El Everest vive su segunda conquista
Escalar el Everest "porque est¨¢ ah¨ª", como dijo Mallory. Escalarlo porque casi medio siglo despu¨¦s de su conquista sigue alimentando los sue?os de todo tipo de alpinistas, los de altos vuelos y los que carecen de pedigr¨ª. Intentarlo aunque no parezca razonable pero s¨ª imprescindible. ?Cu¨¢ntas razones puede uno concederse para arrimarse a tal aventura?Nunca, hasta la fecha, hab¨ªa coincidido en un mismo a?o tanta urgencia por escalar la cima m¨¢s alta de la tierra. Sea porque el reci¨¦n estrenado milenio anima la m¨ªstica y la conjunci¨®n de las cifras (en el 2000, al 8.850, o algo as¨ª); porque en la era del marketing las ideas de promoci¨®n siguen casando con la ¨¦pica del Everest o porque hace un a?o el hallazgo del cuerpo de George Leigh Mallory reaviv¨® el misterio himalay¨ªstico m¨¢s apasionado, cincuenta escaladores espa?oles -17 vascos y 5 navarros entre ellos- acampar¨¢n en los primeros d¨ªas de abril a los pies de la monta?a. Entonces arrancar¨¢ la liturgia hacia la codiciada cima, nunca antes tan solicitada por el alpinismo internacional. En esta ocasi¨®n estar¨¢ representado por 41 expediciones, cuatro m¨¢s que en 1999, cuando se estableci¨® un r¨¦cord de masificaci¨®n.
Parad¨®jicamente, ninguna de las expediciones reivindica una efem¨¦ride importante: el 14 de mayo se cumplen 20 a?os desde que Mart¨ªn Zabaleta se plant¨® en lo m¨¢s alto del Everest, primera ascensi¨®n estatal. En apenas dos d¨¦cadas, la evoluci¨®n del alpinismo, ligada a la de las costumbres cotidianas, ha modificado la percepci¨®n del Everest: all¨ª donde su nombre animaba sentimientos ¨¦picos o nacionalismos, s¨®lo evoca ahora motivaciones privadas o comerciales.
El Everest es la monta?a de los t¨®picos, de los debates sobre su aut¨¦ntico lugar en la jerarqu¨ªa de los 14 ochomiles. Al respecto, s¨®lo prevalece una certeza: es la m¨¢s alta, con sus 8.850 metros reci¨¦n medidos. ?La m¨¢s complicada? Ciertamente, no. ?La m¨¢s prestigiosa? Para el gran p¨²blico, sin duda; para los puristas, jam¨¢s. ?La m¨¢s deseada? Posiblemente, s¨ª, aunque dominarla por sus rutas cl¨¢sicas no exija una gran destreza t¨¦cnica, aunque muchos califiquen sus paredes como "cuesta de vacas", aunque se halle masificada y uno ya no pueda respirar la soledad en un marco que un d¨ªa pareci¨® inaccesible. El Everest es f¨¢cil, dicen.
En su cara sur, la que abrieron Hillary y Tenzing en 1953, murieron en 1996 quince alpinistas, algunos de renombre internacional. Otros escaladores de prestigio nunca han podido certificar lo "f¨¢cil" que es apuntarse su cima. Tormentas, congelaciones, edemas o ca¨ªdas les escupieron fuera de sus impresionantes laderas. As¨ª, la monta?a que acepta todos los t¨®picos no acepta todas las ambiciones.
S¨®lo el Everest es capaz, hoy por hoy, de animar las expectativas de tantos departamentos de publicidad, de tantas agencias de gu¨ªas que a cambio de cantidades abracadabrantes hacen lo posible por encaramar a sus clientes -experimentados o no- a la cima de sus sue?os. Esta primavera, la muestra de logotipos en los buzos de altura de los expedicionarios ser¨¢ excepcionalmente variada: redes de telecomunicaci¨®n como Retena o Euskaltel, programas documentales (Al filo de lo imposible, Odisea), novedosos sistemas de fotograf¨ªa (IPIX), bancos, instituciones p¨²blicas..., que permitir¨¢n a buena parte de la ¨¦lite del alpinismo nacional compartir al un¨ªsono la privaci¨®n de ox¨ªgeno en las cotas altas.
Simple coincidencia o consecuencia del efecto Mallory, cinco de las ocho expediciones han escogido la vertiente norte, que discurre por territorio tibetano, para acometer su intento. Descubrir si el escalador ingl¨¦s precedi¨® a Hillary se ha convertido m¨¢s en una cuesti¨®n de morbo que en un asunto hist¨®rico. S¨®lo si se encontrara la c¨¢mara que portaba y si de la pel¨ªcula impresionada pudiera extraerse alguna prueba definitiva se cerrar¨ªa la intriga que m¨¢s tertulias alpinas anim¨® en su ¨¦poca. Graham Hoyland podr¨ªa tener la clave: lidera una expedici¨®n del canal p¨²blico de televisi¨®n brit¨¢nico (BBC) que pretende hallar la c¨¢maraque llevaba Mallory, un artefacto que le fue prestado por Howard Somerwell, t¨ªo de Hoyland. Este ¨²ltimo conoce la cima del Everest, conquistada en 1993 para cumplir la promesa contra¨ªda con su t¨ªo en su lecho de muerte.
Sin ox¨ªgeno
La "cara norte sin ox¨ªgeno" se ha convertido en la m¨¢xima de las cinco expediciones esperadas a principios de abril en la vertiente norte. El uso o no de ox¨ªgeno artificial es otro motivo de discusi¨®n entre los que defienden la conquista de la cima a toda costa y los que no juzgan ¨¦tico hacerlo con ayudas artificiales. Messner y Habeler demostraron en 1978 que una buena aclimataci¨®n y unos pulmones saludables pod¨ªan suplir la parafernalia del ox¨ªgeno enlatado. La apuesta supuso para las generaciones siguientes de escaladores un pulso a lo desconocido: nadie sabe c¨®mo reaccionar¨¢ su organismo por encima de los 8.500 metros, si su cerebro ser¨¢ capaz de responder fiablemente, privado de dos tercios del ox¨ªgeno que consume a nivel del mar. Aqu¨ª, el reto es enorme. Por eso los sucesivos campos de altura del Everest se convirtieron en un estercolero de bombonas desechadas, tiendas y basura; un paisaje que empieza a recobrar su naturalidad gracias a campa?as de limpieza y sensibilizaci¨®n y al trabajo (bien remunerado) de escaladores locales que limpian la ruta como buenamente pueden.
Pese a su supuesto descr¨¦dito, juicio que en ocasiones obedece m¨¢s a poses que a un compromiso serio con el alpinismo creativo, el Everest posee un enorme valor sentimental. Prueba de ello, los numerosos regresos programados esta primavera, segundas o terceras partes de relaciones incompletas o insatisfactorias, como en el caso de Oiarzabal. El sexto hombre que ha pisado los 14 ochomiles se ha propuesto repetir en el Everest, molesto con el recuerdo de su ascensi¨®n de 1993 (perdi¨® a su amigo Miranda) e insatisfecho por el recurso al ox¨ªgeno artificial.
Repeticiones
Tambi¨¦n regresan Willy Ba?ales y Edurne Pasaban, expulsados por caprichos atmosf¨¦ricos. O I?aki Ochoa de Olza, que acomete su tercer intento en ocho a?os. En 1992 abandon¨® durante el ataque a cima, despu¨¦s de abrir huella durante horas y perder la vista por congelaci¨®n. En esa ocasi¨®n decidi¨® no volver a emplear ox¨ªgeno en sus posteriores intentos. Hace un a?o, temiendo serias congelaciones en sus pies, abandon¨® a 8.650 metros, escalando en solitario. "No vuelvo con ning¨²n tipo de esp¨ªritu de revancha. Tan s¨®lo quiero subir para completar algo inacabado", defiende el l¨ªder de la expedici¨®n Retena-Odisea. En su mismo grupo viaja Jos¨¦ Mari O?ate, que se aup¨® a la cima por la cara sur en 1993.
Como ¨¦l, pretenden repetir, entre otros, Alberto Zerain, Iosu Bereziartua y ?scar Cadiach, todos incluidos en la expedici¨®n de Al filo de lo imposible. En este mismo grupo viaja Juan Vallejo, que se desplaza a un escenario pisado por su padre, Angel Rosen, 20 a?os atr¨¢s como integrante de la expedici¨®n que conoci¨® el ¨¦xito de Mart¨ªn Zabaleta. Una circunstancia sentimental (otra m¨¢s dentro del c¨®ctel de sensibilidades que se agitar¨¢ en el campo base) que casa con el significado de una monta?a que conserva, pese a su banalizaci¨®n, cierta aura m¨¢gica.
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