Todos castigados ANDR?S ORTEGA
Estados Unidos tiene castigados o amenazados con sanciones econ¨®micas unilaterales de uno u otro tipo a m¨¢s de 80 pa¨ªses que representan casi la mitad de la poblaci¨®n mundial. No es s¨®lo Washington el que las impone, sino tambi¨¦n Estados como Massachusetts, Tejas u otros, o diversos municipios. Enti¨¦ndase por ello sanciones en un sentido amplio, desde limitaciones a la venta de algunos productos, incluidas las armas, a la total prohibici¨®n de comercio bilateral, por razones diversas que van desde las violaciones de los derechos humanos, el incumplimiento de las reglas del trabajo infantil, la persecuci¨®n religiosa, la falta de democracia o la percepci¨®n de un problema de seguridad. Entre los sancionados o amenazados con sanciones en este amplio panorama figuran no s¨®lo pa¨ªses como China o India y Pakist¨¢n -el mayor fracaso, pues no ha impedido su nuclearizaci¨®n-, sino tambi¨¦n Suiza o aliados como Italia y Jap¨®n, seg¨²n los datos proporcionados por USA Engage, una organizaci¨®n que en buena parte representa los intereses de empresas estadounidenses, que calcula que EEUU pierde por ello al a?o de 15.000 a 19.000 millones de d¨®lares en comercio exterior no realizado y m¨¢s de 200.000 empleos en lo que se ha llegado a llamar la "epidemia de sanciones" o la "curiosa cruzada".Las sanciones econ¨®micas no son algo nuevo, y su efectividad var¨ªa seg¨²n las situaciones, como se reflej¨® en un seminario sobre La utilidad de las sanciones econ¨®micas y su impacto en las relaciones transatl¨¢nticas, organizado la semana pasada en Madrid por el Council on Foreign Relations. En algunos casos han surtido efecto, como en la Sur¨¢frica del apartheid -donde afect¨® directamente a los intereses de la ¨¦lite blanca-, Rodesia (hoy Zimbabue) o Indonesia, que ante la amenaza de estas medidas acept¨® finalmente una fuerza internacional en Timor. Pero la fiebre sancionadora, unilateral o multilateral, ha crecido de forma espectacular en los a?os noventa, y s¨®lo ahora comienza a remitir. Estados Unidos est¨¢ suavizando su pol¨ªtica hacia pa¨ªses archienemigos como Ir¨¢n, Irak o Libia. A ello no es ajena la necesidad de aumentar la producci¨®n de petr¨®leo para bajar su precio.
Las sanciones nacieron como instrumento de la pol¨ªtica exterior, o incluso de la comercial. En buena parte se han ido convirtiendo -no s¨®lo para EEUU- en un sustituto de la pol¨ªtica exterior. Es m¨¢s f¨¢cil sancionar que tomar otras medidas. Ahora bien, cuando las sanciones fracasan como ocurri¨® con Milosevic, puede abrirse paso la guerra. El caso de Milosevic, como el de Irak, ilustra un aspecto negativo de las sanciones, pues en estos y otros casos han servido para reforzar el liderazgo contra el que estaban dirigidas y debilitar la oposici¨®n a estos reg¨ªmenes que se pretend¨ªa fomentar.
Las sanciones unilaterales carecen de legitimidad y legalidad al no ser reconocidas por otros. Es el caso de EEUU y su embargo a Cuba, con efectos que se pretende, a trav¨¦s de la ley Helms-Burton, que alcancen a terceros. Si las sanciones han de ganar en efectividad, tambi¨¦n deben ser leg¨ªtimas. Y pr¨¢cticamente las ¨²nicas con legitimidad son las multilaterales, decididas esencialmente por el Consejo de Seguridad de la ONU. Quiz¨¢s, como se ha llegado a sugerir, la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC) tambi¨¦n deber¨ªa involucrarse en este asunto.
El aspecto m¨¢s controvertido de las sanciones es que, con el objetivo de castigar a un Gobierno o a un Estado o fomentar los derechos humanos, se hace sufrir a un pueblo. Aunque sea evidente que toda sanci¨®n tiene un coste para el que la impone y para el que la recibe, debe disminuirse el sufrimiento que causa. Por ello quiz¨¢ la d¨¦cada de las sanciones no haya pasado en balde si algo se ha aprendido para dise?ar sanciones inteligentes que reduzcan el impacto humanitario y sirvan para impulsar los derechos humanos y la democracia como el programa de "petr¨®leo por democracia" para paliar los efectos de las restricciones en algunos municipios de la Federaci¨®n Yugoslava que est¨¢n regidos de forma democr¨¢tica. Pero, como en la guerra, se puede caer en el espejismo de unas sanciones totalmente limpias.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.