con los votantes. "Es bochornoso", asegura, "que Putin haya salido en una semana 2 horas y 20 minutos por televisi¨®n, y yo, tan s¨®lo 8 minutos".
Ziug¨¢nov inicia aqu¨ª una jornada agotadora que le oblig¨® a viajar de madrugada desde Mosc¨². El recorrido supone una inmersi¨®n en los agobiantes problemas de la Rusia profunda, en el coraz¨®n de los Urales, la zona monta?osa fronteriza entre Europa y Asia, en la que se concentran muchas de las empresas gigantescas del complejo militar-industrial (la antigua "joya de la corona" del imperio sovi¨¦tico y hoy en una crisis a la que no se ve salida), y varias ciudades secretas dedicadas a la producci¨®n de combustible y armas at¨®micas.
No muy lejos de la ciudad de Cheli¨¢binsk (en la que vive un tercio de los 3.600.000 habitantes de la regi¨®n), en el complejo de Mayak, se desarroll¨® a finales de los a?os cuarenta la primera bomba nuclear sovi¨¦tica y se produjo, en 1957, el mayor accidente at¨®mico de la historia hasta que el reactor n¨²mero 4 de la central ucrania de Chern¨®bil salt¨® por los aires en 1996. Diez a?os m¨¢s tarde se sec¨® un lago convertido en cementerio radiactivo, y el viento esparci¨® el "asesino invisible" en un ¨¢rea de decenas de miles de kil¨®metros cuadrados.
Tal vez por eso, Ziug¨¢nov elige para iniciar su visita el centro oncol¨®gico, que hace apenas dos meses abri¨® una nueva ala con la m¨¢s moderna tecnolog¨ªa. El jefe m¨¦dico, Andr¨¦i Vazhenin, reconoce que, en los a?os que siguieron a aquellos desastres, se produjo un aumento notable de los tipos de c¨¢ncer relacionados con la radiaci¨®n, pero sostiene que la situaci¨®n es ahora normal y que el mayor peligro procede de la contaminaci¨®n industrial y alimentaria.
El salario medio de un m¨¦dico de este hospital, financiado por la Administraci¨®n regional, es de algo m¨¢s de 1.000 rublos (unas 6.000 pesetas), pero, al menos, ahora se cobra puntualmente, y no como hace un par de a?os. Para los habitantes de Cheli¨¢binsk, la asistencia sigue siendo gratuita, pero quienes llegan de tierras vecinas (incluso de la rep¨²blica ex sovi¨¦tica de Kazajst¨¢n) tienen que pagar por el tratamiento hasta 12.000 rublos.
Poco m¨¢s tarde, ante la "llama eterna", Ziug¨¢nov concentra a unos centenares de jubilados, como Nikita Band¨ªshev, de 70 a?os, un coronel retirado que le votar¨¢ porque "gracias al poder rojo" pudo estudiar aunque era el hijo de un pastor y tiene ahora una pensi¨®n de 2.000 rublos. La mitad se la entrega a su hija, que trabaja en una f¨¢brica de cohetes y cobra (no siempre a tiempo) 500 rublos, que no le llegan ni para poner la mesa todos los d¨ªas a sus dos hijas. Y eso que el rublo barato y el petr¨®leo caro permiten empezar a salir del abismo en el que se precipit¨® el pa¨ªs tras la crisis de agosto de 1998, y la gran industria empieza a despertar de un letargo que parec¨ªa mortal.
Los viejitos siguen a Ziug¨¢nov hasta la pr¨®xima cita, en el cercano edificio de la Duma regional. Uno de ellos, que debe rondar los 80 a?os, comenta: "Antes pod¨ªa comprar 710 panes con mi pensi¨®n, y ahora, s¨®lo 90". Otro se exalta al saber la nacionalidad del periodista: "?Ah, los espa?oles. Nuestros heroicos hermanos de la lucha contra el fascismo!".
En conferencia de prensa, el l¨ªder comunista fustiga a Putin por insinuar que Rusia puede entrar en la OTAN, porque no tiene programa, garantiza la inmunidad de Bor¨ªs Yeltsin, abusa de su poder, elimina las ¨²ltimas garant¨ªas sociales de la era sovi¨¦tica y es el continuador de un r¨¦gimen corrupto culpable de que haya, dice, un 5% de ricos, un 10% de gente que vive normalmente y un 85% de esclavos del primer 5%. "Solo hay dos opciones", se?ala, "o continuar por el rumbo que destruye el pa¨ªs o formar un Gobierno de confianza popular y restaurar un poder sovi¨¦tico renovado".
La siguiente cita es en el teatro de la gigantesca f¨¢brica de tractores que, como tantas otras, se dedic¨® durante la II Guerra Mundial a producir armas, hasta el punto de que todav¨ªa se la conoce como Tanquegrado. La espl¨¦ndida sala tiene medallones de literatos como Gorki y G¨®gol y frescos a la mayor gloria de la cultura sovi¨¦tica. Est¨¢ a rebosar, pero eso no supone siquiera 1.000 votos, y es dif¨ªcil ver a alguien de menos de 50 a?os.
No todos son convencidos. Vera Maxim¨®vna, de 78 a?os, reconoce que ha venido a escuchar, pero que a¨²n no sabe a qui¨¦n votar. "Ahora todos prometen y prometen", asegura, "pero luego todo seguir¨¢ igual". Tiene 500 rublos de pensi¨®n, y debe ahorrar para ayudar a sus dos nietas y su hija, ingeniera en Tanquegrado, pero que ya se ha olvidado de la ¨²ltima vez que cobr¨® un salario completo. "El mes pasado", dice Vera, "le pagaron 100 rublos". "Para colmo", se?ala con amargura, "el pan blanco acaba de subir de 4 rublos a 4,60, y el negro, de 3 a 3,90".
Mientras, Ziug¨¢nov intenta suscitar entusiasmo: "No voy a gobernar. Voy a servir al pueblo". Y afirma que salv¨® la industria at¨®mica, promete cambiar la Constituci¨®n para limitar los poderes del presidente, advierte contra el riesgo de fraude electoral y dice que, si llega al Kremlin, eliminar¨¢ los anuncios en las pel¨ªculas por televisi¨®n y devolver¨¢ en forma de bonos para viviendas los ahorros robados en tiempos de la "terapia de choque" del ex primer ministro Y¨¦gor Gaidar.
Un acordeonista, un animador y una folcl¨®rica de mo?o y vestido rojo evocan a los cosacos del Kuban, reniegan del "sol y la tierra ajenos", exaltan la amistad con Ucrania y homenajean a los soldados muertos en Afganist¨¢n y Chechenia. Ziug¨¢nov termina sum¨¢ndose al tr¨ªo, cantando y tocando palmas, como todo el auditorio. El grito final es "?por Rusia, la patria y la victoria!".
El programa termina poco despu¨¦s en el teatro de los ferrocarriles, donde se celebra la final interregional del popular concurso estudiantil Alegres e inteligentes. Uno de los chicos hace una gracia que debe saber a vinagre al l¨ªder comunista: "El d¨ªa 26 se celebrar¨¢ la elecci¨®n como presidente de Rusia de Vlad¨ªmir Putin". Otro anuncia: "Est¨¢ a punto de nacer el nuevo presidente". Y meciendo en sus brazos un mu?eco arrulla: "Puti, Puti". Ziug¨¢nov aguanta el tipo unos minutos y va poniendo cara de p¨®quer. Una cosa es que est¨¦ condenado a perder y otra tener que aguantar que se lo restrieguen por sus narices de boxeador.
A la salida, Andr¨¦i, de 24 a?os, que estudia para ser oficial del Ej¨¦rcito, afirma que vino al concurso sin saber qui¨¦n iba a ser el invitado de honor, y confiesa que votar¨¢ a Putin "porque Rusia necesita una mano dura como la de Stalin". Mal lo tiene Ziug¨¢nov si hasta los estalinistas votar¨¢n a su rival.
"Cristo fue el primer comunista"
L.M.L Yekaterimburgo
S¨®lo le falta a Ziug¨¢nov caminar sobre las aguas, aunque le ser¨ªa muy f¨¢cil. Justo frente a la Casa de la Paz y la Amistad de Yekaterimburgo, donde el l¨ªder comunista se compara con Cristo, la gente atraviesa el r¨ªo Iset, cubierto todav¨ªa por una gruesa capa de hielo. Ziug¨¢nov asegura en la capital de los Urales (donde los bolcheviques fusilaron en 1918 al ¨²ltimo zar y su familia) que "Jes¨²s fue el primer comunista", y que tambi¨¦n ¨¦l impedir¨¢ que los mercaderes vendan su pa¨ªs en el templo.
En su recorrido por la ciudad, con gui¨®n casi id¨¦ntico al de Cheli¨¢binsk, Ziug¨¢nov est¨¢ acompa?ado de la diputada Tamara Pletnova, que se?ala las paradojas de la apuesta comunista por la moderaci¨®n: "Desde la izquierda se nos acusa de admitir diversos tipos de propiedad, incluida la privada. Y, desde la derecha, de querer renacionalizar el petr¨®leo, el gas y otras materias primas".
El propio Ziug¨¢nov ilustra con un chiste su idea de que no hay que temer al retorno del "poder rojo" y que el riesgo de dictadura y autoritarismo procede de Putin. El 25 de marzo se reunir¨¢n los empresarios para decidir qu¨¦ hacer. Uno de ellos dice: "Votar¨¦ por Ziug¨¢nov". Sus espantados compa?eros le preguntan por sus motivos, y ¨¦l responde: "Porque prefiero que el d¨ªa 27 me echen una bronca los comunistas a que, de madrugada, la polic¨ªa secreta llame a mi puerta y me lleve a la Lubianka
Pese a todo, la presencia junto a Ziug¨¢nov del general Albert Mak¨¢shov, representante del sector m¨¢s duro y que gan¨® notoriedad con unas declaraciones antisemitas, ilustra que el partido est¨¢ muy lejos de haber completado su perestroika (reestructuraci¨®n). Mak¨¢shov es aspirante comunista a uno de los ocho esca?os (dos en Yekaterimburgo) que no se cubrieron el 19 de diciembre porque el "candidato" m¨¢s votado fue la opci¨®n "contra todos". Todo un s¨ªntoma de lo arraigado que est¨¢ el escepticismo pol¨ªtico en una regi¨®n que, como Cheliabinsk, posee algunas de las principales perlas del complejo militar-industrial de Rusia.
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