El artista atormentado

Transita Pedro Andrea por territorios casi v¨ªrgenes en el panorama musical espa?ol. Demasiado en¨¦rgico para el p¨²blico de las nuevas m¨²sicas, demasiado conceptual para la parroquia del pop-rock, este excelente guitarrista madrile?o exige una aproximaci¨®n desprejuiciada a su propuesta est¨¦tica, una muy personal miscel¨¢nea de jazz aflamencado con otros sonidos m¨¢s cercanos al desgarro y la transgresi¨®n.Despu¨¦s de Transparente, un deb¨² que, aunque s¨®lo fuera por el delicioso tema central, habr¨ªa merecido mejor fortuna, Andrea muestra ahora en Tierra un espl¨¦ndido autorretrato de su esp¨ªritu atormentado y de una chispa creadora poco com¨²n: son canciones con la virtud de la variedad y la sorpresa, el encanto de lo atrevido y lo sutil.

Por desgracia, algunos de esos m¨¦ritos quedan desdibujados en lo alto del escenario. Andrea se siente obligado a recurrir a fragmentos pregrabados y al virtuosismo para paliar otras carencias materiales. Transiberiano, un tema demoledor en el ¨¢lbum, perdi¨® buena parte de su brillo en una ejecuci¨®n atropellada y sin brillo, un problema extendido a lo largo de la noche. Tampoco est¨¢ nada claro que este instrumentista excepcional deba colocarse ante un micr¨®fono, como hace en Las llamas de mi hoguera, pero su af¨¢n por el discurso en primera persona le hace incurrir en alg¨²n que otro exceso. Con todo, Pedro Andrea ha logrado hilar un discurso sincero, coherente, sin concesiones, y es de justicia reivindicar la belleza de su m¨²sica y ese talento suyo, tan desbocado.