Identidades
Resulta sorprendente y hasta produce cierta perplejidad que la crisis del PSOE ocupe todos los d¨ªas tanto espacio en los medios de comunicaci¨®n. Casi quince d¨ªas despu¨¦s del resultado electoral, es necesario reconocer que algo tiene que estar pasando para que nos obsesione de esta forma la nueva situaci¨®n. Y es cierto, porque cada vez es m¨¢s evidente que estamos metidos en una crisis de identidad pol¨ªtica, al margen de triunfos y derrotas concretas. Ante la nueva sensibilidad social de los ciudadanos, el socialismo se pregunta qui¨¦n soy y los populares se plantean qu¨¦ son capaces de hacer, los dos grandes interrogantes en toda crisis de identidad.Varias generaciones de espa?oles, y el resto por imitaci¨®n, vivimos con el socialismo el regreso de la izquierda. A favor, en contra o como simples espectadores, era la izquierda que volv¨ªa a ser. Y se asoci¨® a la juventud, a la lucha por un nuevo orden, a las revueltas estudiantiles y a todo lo que eso significaba. Con el socialismo, una parte de cada espa?ol se sinti¨® progresista, precisamente esa parte que contin¨²a consider¨¢ndose de centro izquierda al margen de lo que realmente vota.
El naufragio electoral del partido socialista pone fin a toda esa ¨¦poca, altera nuestra memoria y convierte los hechos en recuerdos. Otra cosa es que las minor¨ªas dominantes de un partido se nieguen a convertirse en recuerdo, intentando aplicar las viejas soluciones a los nuevos problemas. Eso siempre ocurre y es absolutamente normal. Tendr¨¢n que aparecer otros, m¨¢s creativos, que transformen la organizaci¨®n. Entre tanto los socialistas estar¨¢n en crisis de identidad y, con ellos, un fragmento de la historia de todos nosotros.
Mientras la izquierda espa?ola quer¨ªa volver a ser, la derecha quer¨ªa dejar de serlo desde finales de los a?os sesenta. Y ahora recibe el apoyo mayoritario de un pa¨ªs que se considera de centro izquierda. Obtienen una mayor¨ªa absoluta, mucho m¨¢s de lo que aspiraban y bastante m¨¢s de lo que se esperaba. Pero gobernar con mayor¨ªa absoluta casi es mandar, algo no muy bien visto en los tiempos actuales. Los socialistas mandaron, pero se justific¨® por las transformaciones necesarias para aquel pa¨ªs de entonces. Cosa que hicieron mejor o peor. Los populares se preguntan ahora qu¨¦ son capaces de hacer con una mayor¨ªa absoluta, la otra cara de la crisis de identidad. Y la ¨²nica justificaci¨®n que encuentran es pactar, negociar, acordar con los m¨¢s pr¨®ximos, que casi siempre son los nacionalismos, como f¨®rmula para suavizar un gobierno con mayor¨ªa absoluta.
La situaci¨®n est¨¢ m¨¢s complicada para Zaplana, porque muchos problemas de Valencia est¨¢n m¨¢s relacionados con las nacionalidades y comunidades de nuestro alrededor que con las fuerzas pol¨ªticas representadas en las Cortes. Eso significa gobernar en un sitio y negociar en otros, algo que siempre resulta delicado y dif¨ªcil de justificar.
Qui¨¦n soy, dicen unos, y qu¨¦ soy capaz de hacer, dicen otros. Ya veremos. Las crisis de identidad casi siempre se resuelven, aunque se tarda cierto tiempo y dejan algunas cicatrices. Pero no es s¨®lo una crisis de partidos, tambi¨¦n es la memoria de todos nosotros la que se resiste a aceptar las nuevas identidades de nuestra realidad social.
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