Rusia cambia tercio HERMANN TERTSCH
Al principio de todo lo sucedido en Mosc¨² durante la jornada electoral del pasado domingo estuvo el final de lo habido all¨¢ por los a?os milagrosos del principio de la pasada d¨¦cada. Aquello impuso la despedida de una ret¨®rica y pr¨¢ctica pol¨ªtica obcecadamente mantenidas y persistentemente fracasadas. Mijail Gorbachov lleg¨® a la conclusi¨®n, compartida en la intimidad por tanto dirigente sovi¨¦tico, de que la gran potencia que en su d¨ªa hab¨ªa sido la Uni¨®n Sovi¨¦tica era puro Tercer Mundo con armamento nuclear. Y de que el mero hecho de tener la bomba no serv¨ªa por s¨ª mismo para salir de la indigencia que generaba un sistema exhausto.Hoy, nos hallamos en Mosc¨² ante la inversi¨®n de la l¨®gica que entonces indujo a la abolici¨®n, institucional al menos, de un sistema del absurdo que tanto crimen y miseria hab¨ªa provocado. Todo ello despu¨¦s de unos largos a?os de mandato de Bor¨ªs Yeltsin que, siempre desde la egolatr¨ªa pero tambi¨¦n del coraje, de sus circunstancias personales nada pausadas pero tambi¨¦n un instinto pol¨ªtico extraordinario, quiso inicialmente cambiar Rusia de forma radical y tuvo, como todos los reformadores en aquel gran pa¨ªs, que doblegarse a las realidades gravitatorias de esa sociedad tan dif¨ªcil de liberar de los fantasmas que han marcado su historia.
Estamos en el ¨²ltimo tercio de una aventura pol¨ªtica ingente. Pero sin final feliz.Los auspicios no son buenos ni mucho menos, pero tampoco deben ser causa de histeria en el resto del mundo y en especial en Occidente. Pese a las manifestaciones del nuevo talante que se impone en el Kremlin con el apoyo de la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n rusa. El electorado del presidente y el voto comunista, juntos m¨¢s de un 80%, no discrepan respecto a las l¨ªneas maestras de la pol¨ªtica exterior que se perfila y a la interior que, en cuestiones como Chechenia, est¨¢ m¨¢s que perfilada. Las tendencias "occidentalistas" han sido derrotadas. Su recuperaci¨®n es imprevisible y puede tardar d¨¦cadas en producirse si acaso. El ¨²nico candidato que defendi¨® principios liberales, Grigori Yablinski, se qued¨® en el 7% quiz¨¢s el reflejo real de dichas fuerzas hoy en Rusia. Los valores en alza son la autoestima nacional, la mano dura y la fobia al exterior que desv¨ªa eficazmente el resentimiento hacia los usufrutuarios del estado mafioso que ha surgido de los escombros del estado proletario.
El nuevo presidente Vladimir Putin se ha dejado festejar su victoria electoral con el lanzamiento de dos misiles nucleares intercontinentales desde un submarino en el Mar del Norte. No es un gesto muy amistoso hac¨ªa los potenciales receptores de esos misiles de largo alcance. Que son precisamente los que con sus cr¨¦ditos y mercados libres han enriquecido a la "Nueva clase", parafraseando al inolvidable montenegrino Milovan Djilas, que ha sustituido a la nomenclatura. Putin es su cancerbero, su protegido y protector. Y nadie debe esperar grandes alardes humanistas de este agente del KGB con ojos de rodaballo.
Quiz¨¢s ahora, esos grupos de presi¨®n prorrusos en Washington, Berl¨ªn y otras capitales europeas sean m¨¢s realistas al valorar la situaci¨®n. Es posible incluso que el subsecretario de Estado norteamericano, Strobe Talbott, deje de hablar con hip¨¦rboles optimistas sobre la evoluci¨®n rusa. Ni nuestro buen Jean Jacques Rousseau podr¨ªa hoy tener esperanzas en que la sociedad rusa vaya a contar a medio plazo con un Estado de derecho homologable a los que legislan, ejecutan y juzgan en Occidente.
As¨ª las cosas, convendr¨ªa que los Gobiernos occidentales fueran plante¨¢ndose una nueva pol¨ªtica hacia Rusia. Putin no va a cometer disparates en sus relaciones con Europa y EEUU a corto plazo. Aunque s¨®lo sea porque sus mentores tienen all¨ª sus cuentas. Pero tambi¨¦n porque se dice garante de la seguridad y estabilidad y para ambas necesita ayuda exterior. Pero la ret¨®rica va a cambiar. La multipolaridad volver¨¢ tras la ef¨ªmera ilusi¨®n norteamericana de ser ¨²nica potencia. Mosc¨² buscar¨¢ aliados. Tercer Mundo a¨²n, pero potencia nuclear, Mosc¨² cambia tercio. Demandar¨¢ respeto a intereses que muchas veces chocar¨¢n con elementales principios occidentales. En el interior de Rusia, los cambios pueden ser m¨¢s desagradables, para los medios cr¨ªticos y minor¨ªas o gremios inc¨®modos. Occidente necesita por tanto de conceptos nuevos para responder a actitudes y pol¨ªticas que, como en Chechenia, no pueden quedar sin respuesta.
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